miércoles, 29 de abril de 2020

Viviendo en la distopía 46. Un galimatías de medias verdades


29-4-2020


Ayer por la tarde, los vecinos de mi calle hablamos de puerta a puerta de lo que haríamos cuando empezara la «desescalada». Lo hicimos con alegría, incluso con optimismo, como si la esperanza ya hubiera empezado a cuajar en una realidad que se aventuraba un poco más hermosa que la actual. Luego, tuve dos videoconferencias con familiares y amigos y se habló de lo mismo en unos términos similares, bastante positivos, incluso llegamos a hacer algunos pequeños planes, medio en serio medio en broma.

Esta mañana, sin embargo, los medios de comunicación me han dejado una impresión distinta. ¿Será verdad eso de que «un pesimista sólo es un optimista bien informado»? Porque ayer yo estaba mal informado y estaba alegre, en tanto que hoy, que me hallo mejor informado, estoy mucho menos alegre y hasta tengo un punto de cabreo.

Cuando repaso la prensa, sin embargo, observo que casi todas las noticias sobre la «desescalada» llevan un juicio de valor negativo, y que son negativas casi todas las opiniones, pues inciden casi exclusivamente sobre las carencias y los fallos de los planes del Gobierno. ¿Es esa la realidad? ¿Estoy ahora mejor informado que ayer, que solo conocía los planes del Gobierno, evidentemente carentes de autocrítica?

O dicho de otra forma, ¿puedo sacar de esa lucha entre la verdad del Gobierno y la verdad de la prensa la Verdad con mayúsculas? Porque si la verdad del Gobierno es interesada, no es menos interesada la verdad de casi todos los medios de comunicación y de muchos de los comentaristas, tertulianos y opinantes en general.

¿Puedo sacar de ese galimatías de verdades interesadas las Verdad de verdad, la Verdad de la buena? Mejor es eso que nada, desde luego, pero los ciudadanos agradeceríamos un esfuerzo por la verdad negativa de los gobiernos (la autocrítica) y por la verdad positiva de los partidos de la oposición y de los medios de comunicación en general (algo harán bien los gobiernos, digo yo).

Los que emiten información no deberían obligarnos a leer todos los periódicos ni pueden pretender que de ese fárrago de noticias interesadas que nos llega saquemos algo en limpio. El esfuerzo por extraer la Verdad de la buena no tendríamos que hacerlo nosotros, sino ellos, los que están en el gobierno, los que no gobiernan y quieren hacerlo y, sobre todo, esos que se dan a sí mismos el título de periodistas.