miércoles, 15 de abril de 2020

Viviendo en la distopía 32. La mala sangre


15-4-2020

En España, pocas opiniones hay que no estén llenas de sufrimiento y así, claro, la opinión está impregnada de esa bilis corrosiva que es el rencor.

Si los españoles pudiéramos destilar el rencor que guardamos en el alma y venderlo como lejía, nos haríamos de oro. Lo veo en las declaraciones de los miembros del Gobierno, en las declaraciones de la oposición, en los comentaristas políticos, en los tertulianos, en esas cosas que la gente pone en las redes sociales y se pasan, y se pasan, y se pasan.

¿Pero a qué viene ese rencor, ese cabreo permanente, esa mala sangre? ¿De lo que ocurrió hace ochenta años (OCHENTA)? ¿De lo que les hicieron a sus abuelos? ¿De lo que les han hecho a ellos?

¿Qué les han hecho a ellos, ¡Dios mío!, para que no vean sino que todo lo bueno viene siempre de un sitio y todo lo malo de otro?

Si a esos que van por ahí ejerciendo de líderes les quitásemos el rencor de sus seguidores, no serían nada, porque nada dicen de sustancia. Ellos, en sí mismos, no son nada sin el rencor que generan.

Y lo mismo haríamos con muchos opinantes: no habría quien los leyera o los oyera si sus opiniones no estuvieran llenas del rencor que buscan sus seguidores y ellos alimentan. ¿Y lo llaman compromiso? ¿Con qué verdad? ¿Con ese cuento de la línea editorial, que siempre es parcial?

¿Por qué sufren tanto? ¿Quién les ha hecho tanto daño como para que sus vidas estén tan torcidas por el rencor?