miércoles, 22 de abril de 2020

Viviendo en la distopía 39. La estupidez


22-4-2020

Antes de darle a la tecla que inserta lo que escribo en la web siempre siento cierto vértigo. ¿Quién soy yo, para hacer público esto, que no deja de ser una opinión como otra cualquiera? ¿Qué sé yo de esto más que otros que, prudentemente, se callan? Al fin al cabo, yo soy un escritor aficionado, solo eso, y me siento más cómodo escribiendo sobre un mundo ficticio que sobre el mundo real.

La duda es más razonable ahora, que se toman decisiones a la carrera, incluso con premura, guiados más por un permanente ensayo y error que por otras estrategias de conocimiento: si funciona, seguimos adelante; si no funciona, probamos con otro método. La duda es razonable porque ese sistema, con el que aprendemos todos lo que es la vida (eso es la experiencia), es el que suelen aplicar los buenos científicos para llegar a una solución, no los buenos políticos, a quienes se les supone una estrategia a largo plazo.

Pero el caso es que estamos en manos de los técnicos, no de los políticos. Y son ellos los que saben del asunto, por poco que sepan. Y ese «por poco que sepan» está muy lleno de mi comprensión, dado lo poco que puede saberse de algo aparecido hace unos pocos meses y de lo que aún se desconoce su verdadero rostro.

Que los técnicos no lo saben todo es una verdad a la que los que no lo somos llegamos con la madurez. Hace tiempo, una señora me hizo una pregunta en mi trabajo que no supe contestarle. La señora me señaló varios montones de distintos boletines oficiales que había sobre una mesa cercana y me dijo: «¿No lo sabe, pues eso viene ahí?». Ahí estaba, en efecto, y porque estaba ahí era por lo que yo no tenía que saberlo, pero a la señora le hacía falta eso, madurez intelectual, conocimiento.

Recuerdo que un profesor de universidad nos dijo el primer día de clase: «Supongo que ustedes no se encontrarán en esa fase de la ignorancia en la cual uno se cree que el profesor lo sabe todo». Creer que alguien puede saberlo todo es, en efecto, de una ignorancia supina, del tamaño de la que tienen los niños, que creen en la absoluta infalibilidad de su padre.

Pocos ejemplos hay mejores sobre la estupidez que el de quien ha pillado al profesor en un desliz y, pasando de lo particular a lo general, se cree que el profesor no sabe nada. O el de quien porque sabe un poco de algo se cree que lo sabe todo y se atreve a corregir a los que saben mucho más que él.