jueves, 2 de abril de 2020

Viviendo en la distopía 19. La lejía


2-4-2020

Ayer tuve un pequeño accidente doméstico: unas cuantas gotas de lejía cayeron sobre la manga derecha del jersey que llevaba y se comieron el color. Era lo previsible, tarde o temprano tenía que ocurrir por mucho cuidado que tuviera: tanto va el cántaro a la fuente que al final… Y es que ando todo el día lejía para arriba lejía para abajo, con los pomos, los grifos, los suelos... Y supongo que todo el mundo andará igual. No sé de dónde sacarán tanta lejía.

Se ve que la lejía no deja títere con cabeza: si en un momento se come los colores, también debe de comerse lo que hay antes de los colores, bacterias y virus incluidos. En estos momentos, la lejía es nuestro mejor aliado, de eso no cabe duda.

Y el caso es que nadie se acuerda de ella cuando de colgar medallas se trata. La lejía es una humilde servidora. Es de esos elementos que están ahí siempre a nuestra disposición, para lo que haga falta, silenciosamente y en una botella grande, gorda y fea. Y además es barata, muy barata.

Si oliera mejor, si viniera en una botella de diseño y fuera mucho más cara, seguramente le prestaríamos la misma atención que a un perfume, y hasta la regalaríamos por Navidad o para los cumpleaños. Pero la lejía es como esos millones de personas anónimas que están en el tajo, sacando la familia adelante, sacando el país adelante.

No es como esos deportistas que ganan millones por hacer lo que les gusta o como esos artistas que venden su nombre para una línea de cosméticos a cambio de un porrón de dinero. La lejía es como los albañiles, o como los camioneros, o como los pescadores, o como los auxiliares de clínica. Como tú y como yo.

La macha en el jersey, en fin, me ha hecho pensar: ahora que los estadios están vacíos y las tiendas de cosméticos se encuentran cerradas, prestamos más atención a todas esas personas que siguen manteniendo la sociedad desde el anonimato, de una forma tan sencilla y efectiva como la lejía. ¿Qué ocurrirá luego, cuando todo esto pase? ¿Nos olvidaremos de ellos, los dejaremos en un rincón del trastero, como a buen seguro haremos con la lejía?