sábado, 6 de agosto de 2022

Y los caminos de Adroches XVII: El Viso o La vida en barbecho

 

Cuando era joven, había varias discotecas en El Viso y los muchachos de Pozoblanco íbamos a ellas buscando aventuras y oportunidades, algunas de las cuales cuajaron en parejas mixtas, que desde entonces fueron parte de nuestras vidas. Luego, hice las prácticas de trabajo en el Ayuntamiento de El Viso, fui muchas ediciones a las fiestas en honor de la abuela Santa Ana y fueron incontables las noches que visité su centro de salud cuando Carmen estuvo allí haciendo guardias. He ido a El Viso con causa y sin causa, montones de veces, para hacer algo y para no hacer nada, he navegado en piragua por el pantano de La Colada, he comido en la huerta de Los Frailes el lunes de Pascua, he visto las vaquillas desde la barrera en los días de feria, he disfrutado muchas ediciones del auto de los Reyes Magos y, entre otras cosas, he andado por muchos de sus caminos.  

Todavía es invierno cuando comienzo junto a la Piscina Municipal el camino que propone Adroches para El Viso, pero ya se vislumbra la primavera, es media mañana y el Sol me manda una luz blanda y un calor tibio, escondido por momentos entre las nubes. Ha llovido recientemente y los campos, que tenían la piel seca y áspera de los labradores antiguos, tienen ahora un verdor claro y la cara lustrosa, como si se le hubieran dado un lavado y vinieran hidratándola desde hace días con algún emplasto casero. Mientras camino, veo grietas en la faz del campo, pero son hechas a propósito, con el afán de dejarla en barbecho.

Cuando era chico, mi abuelo Juan me explicó la necesidad de labrar al tercio para dejar recuperarse a la tierra, y me puso como ejemplo una cerca conocida por mí a la que, obligados por la necesidades de la posguerra, se la había puesto en producción dos años seguidos: aquella cerca no produjo el segundo año lo que el primero ni pudo producir durante muchos años. Luego, oí que se podía lograr una producción agrícola más eficiente rotando los cultivos, de manera que unos aprovecharan los nutrientes que no aprovechaban los otros. Y, más tarde, oí que la eficiencia había llegado a tal punto que era necesario producir menos para mantener los precios, por lo que la Unión Europea obligó en la PAC a dejar un porcentaje de tierras en barbecho.

Cuando escribo esto, la invasión de Ucrania por Rusia (ambos grandes exportadores de cereales) ha hecho que se produzca un alza generalizada en los precios de los insumos agrícolas y se tenga la sensación de un posible desabastecimiento, por lo que quienes saben de esto están cuestionando la existencia de los barbechos, que dejan cientos de miles de hectáreas sin sembrar.

Aunque no soy agricultor ni ganadero y entiendo más bien poco de campo, reconozco que tal vez deba eliminarse el sistema de barbecho para volver a la rotación de cultivos, que hace más productiva la tierra y abarata los precios. Todo mientras no se ponga tan en cuestión el barbecho que decidan suprimirlo para todo, también para la vida: al fin y al cabo, las mejores épocas de la vida son esas, las que uno dedica a recuperar los nutrientes perdidos en el trabajo, las de barbecho.

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martes, 2 de agosto de 2022

Los caminos de Adroches XVI: Villaralto o Las ventajas del panteísmo

Aunque está en el centro de Los Pedroches, Villaralto coge un poco a trasmano, como quien dice, pero es un pueblo que conviene visitar aunque sea dando un pequeño rodeo, pues conserva en lo esencial el aire afable que tuvo antaño, de calles largas y casas blancas con dinteles de granito y tejados rojos.

En Villaralto no se perdieron castillos ni conventos con ese desarrollo mostrenco que trajo la modernidad, porque nunca los hubo. Aunque Villaralto también tuvo sus ricos, solo eran ricos de altura local, que no construyeron palacios ni casas muy grandes, así que por ahí tampoco se ha perdido gran cosa. La gente de Villaralto siempre fue de clase trabajadora y humilde, que solía ganarse el pan trabajando en las fincas de otros, muchos de ellos como pastores. No en vano, Villaralto tiene como patrona a la Divina Pastora, en Villaralto está el museo del Pastor y en Villaralto se celebra anualmente la feria del Pastoreo.

Villaralto nació como aldea de Torremilano y, al escindirse de este, solo pudo llevarse un término municipal muy pequeño, de modo que los caminos que nacen en Villaralto se salen pronto de su término municipal. Lo digo aquí como curiosidad, aunque a los caminantes, que somos personas de mundo y del mundo, no nos importen esos límites artificiales que sobre el terreno imponen los seres humanos en función de sus terruños mentales, ni les importen a los que, como yo, se consideren de Los Pedroches, así, en conjunto, y no de un pueblo o de otro de la comarca.

El camino que propone Adroches se sale de Villaralto pronto, ya digo, y discurre por el centro de Los Pedroches, entre varios pueblos que tienen como patrona a la Virgen de Guía, a cuya ermita conduce.


Lo recorro un día de febrero precioso, demasiado, porque a estas alturas del año debería estar lloviendo. Salgo de Villaralto temprano, casi al alba, cuando la Tierra aún tiene legañas, el suelo cruje con su desperezo y en el aire se aprecia el vaho de su aliento frío. Me gusta imaginar a la Tierra así, como si no solo fuera un ser vivo, sino, además, un ser pensante que me aloja y consiente mi paso, un ser pensante en el que fui y al que volveré un día. Un ser pensante del que formo parte, como esas ovejas que me observan, como esas piedras que rompen su silencio cuando las piso, como esas viejas encinas a las que descompusieron el tronco cuando eran jóvenes pero siguen en pie, con los brazos arriba, inabordables a las inundaciones y a las sequías.

Ser panteísta tiene la ventaja de que eres de todas las ideologías y de ninguna, o eso creo mientras camino. Con pensamientos como esos y otros por el estilo, haciendo una foto aquí y otra allá, recorro casi sin darme cuenta el cómodo camino que me lleva hasta la ermita de la Virgen de Guía, cuyo culto es compartido por los pueblos de Villanueva del Duque, Alcaracejos, Dos Torres, Fuente la Lancha e Hinojosa del Duque, y se halla muy cerca de Alcaracejos y más cerca aún de Villanueva del Duque, de la que dista menos de un kilómetro, que puede recorrerse por un paseo recto y bien cuidado, marcado por una pared baja de piedra y otra de madera, alumbrado artificialmente y circundado por árboles y arbustos.

Admiro la emita y su entorno, de los que no hablo porque hay mucha información por ahí y es mucho mejor que sería la mía, y entro en el cementerio de Villanueva del Duque, que forma parte del conjunto.

Ser panteísta tiene la ventaja de que reconoces en cada puñado de tierra parte de lo que seremos, así que no me impresionan los cementerios más allá de lo que dicen sobre las costumbres de los vivos y sobre lo que a los vivos afecta la efímera memoria de los huesos.

El Sol se ha levantado y observa lo que hago. Sutilmente, con los ojos entornados, lo miro por un momento y le sonrío, agradecido. Sé que me mandará su luz y su calor hasta Villaralto, hacia donde me encamino por el sendero que nos propone Adroches, que recorro gozosamente y sin prisas, ahora no recuerdo pensando en qué.

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