23-4-2020
Llevamos cuarenta
días de confinamiento. Cuarenta días son muchos y se nos están haciendo muy
largos, aunque tengamos familiares o compañeros de piso con los que conversar o
discutir. Se hacen muy largos aunque podamos ver la televisión, y contactar con
los conocidos a través de las redes sociales, y hablar por teléfono, y hacer
uso de los ordenadores, aunque podamos salir a trabajar, a comprar suministros
y a pasear al perro.
Cuarenta días eran
suficientes en los días de la peste negra (de esos días y esa cifra, cuarenta, viene
la palabra «cuarentena») para saber si una persona estaba infectada o no. Cuarenta
días es una cifra más que razonable para todo, incluso una cifra alta. De
hecho, el número cuarenta aparece más de cien veces en la Biblia: cuarenta
fueron los días que duró el Diluvio, y en ese periodo se anegó toda la Tierra,
y cuarenta fueron los días que pasó Jesús en el desierto, por ejemplo. Cuarenta
son los días que dura la Cuaresma.
Cuando le hago estas
observaciones a alguien muy cercano a mí, me habla de la relatividad del
sufrimiento y me pone de ejemplo a Ortega Lara. Sí, lo recuerdo, aquel hombre
que ETA mantuvo 532 días encerrado bajo tierra, pero quiero ponerme al día y leo
en la Wikipedia:
«Las condiciones de
su secuestro fueron penosas: el zulo en el que se hallaba, muy húmedo (pues se
encontraba a pocos metros del río Deva), sin ventanas y situado bajo el suelo de una nave
industrial, tenía unas dimensiones de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8
m de altura interior. Ortega Lara sólo podía dar tres pasos en él. Disponía de
la luz de una pequeña bombilla y, como no podía salir del habitáculo, recibía
dos marmitas; una para hacer sus necesidades y otra para asearse».
¡Dios mío! La
Naturaleza manda virus que hacen sufrir y matan, virus que nos mantienen
encerrados en nuestras casas. ¿Y los seres humanos, esos que son como nosotros,
qué clases de virus bullen en sus conciencias, qué clases de virus mandan?
Ortega Lara fue
liberado por la policía. Una semana más tarde, ETA secuestró y asesinó a Miguel
Ángel Blanco.