Hace
mucho tiempo, cuando éramos jóvenes, no hubo canastas de baloncesto en Pozoblanco
durante bastantes meses y los pocos aficionados que había en el pueblo nos
íbamos a jugar a Añora, a la pista que había junto a la ermita de la Virgen de
la Peña, cerca de donde años antes habíamos jugado al fútbol tras desplazarnos
en bicicleta y cerca de donde hoy se puede admirar la línea más larga de
fachadas de tiras. Los noriegos siempre nos acogían bien. Los noriegos tenían
fama de sencillos y nobles y respondían con realidades a esa aureola que se
decía de ellos.
Añora no tiene
grandes casas ni las ha tenido nunca, pero ha sabido conservar su casco urbano
y es ahora un pueblo hermoso. No ha tenido grandes casas porque no ha habido en
el pueblo vecinos muy ricos, y tal vez por eso los jóvenes noriegos eran en mis
años de estudiante gente sacrificada y estudiosa. Alguien me dijo hace unos
años que ese carácter había cambiado, y que los muchachos de ahora ya no tenían
la misma proyección que los de antes, que convirtieron a su pueblo en el de más
universitarios y más altura intelectual de la zona. No lo sé. Supongo que el
nivel estaba muy alto, y supongo que los jóvenes han perdido buena parte de la
capacidad de sacrificio de sus padres y ahora son como todos, ni más más ni más
menos.
Entre Añora y
Pozoblanco hay varios caminos posibles, casi todos feos, porque los ruedos de
los pueblos están deforestados y los de Pozoblanco y Añora se superponen, de
manera que entre una localidad y otra no hay más arboleda que algunos chaparros
de repoblación cerca de La Losilla, en el camino de Dos Torres a La Jara. Y si
cabe, son más feos ahora, que las vaquerías se han extendido, y en esta época
del año, pues el verano las hace más visibles y más pestilentes.
A
pesar de que no es un paseo bonito, siempre me ha gustado ir andando a Añora, y
siempre he llegado a ese pueblo con la sensación de que no entraba en un lugar extraño
al mío. Eso pasa con la gente que quieres y que te quiere, y solo con esa. Está
claro que yo por los noriegos siento algo especial, y noto que ellos lo sienten
por mí, aunque la mayoría no me conocen y ni siquiera saben que existo, tal vez
porque lo sienten por todo el mundo, tal vez porque siguen respondiendo con
realidades a esa aureola que aún conservan de ser nobles y sencillos.
Entrada a Añora por el Norte, desde el cerro de los Chinatos, el 14 de junio pasado |