martes, 28 de diciembre de 2021

Madre, quiero ser de una faneguería

Un amigo me ha pasado el enlace con el que Aceite Ecológico Los Pedroches (Olivarera de Los Pedroches-Olipe) ha compartido la alegría de la Navidad, que incluye el vídeo de la representación que el 22 de enero de 2007 se hizo en el teatro El Silo de la obra «Madre, quiero ser de una faneguería». Junto al mensaje, iba un comentario de la pena que le supone que esta obra (que tuvo otra representación cinco días después del estreno, el 27 de diciembre) no haya vuelto a representarse ni parezca que sea posible ponerla en escena de nuevo.

Comparto esa tristeza, especialmente cuando veo que obras similares, que necesitan el concurso de muchos, son asumidas por las instituciones de nuestra comarca y llevadas a cabo con cierta periodicidad. Me refiero a «Los Coloquios», de Alcaracejos, «El auto de los Reyes Magos», de El Viso, «La vaquera de la Finojosa», de Hinojosa, «El halcón y la columna», en Belalcázar, y «Asonada», en Pedroche.

«Madre, quiero ser de una faneguería» fue (y podría serlo indefinidamente) una ventana por la que observar cómo vivían nuestros antepasados en la sierra hasta épocas relativamente recientes, lo que es tanto como decir que, en buena parte, sería un medio para entender por qué somos como somos, pues los sociedades son, esencialmente, lo que fueron.

Los cantos y los bailes que salen en la obra, que a muchos jóvenes y no tan jóvenes pueden parecer extraños, han sido los cantos y los bailes tradicionales de nuestra tierra hasta que, ya en tiempos de la televisión, fueron sustituidos por otros, llevados por la uniformidad regional que impusieron los canales autonómicos y las modas venidas de Sevilla, de Madrid o de Nueva York, a las que nos aficionamos tan pronto y que tan pronto consideramos como las nuestras de toda la vida. El habla de los personajes, con su ahora desconocido vocabulario, era la que yo mismo he practicado de chico, porque se la oía decir a mis padres. En la obra aparecen las costumbres, el vestuario, las relaciones sociales y, en resumen, buena parte de la cultura popular que surgió tras aquella epopeya que fue la roturación de las tierras y la plantación de los olivos de un territorio tan hostil, en la que tantos sudores y tantas esperanzas dejaron nuestros antepasados.

El periodo culminante del laboreo en la sierra era (y es) el de la recolección de la aceituna, para la que los pueblos de Los Pedroches mandaban entonces a los mejor de sus sociedades, mujeres y hombres jóvenes que vivían su tiempo entre un trabajo durísimo y una algazara bromista, atrevida y alegre. La obra quiere recoger a esa gente viviendo en ese segundo momento, que se desarrollaba esencialmente de noche. Cuando la obra se representó, muchos de los espectadores que acudieron al estreno fueron parte de esa gente, se vieron reflejados en los personajes y la entendieron a la perfección.

Ahora que ese lenguaje se ha perdido, que se tienen por nuestros los cantos y los bailes que vinieron de fuera hace solo unos cuantos años, que hemos perdido casi toda la capacidad de sacrificio de nuestros abuelos y no plantamos nada que no sea de provecho mañana mismo, estaría bien que, cada cuatro o cinco años, se enseñara a unos cuantos actores aficionados, distintos cada vez, a cantar y bailar lo que fueron nuestras jotas, a decir lo que fueron nuestros dichos y a sentir lo que sintieron nuestros antepasados, y que todo eso se pusiera en escena. El teatro se llenaría solo con los familiares y amigos de los intervinientes en la función, se le habría hecho el mejor homenaje a los que tanto trabajaron pensando en nosotros, se enseñaría a la ciudadanía por qué el paisaje de la sierra es como es y, en fin, se daría al vecindario de Los Pedroches una lección de lo mejor de nuestra Historia.

*Creo necesario dar las gracias a Luis Lepe, Miguel Ángel Cabrera y María Luisa Sánchez, a los integrantes del grupo de teatro Jara, del grupo de baile La Faneguería y del grupo Aliara y a todas las personas que intervinieron en aquellas dos representaciones.

**Solienses hizo un comentario sobre la representación que puedes descargar aquí.



lunes, 25 de octubre de 2021

El hombre que amaba a Franco Battiato

Pasados cinco años desde que se editó, he recuperado los derechos de la novela El hombre que amaba a Franco Battiato y la he puesto a disposición del público como últimamente hago con todas mis obras, gratis en mi página web y en formato papel en Amazon (en pasta dura y blanda). Esta novela es especialmente querida para mí porque me divertí mucho escribiéndola, dado que en ella incluía los paisajes y las gentes que conocía a medida que visitaba a mis hijos, que se hallaban estudiando o trabajando en el extranjero, y porque en 2017 ganó el premio Solienses

La RESEÑA de la contraportada es la siguiente: 

Mientras obtenía información para un artículo periodístico, un joven se topa con una referencia sobre el original de un libro que se parece a las canciones de Franco Battiato, cuyo autor ha muerto en extrañas circunstancias. Determinado a encontrarlo, pronto se verá arrastrado por unos acontecimientos que lo llevarán a conocer a los influyentes miembros de una sociedad secreta de Sevilla, unidos entre sí por una perversión sexual, a experimentar lo más sublime de la amistad y el amor y a viajar a Nueva York y a varias ciudades de Europa.
 
El ambiente de los estudiantes Erasmus, la actividad de los titulados españoles en Alemania, el entorno de los premios literarios y los riesgos que se ocultan en el correo electrónico y en las páginas web son algunos de los marcos en los que se desenvuelve la historia, a la que no son ajenos el erotismo, la ternura y el humor y en la que nada es como parece, ni siquiera el final.



Otras entradas sobre la novela es este blog:


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miércoles, 6 de octubre de 2021

La última mirada

 

Hace unos años, Carmen y yo estuvimos en el taller de Rafael Sánchez Molina y yo dejé constancia de aquella visita aquí. Unos meses después, escribí otra pequeña entrada sobre él. O sobre su obra. O sobre el arte. O sobre la humildad. O sobre la calma. Escribí aquellas entradas sobre lo que su obra y él mismo me inspiraban, lo que es tanto como decir que en buena parte las escribí sobre mí mismo.

Rafael me las agradeció mucho, tal vez porque se vio comprendido como artista, lo que para alguien que intenta expresar emociones con su obra es muy gratificante.

Lo sé por experiencia. Y ahora lo digo por mi experiencia con él, porque Rafael siempre me hablaba de mis libros como yo siempre he querido que hablen de ellos los lectores, comprendiendo lo que he escrito, comprendiéndome.

Aunque no lo traté mucho, entre él y yo, en fin, había algo especial.

Había.

Hablo en pasado porque Rafael, que siempre me deseaba salud, ha muerto.

Los buenos pintores y las buenas personas se venden caras, Rafael. Y se venden caros los buenos lectores. Ahora que te has ido, me siento de todo un poco más huérfano.

Autorretrato de Rafael


miércoles, 14 de julio de 2021

La mochila de la mente, de Miguel Cardador

 

            Aunque han pasado una pila de años y mi memoria ya flaquea, parece que ahora estoy viendo a mis hermanos y a toda su pandilla de amigos sentados en el escalón de entrada (aquí lo llamamos batior) de la casa frontera a la mía, la de Carmen Trucios y Juan Amor, que era un poco más alto de lo común. El citado batior estaba justo frente a la puerta de mi casa, adonde llegaba el alboroto alegre de aquellos muchachos que, algunas veces, entraban y salían para ir hasta la antigua cuadra, cuyas paredes habíamos cubierto con pósteres de jugadores y equipos de fútbol que venían en el Marca y donde mi padre nos había instalado una mesa de ping-pong.

            Uno de aquellos niños era Miguel Cardador. A él lo recuerdo especialmente porque era especialmente simpático, especialmente vivo, especialmente extrovertido y especialmente hablador, porque era una persona especial, en suma. Lo recuerdo, además, porque desde entonces no ha dejado de estar de una forma o de otra en la vida social de mi pueblo, Pozoblanco, donde ha desempeñado mil y una tareas, y en la vida de mi familia, especialmente en la de mi hermano Miguel, de quien es íntimo amigo.

            Cuando Miguel Cardador puso en marcha su periódico Los Pedroches Información, quiso contar conmigo. Yo no había escrito nunca artículos de opinión y la experiencia me ayudó a adentrarme en mí mismo y me puso en contacto con un público muy amplio, del que recibí numerosas muestras de afinidad y aprecio. También contó conmigo cuando, después de un forzado silencio editorial, puso en marcha su periódico La Comarca. Es más, algunas veces me llamó para pedirme por favor que escribiera, porque por aquel entonces yo tenía la mente en otros proyectos y escribir artículos de opinión me daba como pereza.

            A mí nunca me dio directrices, ni yo he sentido el peso de ninguna línea editorial escribiendo para sus periódicos. Y me consta que así ha sido siempre con todo el mundo. Es más, yo creo que nunca ha habido un medio tan diverso y tan libre en Los Pedroches como aquel Los Pedroches Información en el que escribieron, entre otros muchos, Gabriel García de Consuegra, Pérez Zarco, Antonio Merino y yo mismo. Miguel Cardador, en fin, siempre me ha estado agradecido porque yo escribiera, mucho o poco, en sus periódicos, pero el que está agradecido soy yo, porque cuando nadie contaba conmigo, él sí lo hizo.

            Miguel Cardador, además, es lector paciente de mis libros. Para mí eso tiene mucho mérito porque yo no escribo pensando en los lectores, sino en crear belleza, porque generalmente no los presento y porque les doy muy poca publicidad. Los escasos lectores de mis libros son, en general, gentes que los leen sin compromiso alguno y me quieren sin admirarme, que es como yo quiero que me quieran.

            Miguel Cardador ha tenido mucha relevancia en la vida social de Pozoblanco de los últimos tiempos: ha sido concejal, ha sido uno de los grandes impulsores del fútbol modesto y, además del expresado papel de único editor de semanarios de Los Pedroches de la era reciente, ha tenido mucha relevancia en la radio y la televisión local. Miguel Cardador es deportista y escritor, tiene una personalidad arrolladora, un poder de convicción tremendo y una enorme facilidad para la comunicación. Miguel Cardador tiene carisma de líder y perfil de exitoso personaje de novela.  

            Y por todo eso, tiene mucha importancia para mí, y tiene mucha importancia para todo el mundo, que Miguel Cardador haya desnudado su mente (y su corazón) para mostrarnos que detrás de todo eso, detrás de su faceta como editor, como periodista y como empresario, detrás de su desparpajo y su alegría, de sus intervenciones en la radio y en la televisión, detrás de su capacidad y su éxito, hay una persona que sufre una enfermedad mental.

            Y lo ha hecho de la forma más pública posible, en un libro que recoge su experiencia con el trastorno obsesivo (no compulsivo), La mochila de la mente, que ha editado en Amazon, desde donde los beneficios irán a la Asociación de Familiares y Enfermos Mentales del Valle de los Pedroches (AFEMVAP), a quien ha cedido todos los derechos.

            «Con las enfermedades mentales no solo hay que salir del armario, sino que el armario hay que quemarlo», dice Miguel Cardador en su libro (pag. 119). Él ha salido del armario y lo ha quemado luego para dar la cara por todos los enfermos mentales, personas que han sufrido y siguen sufriendo la incomprensión de una sociedad que todavía hoy sigue en buena parte culpando a los propios enfermos de su enfermedad, como si ellos se la hubieran buscado y de ellos dependiera su curación. 

            Nadie conoce bien el dolor ajeno, por mucho que quiera razonarlo. Nadie como quien padece lo que tú para sentir lo que tú. La empatía es, fundamente, acompañar, y nadie acompaña tanto como el que, por haber sufrido lo que tú, sabe lo que de verdad pesa tu sufrimiento y te entiende. Por eso tienen tanta importancia testimonios como el que Miguel Cardador expone crudamente en su libro. «Me hago una idea de lo que estas personas tuvieron que padecer cuando la mayoría de ellos sufrieron la enfermedad sin tratamiento», dice (pag. 131). Él, que padece una enfermedad y sufre, se hace una idea de lo que sufren los otros y los acompaña, y los ayuda, porque les hace saber que no están solos.

            Y, de paso, nos ayuda a nosotros, los supuestamente sanos, los sanos por ahora, a entender lo frágil que es nuestra salud mental. No en vano, en esta vida toda buena salud es transitoria, pues tarde o temprano algo vendrá para aguarnos la fiesta. Ese algo bien puede ser una enfermedad mental. Conviene que todos pensemos en eso para extender sobre los enfermos mentales el amparo de la normalidad, esto es, para hacer que la sociedad sienta por todos los enfermos la misma comprensión y tenga con ellos la misma ayuda, sean del tipo que sean.


*Para acceder al libro, pincha sobre la imagen.







sábado, 26 de junio de 2021

Patrimonio de Los Pedroches. Natural, histórico, artístico y social

 

Aunque está editado en diciembre de 2020, hasta hace unos días no ha salido en la prensa provincial y comarcal la noticia de que había sido editado en formato digital (pdf) el libro titulado "Patrimonio de Los Pedroches. Natural, histórico, artístico y social", obra publicada por la Fundación Delgado Vizcaíno que, bajo la coordinación de Pedro López Nieves, han escrito Antonio Ángel Ballesteros Porras, Antonio María Cabrera Calero, Juan Bautista Carpio Dueñas, Luis Lorenzo González López, Pedro López Bravo, Pedro López Nieves, Juan Andrés Molinero Merchán,  Antonio Fermín Morillo Nogueras y Manuel Vacas Dueñas, cada uno de ellos experto en las distintas materias de que trata. Además, el libro va acompañado de 13 vídeos, cada uno de ellos de algo más de un minuto de duración, en los que se muestran imágenes, mayoritariamente aéreas, que ilustran los temas tratados.


En la introducción, los autores declaran que no se trata de una obra científica, sino divulgativa, en la que se pone a disposición del lector, "con profusión de imágenes y textos sencillos", información que permita conocer mejor Los Pedroches de una forma atractiva y asequible. Y, nada más abrir el libro, cualquier lector se dará cuenta de que esa declaración inicial es cierta, es más, de que ha sido formulada con un exceso de humildad, pues la obra está llena de detalles visuales (fotografías, planos, mapas, diagramas, etc.) y de una información presentada en escrupulosas parcelas que sintetizan los temas tratados y, juntas, forman un todo muy didáctico.

Todo en el libro está cuidado hasta el más mínimo detalle, y por el cariño y el afán pedagógico que rezuman sus páginas, se nota que quienes lo han hecho son de una forma o de otra de Los Pedroches y que, en su mayoría, son o han sido profesores. Para cualquier lector, y más especialmente para los lectores de la tierra que trata el libro, como es mi caso, abrir cada una de sus páginas, cualquiera de ellas, es encontrarse con un regalo para la vista y para el espíritu.


Y precisamente ahí es donde creo que está uno de los dos problemas que tiene el libro: el formato digital se le queda corto. Este debería ser uno de esos libros que se tienen acostados en el mueble del salón, junto a la televisión o el jarrón con las flores secas, y se coge de vez en cuando para abrirlo por cualquier sitio y darse el gusto durante un rato de ver unas cuantas de sus ilustraciones y leer alguna de sus parcelas. El volumen del libro (747 páginas) y la cantidad de ilustraciones a todo color hacen caro ese propósito, que, sin embargo, yo creo que deberían asumir los servicios de publicaciones de las instituciones, ya sean de los ayuntamientos más grandes de la comarca ya sea el de la Diputación, pues precisamente están para eso, para esto. Para llevar a cabo ese propósito, los autores y dichos servicios de publicaciones podían plantearse la posibilidad de trocear el libro en las cuatro partes que lo componen y publicarlo como parte de una colección sobre el patrimonio de Los Pedroches que tendría continuación. Así, además, podía solucionarse en el futuro el segundo problema que a mi juicio tiene el libro:

Y es que, aunque los autores aseguran que no han pretendido hacer una enciclopedia de Los Pedroches, al lector se le queda esa idea en la cabeza cuando termina de leerlo y, en consecuencia, se da cuenta de que hay temas que no han sido tratados o parcelas que no se recogen en los temas tratados. Si existiera una colección sobre el patrimonio de Los Pedroches, digital y en papel, estos autores u otros se sentirían animados a continuar con la hermosa labor de recoger el patrimonio de Los Pedroches. Si eso fuera así, no se me ocurren más que beneficios para todos: los servicios de publicaciones de los ayuntamientos cumplirían con su función; los investigadores y docentes se sentirían impulsados a trabajar en temas de su interés; los alumnos de los colegios tendrían un instrumento adecuado para conocer la realidad que los circunda y los que solo son lectores, como me ocurre a mí, tendrían otro volumen para abrir de vez en cuando y darse el pequeño placer de disfrutar un rato con él.

El libro puede descargarse gratuitamente aquí.


martes, 18 de mayo de 2021

Sobre el despoblamiento 4. En resumen

 

Algunas consultoras económicas estudian cuáles son los mejores lugares del mundo para vivir aplicando indicadores como la asistencia sanitaria, el acceso a la cultura, las opciones de ocio y el coste de la vivienda. Esos mejores lugares del mundo son los que atraen la voluntad y el talento y, en consecuencia, los que conquistan el desarrollo y la riqueza. Hacer de nuestro pueblo un lugar agradable, bien vertebrado socialmente y libre, hacerlo acogedor, en fin, es crear un medioambiente sano en el que puedan desarrollarse el talento y la voluntad, sean nuestros o sean de gente que venga de fuera.

¿Es fácil mantener la población o, incluso, incrementarla? No. ¿Es posible? Sí. ¿Cómo se hace? Para empezar, cambiando muchos esquemas. El primero, como se ha dicho, siendo conscientes de la importancia de contar con un medioambiente social adecuado y de que es inútil luchar contra el mundo que viene, como lo era fomentar la siega a mano ante la amenaza de las cosechadoras, de que hay que subirse al carro de la modernidad, observar lo que hacen los que triunfan e intentar imitarlos.

¿Cómo se hace? En el medioambiente social adecuado hay que ayudar a las personas que no quieren limitarse a sobrevivir, sino que quieran progresar.

Se dice muy a menudo, y es cierto, que donde un cobarde ve una amenaza, un valiente ve una posibilidad de éxito. En este sentido, hace unos meses pusieron en un canal de televisión un reportaje sobre la crisis que se está viendo en la provincia de Jaén en el que salieron dos tipos de personas: las que se quejaban y las que habían puesto en marcha proyectos de emprendimiento, todos innovadores, todos con mucho esfuerzo.

¿Cómo se hace? Dedicando más energía a los optimistas que a los pesimistas, mirando más al futuro que al pasado, escuchando más a los que trabajan que a los que se quejan, alentando más lo que nos une que lo que nos separa, dedicando más dinero a esa parte de la cultura que linda con la educación que a la que linda con el festejo, mirando menos la filiación personal y política de la gente que su perfil creativo, productivo y profesional, y así sucesivamente, poco a poco, medida a medida, con el fin de conformar una sociedad menos ensimismada con lo que fue que comprometida con lo que debe ser, más fuerte, más decidida, más consciente de su poder y más unida.

¿No querríamos que nuestro hijo fuera así, a fin de que pudiera afrontar con garantías el futuro que le aguarda en la vida? Pues lo mismo.



lunes, 17 de mayo de 2021

Sobre el despoblamiento 3. Las infraestructuras

 

Para que los medios personales antes citados puedan desarrollar en nuestros pueblos su proyecto vital, hacen falta infraestructuras. El proyecto vital (cuya misión es ser feliz) es algo más grande y más importante que el proyecto empresarial (cuya misión es ganar dinero), y cada vez adquiere más relevancia, y las infraestructuras son algo más que las redes de comunicaciones, los polígonos industriales y otras cosas parecidas. Digamos, para entendernos, que las personas, sus proyectos vitales y sus proyectos empresariales se desarrollan en un medioambiente social para el que hacen falta distintos tipos de infraestructuras, que yo he clasificado de la siguiente forma:

3.1.- Infraestructuras de fomento.

Son las primeras que nos vienen a la mente cuando hablamos de emprendimiento: carreteras, trenes, redes de telecomunicaciones, redes de electrificación, redes de aguas, redes de caminos, saneamiento, redes de digitalización y otras parecidas relacionadas con la ingeniería civil. Son fundamentales para el establecimiento de las grandes empresas, que necesitan de emplazamientos dotados de todos los servicios y miran con detalle los costes de producción y distribución.

La situación en la que estamos (lejos del mar y de las grandes vías de comunicación) y lo escaso de nuestra población no facilita que se construyan en nuestra zona grandes infraestructuras de fomento, por lo que difícilmente podrían instalarse en ella grandes empresas, pero sí podrían mejorarse muchas de las que existen, y podrían ejecutarse algunos proyectos que llevan mucho tiempo planteados, como las autovía Badajoz-Granada y Valencia-Lisboa, cuya puesta en marcha se vienen retrasando sistemáticamente. Para ello, hace falta acudir a las Administraciones que deciden con una sola voz, que no se tiene, pues nuestros representantes comarcales suelen presionar en la Diputación, la Comunidad y el Estado dependiendo de si el que gobierna es de su partido o no. Y hablando de presión, tampoco estaría de más que los principales interesados, esto es, los empresarios ya instalados, presionaran con una sola voz allá donde más pueden, que es en los Ayuntamientos, para que se mejoraran las infraestructuras municipales relacionadas con la producción.

Aunque siempre se pueden tener más y mejores infraestructuras de fomento, me parece un error achacar todos los problemas de despoblación y emprendimiento a la ausencia de esas infraestructuras y su solución a la implantación de unas nuevas y mejores. Es más, el desarrollo de determinadas infraestructuras, especialmente de comunicación, puede suponer una causa para el despoblamiento. En el sur de Córdoba, por ejemplo, la restauración notó muy negativamente la apertura de la autopista de Málaga, pues muchos de los vecinos de esos pueblos empezaron a pasar el fin de semana en la costa. En el mismo sentido, en Cerro Muriano se notó la apertura de la variante. En los pueblos de Los Pedroches, se notó la mejora de las carreteras, lo que ocasionó que mucha gente se desplazara a comprar a Pozoblanco. En Pozoblanco, se notó la mejora de la carretera de Córdoba. Y así sucesivamente.

Lo que importa de verdad es la disposición de los habitantes de un lugar para aprovecharse de las infraestructuras que hay. Dos localidades distan entre sí lo mismo, se parta de una o se parta de otra, pero si solo los habitantes de una están dispuestos a vender bienes y prestar servicios, los de la otra se empobrecerán sin remedio.

Que las infraestructuras, aun siendo importantes, no es lo que más importa lo ponen de manifiesto proyectos personales y empresariales que se ponen en marcha en pueblos de la España interior y triunfan. Así, conozco a personas que han vendido por internet toda su producción de aceite unos cuantos días después de la cosecha; he leído numerosos casos de éxito de empresas nacidas en poblaciones pequeñas mucho peor comunicadas que las nuestras; y la prensa da continuamente noticias de personas que se van a trabajar a pueblos de la España interior o a las islas, para hacer desde una habitación el trabajo que antes hacían desde una oficina.



3.2.- Infraestructuras del bienestar.

Son los centros de salud, hospitales, escuelas, centros deportivos, centros culturales, parques y jardines, centros para la juventud y la tercera edad y un largo etcétera similar. En el Estado del Bienestar en el que vivimos, para que la gente esté a gusto y quiera vivir en una población, debe tenerlos cerca. Nosotros, en general, los tenemos, y muy buenos. Yo diría que en muchos casos se encuentran sobredimensionados para la población que hay, que podrían albergar mucha más gente o tener muchos más usuarios. Por eso, de lo que se trata es de saber vender su existencia y sus bondades.

Aunque la seguridad ciudadana es una de las primeras obligaciones que asumieron los Estados y técnicamente no se corresponde con lo que se entiende por bienestar, la incluyo aquí porque ha cambiado su función, que ahora es la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos, depende en buena parte del Estado y tiene mucho que ver con el dinero que se invierta en ella. La seguridad ciudadana, que en general es muy buena en España, es especialmente buena en los núcleos rurales, y más especialmente aún en Los Pedroches. Aunque no somos conscientes de ese valor, es uno de los que más bienestar genera en las personas, que tienen a la tranquilad como uno de los principales bienes a la hora de decidir dónde fijar su residencia. Como ocurre con el resto de infraestructuras sociales, hay que cuidarlo, ofrecerlo y saber venderlo.


3.3.- Infraestructuras normativas.

Son las leyes, reglamentos y demás disposiciones que hacen atractivo un lugar. En general, las normas que rigen para un territorio no discriminan a un lugar sobre otro, con el argumento de que lo contrario sería ir contra el principio de igualdad de los españoles. Las normas estatales se aplican a todos los españoles por igual. Las andaluzas, a todos los andaluces. Y las cordobesas, a todos los cordobeses. Y ello aunque la situación sea muy diferente en unos lugares y en otros. Es decir, se está tratando bajo el principio de igualdad situaciones muy desiguales de origen, con lo que, en realidad, no se está corrigiendo la desigualdad, sino que se está fomentando. El problema está tan poco reconocido que hasta el Defensor del Pueblo Andaluz ha caído en la trampa de la falsa igualdad cuando ha señalado a los Ayuntamientos que, para evitar problemas con el empleo público como el que se expresa más adelante,  premian a los vecinos de sus municipios sobre otros.

Que la solución es posible a la luz de la Constitución lo dan normas que discriminan en función del sexo y la discapacidad con el fin de equilibrar las situaciones de origen, o que discriminan favorablemente a los empleados públicos de las islas y Ceuta y Melilla. Se trata de disposiciones sobre fiscalidad, principalmente, pero también en materia de subvenciones y de empleo público.

En este último sentido, los Ayuntamientos se encuentran desarmados legalmente cuando a la hora de contratar a sus empleados, incluso temporales, quieren aplicar cualquier medida discriminatoria en favor de los habitantes de su municipio o de su zona. Ello da lugar a que en no pocas ocasiones, tras la culminación de un arduo proceso de selección, la elegida para el puesto sea una persona que nada tiene que ver con la comarca en la que debe vivir, por lo que muy probablemente iniciará enseguida las gestiones para buscar otro trabajo lejos, que de conseguir dejará la plaza vacante. El mismo problema existe con los trabajadores de los hospitales, con los cuadros de la Administración Estatal o Autonómica, con los profesores, etc., muchos de los cuales evitan ocupar los puestos de trabajo de la España rural, que o quedan vacíos o en una situación de precariedad. Que esos puestos estuvieran premiados de alguna forma, con el fin de hacerlos más atractivos, resulta esencial para el empleo público de las zonas rurales, y, en consecuencia, para las zonas rurales en general.

Ayudas y mejor fiscalidad para los emprendedores, estímulos para los empleados estatales y autonómicos que decidan trabajar en estas zonas y discriminación positiva para los residentes en el acceso al empleo público generado en sus municipios o en su comarca pueden ser medidas operativas para luchar contra la despoblación, y no cuestan mucho dinero.



3.4. Infraestructuras sociales

Las asociaciones agrupan a los ciudadanos por áreas de actividad (cultural, deportiva, económica, etc.), cubren demandas específicas de los ciudadanos y llevan a los poderes públicos las inquietudes de sus asociados, por lo que son un instrumento fundamental en la vertebración de la sociedad y, en lo que a este artículo interesa, su buen funcionamiento es determinante para lograr una sociedad más libre, más acogedora y mejor armada para el desarrollo.  

En nuestra zona hay muchas y de casi todas las áreas, pero no vertebran suficientemente a la sociedad. Una de las causas del problema es que hay muy pocas personas con interés en asumir cargos directivos, con lo que en no pocas ocasiones dichos puestos son asumidos por los únicos que quieren, que no siempre son los más adecuados. Otra causa, que existe la tentación totalitaria de los partidos políticos de colocar en los puestos directivos más relevantes a personas afines a su ideología, a fin de convertir las asociaciones en una extensión más del partido. Y otra causa, que las asociaciones se vuelven dependientes de las subvenciones, con lo que sus fines pierden su sentido original y evolucionan hacia algo que les dé dinero, además de convertirlas en instituciones resignadas y dóciles. 

Fomentar el asociacionismo, fomentar la ocupación de cargos directivos, fomentar la libre expresión de las asociaciones y dar más valor a los proyectos asociativos de futuro que de nostalgia es labor de todos, pero especialmente de los Ayuntamientos.



3.5.- Infraestructuras emocionales.

Las emociones tejen redes que se entrelazan formando una especie de infraestructura que da soporte al espíritu de las personas. La familia, la amistad, las relaciones de trabajo, la ideología política, la religión y hasta la afición por un equipo de fútbol unen a las personas formando grupos que, en algunos casos, las separan del resto.

Las infraestructuras emocionales son fundamentales para determinar el grado de bienestar que siente una persona cualquiera en la colectividad a la que pertenece y son más importantes cuanto más pequeña es esa comunidad. Se ve claramente en la familia, en el grupo de amigos y en el trabajo. Cuanto mejor se lleva la familia, más veces se reúne. Cuanto más intensa y más sincera es la amistad, más necesidad de contactar con los amigos. Cuando más alta es la retribución emocional, más ganas de quedarte en el puesto de trabajo que ocupas, aunque la retribución en dinero sea menor.

En un pueblo pequeño las emociones están muy ligadas al concepto de vecindad, pues el vecino es mucho más que la persona que vive al lado de tu casa y el resto de los habitantes del pueblo son algo más que tus conciudadanos. En un pueblo pequeño sientes más la cercanía emocional de los otros, que te conocen y saben lo que haces y viceversa. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre las principales ventajas están que dispones de más tiempo y más sosiego y que te sientes más acompañado. Entre los principales inconvenientes, que esa cercanía te quita intimidad y que la proximidad no deja al olvido ejercer su necesaria función de limpieza, por lo que la memoria de los agravios se perpetúa e incluso se transmite de generación en generación.

Pero hay más ventajas e inconvenientes. Los pueblos, por ejemplo, pueden estar divididos por la ideología política hasta el punto de hacer imposible una conversación abierta y sincera entre amigos o dividir al conjunto de los vecinos entre los bares del pueblo, de modo que los de una ideología van a un bar y de la otra, a otro, sin permitirse nunca una excepción. Cuando existen divisiones de este tipo, la convivencia se hace incómoda, poco gratificante, resulta un lastre para los que viven en el pueblo y provoca rechazo a los que vienen de fuera. Lo hemos visto en los pueblos de España donde se ha extendido el nacionalismo y lo vemos en cualquiera de nuestros pueblos cuando la ideología prima sobre la familia, sobre la amistad y sobre la buena vecindad. Cuando la ideología prima sobre lo que más debería unirnos y prima sobre las ideas, en fin.

Cuando la ideología, que siempre es parcial y casi siempre es irracional y sectaria, se mete en las relaciones entre las personas, provoca división y genera sufrimiento. Las sociedades, como las personas, sufren. Deberían saberlo los líderes políticos y sociales de nuestros pueblos que, en lugar de generar tolerancia, armonía y bienestar, producen división y siembran la discordia bajo el argumento (con la excusa, en realidad) de estar procurando el bien común, y tras los que en no pocas ocasiones se hallan aspiraciones, frustraciones o intereses de partido o personales.

Ni siquiera para lo esencial son capaces de dialogar y ponerse de acuerdo muchos de nuestros dirigentes políticos, casi siempre a remolque de la estrategia electoral, como ponen de manifiesto los noticieros comarcales, que son en realidad meros altavoces de los comunicados que les llegan, bien para hacer ostentación de las subvenciones conseguidas y las inauguraciones (los que vienen de los gobiernos locales), bien para expresar los deslices del alcalde (los que vienen de la oposición).

Ya hemos dicho aquí que de lo que se trata es de crear el medioambiente social más adecuado para hacer atractivo el núcleo rural, a fin de que se desarrollen en él, como ocurre en un medioambiente natural (en un ecosistema biológico), un bienestar suficiente que haga nacer y crecer la población. Pues bien, el medioambiente social está formado por personas, y las personas se rigen fundamentalmente por emociones. En general, queremos vivir donde nos sentimos mejor, más cómodos y mejor tratados, donde vamos a disfrutar más momentos de alegría y más contentas van a estar las personas que queremos, donde más próxima estará esa felicidad a la que aspiramos como seres humanos.

Los núcleos rurales pueden ser amables con sus vecinos y con los forasteros o no, pueden ser cómodas o incómodas para el espíritu, pueden ser tolerantes y hospitalarias o pueden ser cerradas e intransigentes. Una sociedad amable, cómoda y tolerante generará bienestar y, en consecuencia, riqueza para sus habitantes, en tanto que una sociedad desagradable, incómoda y fastidiosa solo generará sufrimiento, hastío y pobreza.

Las infraestructuras emocionales son las más baratas, su importancia no es baladí para el desarrollo económico de los pueblos y son determinantes para la felicidad de las personas. A poco listos que fuéramos los ciudadanos, distinguiríamos a las personas tóxicas, que generan discordia, de las que generan equilibrio y bienestar, y rechazaríamos a unas en tanto buscábamos la proximidad de las otras.



domingo, 16 de mayo de 2021

Sobre el despoblamiento 2. El talento y la voluntad

 

El principal recurso de que dispone cualquier grupo humano es el carácter de sus miembros. Las sociedades fuertes, como las personas fuertes, no son las que más músculo tienen, sino las que poseen más disposición para enfrentarse a su destino y más capacidad de sufrimiento. Aunque pocas, cada vez menos, en nuestros pueblos aún hay personas de ese tipo, gente trabajadora y sufrida que estaría dispuesta a entregar su tiempo y arriesgar su dinero para poner en marcha un proyecto vital que mejore la vida de su familia y la suya.

Durante mucho tiempo, demasiado, no se ha tenido en cuenta que esos proyectos personales eran un bien para la comunidad y no se han apoyado suficientemente o, incluso, se han mirado con recelo, muchas veces por envidia y, siempre, por ignorancia, pues todo éxito personal es a la postre un éxito colectivo. En no pocas ocasiones, el emprendedor local se ha encontrado con el lastre de la incomprensión de sus vecinos y un exiguo apoyo institucional, y o se ha aburrido y se ha convertido en uno más o se ha tenido que ir del pueblo.

Desde los Ayuntamientos se ha dedicado mucho esfuerzo a intentar recuperar el pasado, casi siempre desde la nostalgia, y a intentar mantener el presente, en no pocas ocasiones cuando el presente ya no tenía futuro, y no se han dedicado esfuerzos suficientes a intentar buscar el futuro, que está en la digitalización, los servicios y la explotación racional de los recursos naturales.

Hay que identificar el talento y la voluntad local y apoyarlo, tanto de los que quieren llevar a cabo proyectos empresariales como de los que, simplemente, quieren formarse y trabajar en las áreas de la actividad con futuro o llevar a cabo proyectos de bienestar. Hay que convertir, en fin, esos mal llamados "planes de empleo" en planes de empleo de verdad, que premien el trabajo, el coraje y la valentía.

Pero eso ya no es suficiente: hay que procurar que vuelva el talento y la voluntad de los que se fueron. Todos ellos conservan los recuerdos y muchos aún conservan la casa. Le tienen apego a esta tierra, que siguen considerando la suya, vuelven siempre que pueden y sueñan con enterrarse aquí. Ellos saben mejor que nadie lo que es empezar desde cero y lo que vale el trabajo y la capacidad de sacrificio. Quieren a su tierra, pero desconfían de ella porque no los trató bien, y pueden comparar las posibilidades que les ofrece nuestro territorio con el lugar donde ahora viven y con otros muchos.

Recuperarlo es difícil, pero no imposible. Como tampoco es imposible atraer a personas que nada tienen que ver con nuestra tierra. En otros sitios lo están haciendo. Ahora, se valoran bienes inmateriales que antes no se tenían en cuenta, como el medioambiente físico y la tranquilidad, que abundan en nuestra zona. Y, ahora, se tiene acceso inmediato desde cualquier sitio a la mayor parte de los servicios que demandan los ciudadanos (casi todos relacionados con Internet) o en unas pocas horas se planta uno en una ciudad, en el aeropuerto más cercano o en la costa. Además, aquí todo es mucho más barato, empezando por la vivienda, que en las ciudades tiene precios casi prohibitivos.

Atraer a los que nada tienen que ver con nosotros no es fácil, pero la progresiva implantación del teletrabajo, nuestro medio físico, la conciencia ecológica y nuestros mejores precios nos benefician, y hay que intentar aprovecharlo.

sábado, 15 de mayo de 2021

Sobre el despoblamiento 1. Con cuidados paliativos

En la España interior, y muy especialmente en Los Pedroches, se está produciendo desde hace años un proceso de profundo despoblamiento, que no ha sido percibido como un problema por los agentes sociales sino hasta fechas muy recientes, aunque sus efectos negativos se vienen sintiendo desde hace mucho tiempo en todos los ámbitos de la vida social. Incluso en los días que corren, no se tiene un diagnóstico claro del problema, más allá de una exposición más o menos amplia de las cifras, por lo que nadie ha redactado un programa global de actuación que ataque de raíz las causas del mismo. Del problema solo se han conocido los efectos, que son evidentes, y hacia lo efectos han sido planteadas las soluciones, lo que es tanto como intentar acabar con un conflicto social aplacando las cuestiones de orden público que genera o como tratar de curar una enfermedad con remedios para la fiebre y los dolores.

En Andalucía, esas soluciones contra los efectos del despoblamiento han consistido en convocar sucesivos planes de empleo que, en realidad, tenían como único fin la contratación de personas, que luego accedían a subsidios y, luego, a nuevos contratos que les servían para acceder a más subsidios. Incluso los programas activos de empleo, cuyo ejemplo más palpable han sido los talleres de empleo, se han orientado hacia el presente de un sueldo para un trabajador, no hacía el futuro de una persona con nuevas capacidades laborales o emprendedoras.

El balance de las actuaciones públicas realizadas en Andalucía contra los efectos del despoblamiento tiene su lado positivo y su lado negativo. Del lado positivo están que se ha ralentizado la bajada del censo y se ha garantizado un nivel de vida digno a buena parte de la población. Del negativo, el efecto más importante es que se ha fomentado una economía de subsistencia, complementaria de los sueldos y los subsidios públicos, en muchas ocasiones incluida en una economía sumergida contra la que no podían competir los emprendedores legalizados, que frecuentemente han cerrado sus negocios para incorporarse, también ellos, al sistema de subsidios y economía sumergida o se han ido de la localidad.

Dado que no se han atacado las causas, sino los efectos, el problema original sigue vigente (aunque mitigado en parte) y, ahora, además, con el componente de la apatía arraigado en buena parte de la población. Dicho de otra forma, la enfermedad ha seguido su curso mientras se combatían los síntomas y ahora la sociedad de nuestros pueblos es un enfermo terminal que demanda cada vez más sedantes.

Como casi todo el talento ha emigrado y se ha deteriorado la energía de la mayoría de los que se han quedado, los pueblos de Los Pedroches cuentan con una masa cada vez menor de vecinos que, en buena parte, han perdido la iniciativa empresarial y para la formación, trabajan ocasionalmente en una actividad sumergida, no cubren los puestos de trabajo más penosos y menos remunerados (como los relacionados con las campañas agrícolas de recogida), no se adiestran para cubrir el mercado laboral (escasean profesionales como fontaneros o carpinteros y pronto escasearán los albañiles) y esperan la llamada del Ayuntamiento.

El problema está inmerso en un cambio de paradigma productivo que parece similar al que sucedió en los años 60 del pasado siglo, cuando la mecanización del campo expulsó del mismo a casi toda la masa campesina y la llevó a los polos industriales de las ciudades o, incluso, al extranjero. Digo que el cambio parece similar, solo que “parece”, porque entonces los pueblos no tenían forma alguna de defenderse, en tanto que ahora sí disponen de algunos medios para ello, que, en realidad, son los mismos que utilizan los que los amenazan.

Me refiero, fundamentalmente, a las comunicaciones y la logística. El sistema productivo de nuestros núcleos rurales está siendo amenazado porque desde cualquiera de sus casas se puede pedir un producto fabricado en cualquier parte del mundo que llegará a esa casa casi sin coste y en cuestión de días. Contra esta amenaza, todas las Administraciones, y en particular los Ayuntamientos, están haciendo campañas de sensibilización de los consumidores para que se compren productos de proximidad en comercios de proximidad. En estos días de pandemia, además, se está ayudando a productores y prestadores de servicios de una forma directa, por el mero ejercicio de la actividad o para que puedan hacer frente a suministros relacionados con la seguridad sanitaria.

Eso está bien, y más ahora, pero resulta de todo punto insuficiente, porque limitarse a mantener lo que hay es la mejor forma de no mantener lo que hay, pues no se puede ir contra el rodillo de la modernidad, por mucho que esa modernidad nos pese. Máxime, cuando existe una posibilidad de engancharse el ritmo de los tiempos incluso aquí, en una zona rural apartada que no está tan apartada como nos creemos, pues si cualquier producto fabricado lejos puede ponerse en nuestros pueblos en cuestión de días, por la misma razón y en el mismo vehículo puede ponerse cualquier producto de nuestros pueblos en cualquier parte del mundo en el mismo tiempo. Y hay más, si desde cualquier parte del mundo se nos prestan servicios al instante, también nosotros podemos prestar esos mismos servicios al instante a cualquier parte del mundo.

La digitalización y la facilidad en las comunicaciones que nos amenazan nos ofrecen también la salvación, como está demostrando el teletrabajo y como ya está ocurriendo en otros lugares y ocurre con otras personas solo diferentes de nosotros en que han puesto su talento y su voluntad a trabajar. 



jueves, 18 de marzo de 2021

El farero (¿Y si todo estaba planeado?)

Hace como treinta años, mientras paseaba con Carmen por La Coruña, descubrí en el escaparate de una tienda de arte el póster de un faro a punto de ser engullido por un mar en tempestad. La fotografía mostraba al farero en la puerta de la construcción, con las manos metidas en los bolsillos, y al faro rodeado de un impresionante anillo de agua y espuma, en lo que parecía el momento anterior al fin de todo. Era tarde y la tienda estaba cerrada, pero a la mañana siguiente volvimos y compramos el póster, que enmarcamos y colocamos en nuestra habitación, justo encima de la cama, donde lleva desde entonces.

La fotografía es una conocida obra de Jean Guichard tomada en el faro de La Jument (Bretaña, Francia). El farero se llamaba Théodore Malgorne, que en el último instante salvó la vida.

Yo siempre vi en el farero de aquella foto una alegoría de mi profesión, secretario de Ayuntamiento. El secretario está en el meollo de todos los conflictos de una pequeña comunidad local, que pueden llegar a ser verdaderamente tormentosos: los que existen entre los trabajadores y la empresa, entre los ciudadanos y el poder, entre el hecho y el Derecho y, particularmente, entre los mismos políticos, el que le es más duro de sobrellevar, pues él tiene acceso a toda la información y sabe cuánto más y cuánto mejor podría hacerse por el pueblo si los concejales, en lugar de ahondar en los puntos que los separan, buscaran los que los unen y miraran a cada vecino no como un posible votante, sino como un ciudadano.

El secretario de Ayuntamiento sabe y calla. Al secretario de Ayuntamiento, en especial cuando el vecindario es escaso, le duele el Ayuntamiento que le paga y el pueblo al que en último extremo sirve y casi nunca lo comprende, pues quienes deciden lo suelen utilizar como escudo cuando la decisión no les es favorable. La de secretario de Ayuntamiento es, en fin, una profesión muy literaria, que sin embargo no ha sido tratada suficientemente por la Literatura.

Yo, que soy secretario de Ayuntamiento y soy aficionado a escribir, andaba queriendo armar una novela que hablara de mi profesión cuando descubrí la fotografía de Jean Guichard y uní la imagen del farero a la idea de alguien capaz de lidiar con todas las tormentas de la vida, singularmente las políticas, como idea central de una posible historia. Casi nunca escribo sobre guion, así que me puse a escribir. Lo hice durante unos dos años, y lo que acabó cuajando fue una historia que no detallo porque me refiero a ella en la reseña que sigue a este comentario. Luego, vinieron más de seis años en los que la novela estuvo en un cajón y, en 2005, un premio literario que la sacó del ostracismo y la metió en los circuitos comerciales.

Pasados más de quince años de aquello, he recobrado los derechos sobre la obra y la he reformado profundamente para adaptarla a la conciencia de la época y a mí mismo, de manera que quien haya leído la versión anterior encontrará ahora una construcción reconocible, pero más enérgica, más profunda y, en último término, más intensa y más hermosa.

Mi intención era, además, adecentarla y ponerla guapa antes de darle al público en general la posibilidad de adquirirla en papel o, si quiere, de descargarla gratis a través de mi página. El farero, que andaba rodando por ahí, de web en web, sin permisos y sin los requisitos técnicos suficientes, puede circular ya con todas mis bendiciones, corregida y reformada, para mayor provecho de quienes tengan a bien la voluntad de leerla.

Antes de terminar, creo obligado mencionar la colaboración de Jorge García y Miguel Castilla, a quienes suelo acudir cuando en esto de la Literatura dudo o necesito ayuda. La obra original estaba dedicada a Carmen María, que entonces compartía conmigo el lecho que había junto a la foto del faro, y lo está dedicada ahora la obra reformada, ahora, que la foto continúa en el mismo sitio y todo sigue esencialmente igual en nosotros y entre nosotros.

Por cierto, también los dos protagonistas masculinos de la novela tienen la foto del faro de La Jument  sobre el cabecero de su cama.

La portada es de  Pablo Daniel Rodríguez (Dragonbookcovers.com)

Reseña de la contraportada

Huyendo de una experiencia traumática, un funcionario pide ser destinado como secretario al Ayuntamiento de Yermo, un pequeño pueblo del interior de España. Nada más llegar, unos extraños sucesos lo ponen ante una terrible evidencia: su antecesor en el cargo previó su propio asesinato y tejió un plan perfecto para comprobar si su sucesor merecía acceder al excepcional conocimiento que lo llevó a él hasta la tumba de una forma atroz. Ante la mirada expectante de unos enemigos imprecisos, el nuevo secretario se ve fatalmente arrastrado a vivir la misma vida que su antecesor –amores incluidos– y, quizá, a tener su mismo fin.

El farero es un apasionante thriller psicológico, una novela de erotismo y misterio en la que los personajes, especialmente los femeninos, quedan perfectamente descritos por el ágil e intenso discurso de la narración. El amor, la pasión, el rencor, la envidia y la ambición se manifiestan con violencia en el alma de los protagonistas, hombres y mujeres contemporáneos que actúan bajo el influjo de una personalidad excepcional cuyo dueño nunca está presente e impulsados por el afán de mitigar su propia soledad. 

El Farero ganó el I premio Almuzara de novela


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