24-4-2020
Si una familia que gana
100 quiere vivir como el vecino, que gana 120, puede endeudarse por 20 con un
banco. Y el año que viene, cuando tenga que pagar los 20 al banco, se los puede
pedir a otro para pagarle al primero. Aunque quizá a esos 20 haya que sumarle
otros 10, porque el vecino ya gana 130. 30 que habrá que pedirle a un tercer
banco para pagarle al segundo. Y así un año y otro, acumulando deuda que debe devolverse
con intereses, aunque parezca que no, porque siempre hay quien está dispuesto a
prestarte.
La familia podría
gastarse el dinero que le da el banco en bienes de futuro, es decir, en una
buena educación para los hijos, o en una furgoneta más grande, porque el padre
es repartidor y así podría llevar más mercancía, o en ampliar la tienda que
tiene la madre, pero se lo gasta en mantener el mismo nivel de vida que los
vecinos, de manera que siempre gana lo mismo, o incluso menos en términos
relativos, porque tienen que destinar buena parte de sus ingresos a pagar
intereses, en tanto que los vecinos, que sí se lo gastan en mejorar sus propias
empresas, cada vez ganan más.
La familia vive bien
manteniendo la ficción de que gana 120, 130, 140, como el vecino, aunque solo
gane 100. Los bancos también viven bien, porque siempre acaban cobrando lo que
prestaron y los intereses. Y viven bien los vecinos, que son comerciantes y,
por lógica, venden más a quien gana 140 que a quien gana 100. A todo el mundo,
en fin, parece que le viene bien.
Pero puede ocurrir
que la familia tenga un bache, que el padre caiga enfermo, por ejemplo, y no
pueda salir a repartir con la furgoneta. Entonces, es posible que el banco que
toca ese año no quiera prestarle dinero para pagar al banco anterior, o que le
quiera cobrar unos intereses mucho más altos, dado que se ha incrementado mucho
el riesgo de que puedan devolvérselo. Entonces, todo el sistema se muestra como
lo que era realidad, un mal tinglado, y se viene abajo.
¿Y los hijos de la
familia? Los hijos siempre llevan las de perder: los hijos son los que, en el
mejor de los casos, pagarán la deuda que deja la familia, esa que parece que
nunca se pagará. Los hijos venden su trabajo o sus servicios por un precio
inferior a los hijos de los vecinos, que trabajan en empresas más competitivas
y pueden pagarles más. Los hijos, si la familia quiebra, tendrán que trabajar
hasta bien avanzada la vejez y, luego, cuando finalmente se jubilen, tendrán
menos dinero para sus gastos.
Ahora, pongan Estado
español donde he puesto familia, pongan jóvenes donde he puesto hijos y pongan
pandemia de coronavirus donde he puesto que el padre cae enfermo y se harán
cargo de la situación.