Para que los medios personales
antes citados puedan desarrollar en nuestros pueblos su proyecto vital, hacen
falta infraestructuras. El proyecto vital (cuya misión es ser feliz) es algo
más grande y más importante que el proyecto empresarial (cuya misión es ganar
dinero), y cada vez adquiere más relevancia, y las infraestructuras son algo
más que las redes de comunicaciones, los polígonos industriales y otras cosas
parecidas. Digamos, para entendernos, que las personas, sus proyectos vitales y
sus proyectos empresariales se desarrollan en un medioambiente social para el
que hacen falta distintos tipos de infraestructuras, que yo he clasificado de
la siguiente forma:
3.1.- Infraestructuras de
fomento.
Son las primeras que nos vienen a
la mente cuando hablamos de emprendimiento: carreteras, trenes, redes de telecomunicaciones,
redes de electrificación, redes de aguas, redes de caminos, saneamiento, redes
de digitalización y otras parecidas relacionadas con la ingeniería civil. Son
fundamentales para el establecimiento de las grandes empresas, que necesitan de
emplazamientos dotados de todos los servicios y miran con detalle los costes de
producción y distribución.
La situación en la que estamos
(lejos del mar y de las grandes vías de comunicación) y lo escaso de nuestra población
no facilita que se construyan en nuestra zona grandes infraestructuras de fomento,
por lo que difícilmente podrían instalarse en ella grandes empresas, pero sí
podrían mejorarse muchas de las que existen, y podrían ejecutarse algunos
proyectos que llevan mucho tiempo planteados, como las autovía Badajoz-Granada
y Valencia-Lisboa, cuya puesta en marcha se vienen retrasando sistemáticamente.
Para ello, hace falta acudir a las Administraciones que deciden con una sola
voz, que no se tiene, pues nuestros representantes comarcales suelen presionar
en la Diputación, la Comunidad y el Estado dependiendo de si el que gobierna es
de su partido o no. Y hablando de presión, tampoco estaría de más que los
principales interesados, esto es, los empresarios ya instalados, presionaran
con una sola voz allá donde más pueden, que es en los Ayuntamientos, para que
se mejoraran las infraestructuras municipales relacionadas con la producción.
Aunque siempre se pueden tener
más y mejores infraestructuras de fomento, me parece un error achacar todos los
problemas de despoblación y emprendimiento a la ausencia de esas infraestructuras
y su solución a la implantación de unas nuevas y mejores. Es más, el desarrollo
de determinadas infraestructuras, especialmente de comunicación, puede suponer una causa para el despoblamiento. En el sur de Córdoba, por ejemplo, la
restauración notó muy negativamente la apertura de la autopista de Málaga, pues
muchos de los vecinos de esos pueblos empezaron a pasar el fin de semana en la
costa. En el mismo sentido, en Cerro Muriano se notó la apertura de la
variante. En los pueblos de Los Pedroches, se notó la mejora de las carreteras,
lo que ocasionó que mucha gente se desplazara a comprar a Pozoblanco. En
Pozoblanco, se notó la mejora de la carretera de Córdoba. Y así sucesivamente.
Lo que importa de verdad es la
disposición de los habitantes de un lugar para aprovecharse de las
infraestructuras que hay. Dos localidades distan entre sí lo mismo, se parta de
una o se parta de otra, pero si solo los habitantes de una están dispuestos a
vender bienes y prestar servicios, los de la otra se empobrecerán sin remedio.
Que las infraestructuras, aun
siendo importantes, no es lo que más importa lo ponen de manifiesto proyectos personales
y empresariales que se ponen en marcha en pueblos de la España interior y
triunfan. Así, conozco a personas que han vendido por internet toda su
producción de aceite unos cuantos días después de la cosecha; he leído
numerosos casos de éxito de empresas nacidas en poblaciones pequeñas mucho peor
comunicadas que las nuestras; y la prensa da continuamente noticias de personas
que se van a trabajar a pueblos de la España interior o a las islas, para hacer
desde una habitación el trabajo que antes hacían desde una oficina.
3.2.- Infraestructuras del
bienestar.
Son los centros de salud,
hospitales, escuelas, centros deportivos, centros culturales, parques y
jardines, centros para la juventud y la tercera edad y un largo etcétera
similar. En el Estado del Bienestar en el que vivimos, para que la gente esté a
gusto y quiera vivir en una población, debe tenerlos cerca. Nosotros, en
general, los tenemos, y muy buenos. Yo diría que en muchos casos se encuentran
sobredimensionados para la población que hay, que podrían albergar mucha más
gente o tener muchos más usuarios. Por eso, de lo que se trata es de saber
vender su existencia y sus bondades.
Aunque la seguridad ciudadana es
una de las primeras obligaciones que asumieron los Estados y técnicamente no se
corresponde con lo que se entiende por bienestar, la incluyo aquí porque ha
cambiado su función, que ahora es la defensa de los derechos y libertades de
los ciudadanos, depende en buena parte del Estado y tiene mucho que ver con el
dinero que se invierta en ella. La seguridad ciudadana, que en general es muy
buena en España, es especialmente buena en los núcleos rurales, y más
especialmente aún en Los Pedroches. Aunque no somos conscientes de ese valor,
es uno de los que más bienestar genera en las personas, que tienen a la
tranquilad como uno de los principales bienes a la hora de decidir dónde fijar
su residencia. Como ocurre con el resto de infraestructuras sociales, hay que
cuidarlo, ofrecerlo y saber venderlo.
3.3.- Infraestructuras normativas.
Son las leyes, reglamentos y
demás disposiciones que hacen atractivo un lugar. En general, las normas que
rigen para un territorio no discriminan a un lugar sobre otro, con el argumento
de que lo contrario sería ir contra el principio de igualdad de los españoles.
Las normas estatales se aplican a todos los españoles por igual. Las andaluzas,
a todos los andaluces. Y las cordobesas, a todos los cordobeses. Y ello aunque
la situación sea muy diferente en unos lugares y en otros. Es decir, se está
tratando bajo el principio de igualdad situaciones muy desiguales de origen,
con lo que, en realidad, no se está corrigiendo la desigualdad, sino que se
está fomentando. El problema está tan poco reconocido que hasta el Defensor del
Pueblo Andaluz ha caído en la trampa de la falsa igualdad cuando ha señalado a
los Ayuntamientos que, para evitar problemas con el empleo público como el que
se expresa más adelante, premian a los
vecinos de sus municipios sobre otros.
Que la solución es posible a la
luz de la Constitución lo dan normas que discriminan en función del sexo y la
discapacidad con el fin de equilibrar las situaciones de origen, o que
discriminan favorablemente a los empleados públicos de las islas y Ceuta y
Melilla. Se trata de disposiciones sobre fiscalidad, principalmente, pero
también en materia de subvenciones y de empleo público.
En este último sentido, los
Ayuntamientos se encuentran desarmados legalmente cuando a la hora de contratar
a sus empleados, incluso temporales, quieren aplicar cualquier medida discriminatoria
en favor de los habitantes de su municipio o de su zona. Ello da lugar a que en
no pocas ocasiones, tras la culminación de un arduo proceso de selección, la
elegida para el puesto sea una persona que nada tiene que ver con la comarca en
la que debe vivir, por lo que muy probablemente iniciará enseguida las
gestiones para buscar otro trabajo lejos, que de conseguir dejará la plaza
vacante. El mismo problema existe con los trabajadores de los hospitales, con
los cuadros de la Administración Estatal o Autonómica, con los profesores,
etc., muchos de los cuales evitan ocupar los puestos de trabajo de la España
rural, que o quedan vacíos o en una situación de precariedad. Que esos puestos
estuvieran premiados de alguna forma, con el fin de hacerlos más atractivos,
resulta esencial para el empleo público de las zonas rurales, y, en
consecuencia, para las zonas rurales en general.
Ayudas y mejor fiscalidad para
los emprendedores, estímulos para los empleados estatales y autonómicos que decidan
trabajar en estas zonas y discriminación positiva para los residentes en el
acceso al empleo público generado en sus municipios o en su comarca pueden ser
medidas operativas para luchar contra la despoblación, y no cuestan mucho
dinero.
3.4. Infraestructuras sociales
Las asociaciones agrupan a los
ciudadanos por áreas de actividad (cultural, deportiva, económica, etc.), cubren
demandas específicas de los ciudadanos y llevan a los poderes públicos las
inquietudes de sus asociados, por lo que son un instrumento fundamental en la vertebración
de la sociedad y, en lo que a este artículo interesa, su buen funcionamiento es
determinante para lograr una sociedad más libre, más acogedora y mejor armada
para el desarrollo.
En nuestra zona hay muchas y de
casi todas las áreas, pero no vertebran suficientemente a la sociedad. Una de
las causas del problema es que hay muy pocas personas con interés en asumir
cargos directivos, con lo que en no pocas ocasiones dichos puestos son asumidos
por los únicos que quieren, que no siempre son los más adecuados. Otra causa,
que existe la tentación totalitaria de los partidos políticos de colocar en los
puestos directivos más relevantes a personas afines a su ideología, a fin de
convertir las asociaciones en una extensión más del partido. Y otra causa, que
las asociaciones se vuelven dependientes de las subvenciones, con lo que sus
fines pierden su sentido original y evolucionan hacia algo que les dé dinero,
además de convertirlas en instituciones resignadas y dóciles.
Fomentar el asociacionismo, fomentar
la ocupación de cargos directivos, fomentar la libre expresión de las
asociaciones y dar más valor a los proyectos asociativos de futuro que de
nostalgia es labor de todos, pero especialmente de los Ayuntamientos.
3.5.- Infraestructuras emocionales.
Las emociones tejen redes que se
entrelazan formando una especie de infraestructura que da soporte al espíritu
de las personas. La familia, la amistad, las relaciones de trabajo, la
ideología política, la religión y hasta la afición por un equipo de fútbol unen
a las personas formando grupos que, en algunos casos, las separan del resto.
Las infraestructuras emocionales son
fundamentales para determinar el grado de bienestar que siente una persona
cualquiera en la colectividad a la que pertenece y son más importantes cuanto
más pequeña es esa comunidad. Se ve claramente en la familia, en el grupo de
amigos y en el trabajo. Cuanto mejor se lleva la familia, más veces se reúne.
Cuanto más intensa y más sincera es la amistad, más necesidad de contactar con
los amigos. Cuando más alta es la retribución emocional, más ganas de quedarte
en el puesto de trabajo que ocupas, aunque la retribución en dinero sea menor.
En un pueblo pequeño las
emociones están muy ligadas al concepto de vecindad, pues el vecino es mucho
más que la persona que vive al lado de tu casa y el resto de los habitantes del
pueblo son algo más que tus conciudadanos. En un pueblo pequeño sientes más la
cercanía emocional de los otros, que te conocen y saben lo que haces y
viceversa. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre las principales
ventajas están que dispones de más tiempo y más sosiego y que te sientes más
acompañado. Entre los principales inconvenientes, que esa cercanía te quita
intimidad y que la proximidad no deja al olvido ejercer su necesaria función de
limpieza, por lo que la memoria de los agravios se perpetúa e incluso se
transmite de generación en generación.
Pero hay más ventajas e
inconvenientes. Los pueblos, por ejemplo, pueden estar divididos por la
ideología política hasta el punto de hacer imposible una conversación abierta y
sincera entre amigos o dividir al conjunto de los vecinos entre los bares del
pueblo, de modo que los de una ideología van a un bar y de la otra, a otro, sin
permitirse nunca una excepción. Cuando existen divisiones de este tipo, la
convivencia se hace incómoda, poco gratificante, resulta un lastre para los que
viven en el pueblo y provoca rechazo a los que vienen de fuera. Lo hemos visto
en los pueblos de España donde se ha extendido el nacionalismo y lo vemos en
cualquiera de nuestros pueblos cuando la ideología prima sobre la familia,
sobre la amistad y sobre la buena vecindad. Cuando la ideología prima sobre lo que
más debería unirnos y prima sobre las ideas, en fin.
Cuando la ideología, que siempre
es parcial y casi siempre es irracional y sectaria, se mete en las relaciones entre
las personas, provoca división y genera sufrimiento. Las sociedades, como las
personas, sufren. Deberían saberlo los líderes políticos y sociales de nuestros
pueblos que, en lugar de generar tolerancia, armonía y bienestar, producen
división y siembran la discordia bajo el argumento (con la excusa, en realidad)
de estar procurando el bien común, y tras los que en no pocas ocasiones se
hallan aspiraciones, frustraciones o intereses de partido o personales.
Ni siquiera para lo esencial son
capaces de dialogar y ponerse de acuerdo muchos de nuestros dirigentes
políticos, casi siempre a remolque de la estrategia electoral, como ponen de
manifiesto los noticieros comarcales, que son en realidad meros altavoces de
los comunicados que les llegan, bien para hacer ostentación de las subvenciones
conseguidas y las inauguraciones (los que vienen de los gobiernos locales),
bien para expresar los deslices del alcalde (los que vienen de la oposición).
Ya hemos dicho aquí que de lo que
se trata es de crear el medioambiente social más adecuado para hacer atractivo
el núcleo rural, a fin de que se desarrollen en él, como ocurre en un
medioambiente natural (en un ecosistema biológico), un bienestar suficiente que
haga nacer y crecer la población. Pues bien, el medioambiente social está
formado por personas, y las personas se rigen fundamentalmente por emociones.
En general, queremos vivir donde nos sentimos mejor, más cómodos y mejor
tratados, donde vamos a disfrutar más momentos de alegría y más contentas van a
estar las personas que queremos, donde más próxima estará esa felicidad a la
que aspiramos como seres humanos.
Los núcleos rurales pueden ser amables
con sus vecinos y con los forasteros o no, pueden ser cómodas o incómodas para
el espíritu, pueden ser tolerantes y hospitalarias o pueden ser cerradas e intransigentes.
Una sociedad amable, cómoda y tolerante generará bienestar y, en consecuencia,
riqueza para sus habitantes, en tanto que una sociedad desagradable, incómoda y
fastidiosa solo generará sufrimiento, hastío y pobreza.
Las infraestructuras emocionales
son las más baratas, su importancia no es baladí para el desarrollo económico
de los pueblos y son determinantes para la felicidad de las personas. A poco
listos que fuéramos los ciudadanos, distinguiríamos a las personas tóxicas, que
generan discordia, de las que generan equilibrio y bienestar, y rechazaríamos a
unas en tanto buscábamos la proximidad de las otras.