martes, 14 de abril de 2020

Viviendo en la distopía 31. El agua que sale por el grifo


14-4-2020

A mi abuela Amparo se le murieron tres hijos de los seis que tuvo, una hija política y una nieta. Ninguno de ellos por unas causas muy bien conocidas. Mi abuela vivió muchas épocas de su vida en el campo y, entonces, el médico estaba lejos o no estaba.

Mi abuela iba a por agua al pozo, que estaba a unos centenares de metros del cortijo, y subía los cántaros pendiente arriba, con ellos sobre la cabeza.

Mi abuela vivía de lo que daba un campo pobre, que, según su hijo Sebastián, tenía tan poco fondo "que se secaba con la luna" (eso se lo oí yo).   

A mi madre se le murió una hija (la única hembra) de los cuatro hijos que tuvo, nunca supo de qué, aunque fue a médicos de Pozoblanco y de Córdoba. Parió a todos sus hijos en su casa, auxiliada por una comadrona y algunas mujeres de su familia. Mi madre tenía una iguala con un médico (don Domingo) y cuando se ponía alguien de su familia enfermo iba al médico (algunas veces incluso aunque no lo estuviera, porque en mi familia eran un poco aprensivos). También tenía el seguro médico público. Los hospitales, entonces, estaban lejos, en Córdoba.

Mi madre iba con un carrillo a por agua al grifo público (popularmente conocido como «el tubo») que había en la vecindad, aunque luego pusieron un grifo en su casa, del que cada quince días o así salía un hilito de agua con el que llenaban los cántaros y un pequeño depósito, y del que también se abastecían algunos vecinos. Para las labores de la casa, tenía agua del pozo, que sacaba con una bomba.

Mi madre vivía del sueldo de su marido, mi padre, que trabajaba en un banco, con lo que ya no tenía que mirar al cielo para ver si el año iba a ser bueno o no. Con todo, le encantaba que lloviera, y para ella el mejor día era el que no paraba de llover, aunque lleváramos así un mes.

Mi mujer, que como mi abuela y mi madre vive en Pozoblanco, un pueblo de 17.000 habitantes, ha tenido dos hijos en un hospital que está a unos cuantos cientos de metros de su casa, asistida por un equipo médico al completo.

En la casa de mi mujer (en nuestra casa) sale el agua 24 horas al día 365 días al año por distintos grifos, y sale fría o caliente, a voluntad del consumidor.

Mi mujer tiene un sueldo fijo (es médica) y no depende de mí para nada. A ella no le gusta que llueva, aunque entiende que tiene que llover para que el agua salga por los grifos y puedan comer los agricultores y ganaderos, muchos de cuales, en todo caso, tienen aseguradas subvenciones por su actividad, por lo que no están tan expuestos a la pobreza como lo estuvo mi abuela.

Si mi mujer trabaja, si sale el agua por el grifo de mi casa y tengo un hospital a unos cientos de metros de distancia, ¿de qué me quejo? O, por lo menos, ¿por qué me quejo tanto?