En
una de las fachadas que dan a la “praza das Cinco Rúas” de Pontevedra, detrás
de un parterre y dando al cruceiro que tiene representados a Adán y Eva, hay una
placa de piedra con la leyenda grabada “Aquí vivió Valle Inclán”. Hace muchos
años, en la pared de la casa de enfrente por la “rúa Isabel II, antiguamente
rúa da Correaría-Rúa dos Mendiños”, según dice el cartel indicativo, y debajo
de este, alguien escribió sobre la piedra de la fachada, con las mismas letras
que se pintan los números de las calles, la leyenda “Aquí vivió el vecino de
Valle Inclán”.
Este
último anuncio está en un sitio menos vistoso que el oficial y fue pintado con
letras de molde sobre la pared, pero se graba mejor en la memoria, donde se
guarda con más cariño, dado su carácter gamberro, jocoso y popular, que sería
muy del agrado del genio de Valle-Inclán. Yo, de hecho, siempre me acuerdo de
él cuando se habla de Pontevedra y lo saco con frecuencia en las conversaciones
en las que sale a colación esa ciudad o ese escritor.
Lo
vi de casualidad hace muchos años, lo volví a ver más tarde y lo he visto ahora,
que he vuelto a Galicia con unos amigos. Lo he visto después de buscarlo,
porque sabía que estaba allí, pues ya nadie puede encontrarlo por casualidad,
ni entender lo que dijo un día, dado que carece de la mayoría de las letras y
resulta totalmente ilegible.
Hay
muchas pintadas que ensucian y algunas, muy pocas, pintadas hermosas, que embellecen
el entorno. Como nadie puede decir qué es lo que ensucia y qué lo que hermosea
no seré yo el que haga aquí apología de las pintadas, de ninguna de ellas.
Digo, no obstante, que yo siempre pensé en un paralelismo entre el genio de Valle-Inclán y la genialidad de esa pintada, que ahora desaparece, y digo, también, que
el titular de la casa o el Ayuntamiento haría bien en mantener el lustre de la
pintada haciéndole un poquito mantenimiento.