domingo, 29 de marzo de 2020

Viviendo en la distopía 15. ...pero


29-3-2020

Lo importante es siempre lo que viene detrás del «pero». Cuando alguien os diga «te voy a dar lo que me pides, pero…», temeos una condición de imposible o difícil cumplimiento. Me gustaría tal o cual cosa, pero… Lo haría encantado, pero… Estoy totalmente de acuerdo, pero…

Eso se aplica también a lo que demandan de ti. Cuando empiecen por halagaros, temeos luego una reprimenda o la petición de un favor. «Tú que eres tan bueno haciendo esto, ¿por qué no me preparas…?». «Tú que sabes tanto, ¿te importaría…?". "Están buscando gente buena para la directiva, ¿has pensado…?".

Y también se aplica a las virtudes y a los defectos. Cuando alguien os diga «yo tendré muchos defectos, pero…», temeos el anuncio de una virtud que, en realidad, negará todos esos defectos. El ejemplo más claro es el de alguien que empieza afirmando su humildad («En mi humilde opinión…»), entonces, temeos una opinión categórica. Lo de humillarse para que ensalcen tu humidad y, de paso, el resto de tus muchas virtudes es algo muy frecuente, especialmente entre los artistas. Y más especialmente aún entre los escritores, tan proclives a la vanidad y la envidia.

Pues bien, yo soy un humilde escritor de pueblo que hace lo que puede cuando se sienta delante del ordenador para escribir cosas como esta. Yo tendré muchos defectos, muchos, muchísimos, pero uno que no tengo es el del desagradecimiento. Ya sé que tengo pocos lectores, pero también sé que los míos son de los mejores y me reconforta mucho saber que están ahí, al otro lado, leyendo estas palabras que he urdido para ellos, sintiendo conmigo lo que yo siento, acompañándome, en fin, especialmente en estos duros momentos.

Desconfiad de quien empiece halagándoos, ya digo. Temeos lo peor, amables lectores de estas páginas.