27-3-2020
El
patio interior de mi casa no es particular, pero cuando llueve no se moja, como
los demás, porque tiene una montera con ventanas abatibles y sirve de comedor.
Yo escribo esto en una habitación que da a ese patio. Normalmente, tengo las
cortinas de la ventana echadas para aislarme más, pero en estos días las descorro
y veo la lámpara que cuelga en el centro de un cable de acero y las plantas que
tiene Carmen (y tengo yo).
Carmen
le dedica mucho tiempo a las plantas del patio, sobre todo los domingos por la
mañana, mientras yo estoy andando por esos caminos de Dios. Y las plantas, que
saben más de lo que nos creemos, responden a sus mimos aumentando su vigor y su
belleza. Ella lo sabe y se lo agradece, de manera que entre las plantas y ella hay
una relación afectiva que parece amor platónico y se retroalimenta por ambas
partes.
A mí
ese amor tan puro me provoca mucha ternura. Carmen lo sabe, y yo creo que también
lo saben las plantas. A veces, mientras estoy sentado en el salón, me quedo
mirando el patio, especialmente las plantas, y noto como que ellas se hinchan
un poco, que se yerguen y levantan sus hojas con una suerte de gozosa altanería,
como si fueran adolescentes en el primer baile de su vida.
Al
patio dan tres ventanas del piso, en cuyos alféizares Carmen tiene maceteros de
potos, de los que cuelgan perezosamente numerosas ramas que dan una sensación
etérea y provocan mucho sosiego, una paz muy dulce. Algunas veces, las ramas
llegan al suelo y Carmen apoya unas en otras para que no las pisemos, aunque,
en no sé qué fechas, porque yo a eso no le presto mucha atención, recoge las
ramas y las vuelve a meter en la tierra, en un proceso que le lleva mucho
trabajo y yo no acabo de entender, porque deja al patio como desnudo.
Carmen
tiene macetas de cintas en los alféizares de abajo, que un día a la semana saca
al otro patio, el exterior (también pequeño, y tampoco particular), para regarlas
y que les dé más luz. Y en cada uno de los rincones tiene tres maceteros
enormes, que ya no podemos mover, con tres plantas de crecimiento lento cuyo
nombre ignoro, que han crecido lo suyo y todavía siguen haciéndolo.
El
único problema del patio es la humedad, el exceso en invierno, que genera
condensación en las partes altas, y la ausencia en verano, que perjudica mucho a
las plantas, a las que se ve como un poco tristes. Pero lo solucionamos bastante
bien: el moho de la condensación lo quitan unos señores que vienen de vez en
cuando y en verano hemos solucionado el problema con un humidificador que lanza finos hilos de nubecillas.
En
fin, que no puedo salir a la calle, pero tengo un balcón y un patio y soy muy
afortunado.