26-3-2020
Mi
casa, que es un dúplex, está orientada en sentido Este-Oeste, de manera que, en
cuanto sale, el sol da enseguida en la parte alta de la fachada, la que queda libre de la
sombra que proyectan las casas del otro lado. Abajo, pues, hay una umbría casi
permanente, pero el sol entra toda la mañana por las cristaleras de arriba con
una fuerza que en esta época del año da mucha alegría. Otra cosa es en verano.
Yo
no soy de tenerle mucho cariño al sol. Del sol, lo que más gusta es la sombra.
Ya he dicho aquí, por ejemplo, que salgo al campo con pantalón largo y camisa de
manga larga lo mismo en verano que en invierno, por los bichos, por las ramas
de los arbustos y por el sol. Y por supuesto no salgo sin sombrero. Y en la
playa me pasa otro tanto de lo mismo: me pongo crema, me quito muy poco la
camiseta y no me aparto de la sombrilla como no sea para meterme en el agua o ir
al chiringuito, para lo que siempre tomo el camino más corto y llevo una gorra
o un sombrero.
A
instancias de Carmen (yo en esto le hago mucho caso), todas la mañanas me pongo
crema solar especial para la cara, lo mismo en invierno que en verano y lo
mismo haga sol que esté nublado. Todas las mañanas menos estas, claro.
Y esa
no es la única novedad: también estoy saliendo al balcón a tomar el sol, algo
que –conociéndome– yo habría calificado de imposible en otras circunstancias.
Salgo a tomar el sol, ya digo. Y repito lo de «tomar» porque eso es lo que
hago, tomar, como hacen los de «vuelta y vuelta» en la playa. Me pongo de cara,
estoy un rato y, luego, me pongo otro rato de espaldas. Debo decir que el sol
solo me da en la cabeza y en las manos, pero cualquiera que me conozca sabe que
tengo ya la cabeza bastante despejada, por lo que expongo al sol una superficie
suficiente como para captar en poco tiempo una buena ración de vitamina D, que es
muy buena para los huesos y, según he leído últimamente, también para los
nervios y el sistema inmunitario.
¡Hay
que ver lo que puede hacer el confinamiento, lo mucho que estoy cambiando! ¿Me reconoceré
cuando todo esto acabe? Y no lo digo solo por el carácter, sino por la cara.
¡Quién me lo iba a decir a mí, yo, que tanto criticaba esa afición por poner la
cara al sol (entiéndaseme en términos literales, por favor)! En fin, que al ritmo
que voy, igual acabo presumiendo de moreno, quién sabe.