Si
ayer dije que me sorprendió el frío nada más salir del albergue, hoy tengo que
decir que salí del hostal cabalmente informado por las páginas del tiempo y perfectamente
armado contra el frío. Si ayer dije que el viento parecía un dios rencoroso que
la hubiera tomado conmigo, hoy debo decir que no hubo viento, sino ese hálito fresco
y suave con el que parece respirar la tierra. Si ayer dije que el trayecto fue
feo, a pesar de que cruzaba León, hoy tengo que decir que ha sido bonito, que
he cruzado un puente monumental en Hospital de Órbigo y que he caminado por un
paisaje bastante hermoso.
Si
ayer llegué a un pueblo de gente amable pero desierto, hoy debo decir que he llegado
a un pueblo precioso y con mucha gente por la calle. Si ayer dije que llegué
hecho polvo a un hostal y me tomé un Ibuprofeno que me sentó del diez, hoy digo
que he llegado en perfecto estado a un hotel muy céntrico y con varias
estrellas, en cuyo restaurante no me he tomado el menú del peregrino, que lo
había, sino eso que en la carta definían como menú gourmet.
Si
ayer no sabía muy bien quién era y escribía en mi cuaderno para negar la
soledad que me rodeaba, hoy, que sigo estando solo, y me he preguntado mientras
andaba qué soledad es más grande, si la del marinero que se va o la de la mujer
del marinero, que se queda, he llegado al convencimiento de que únicamente está
solo el que no tiene quien lo espere, y yo lo tengo.
* Información de la ruta aquí y aquí.