viernes, 8 de junio de 2018

10. Ponferrada o Quien habla solo


Cuando se sale de Foncebadón, se sigue subiendo durante un rato, hasta que a unos dos kilómetros se encuentra uno con la Cruz de Ferro, en el paso de la Maragatería a El Bierzo, que está a 1530 metros de altitud y es el punto más alto del Camino de Santiago Francés, por lo que también es uno de sus hitos más emblemáticos. Junto a la Cruz de Ferro es común hacerse una foto de recuerdo y yo, que a todos los efectos soy una persona común, le he pedido a un compañero de peregrinaje que me hiciera una foto con el móvil, y luego otra, por si la primera no había salido bien.

Se lo he pedido por señas, porque no nos entendíamos de palabra, dado que hablábamos idiomas distintos. Por señas le he dicho que apretara en un punto concreto de la pantalla de móvil y él ha movido la cabeza como diciendo que vale, que bueno. Me las ha hecho, le he dado las gracias y he seguido mi camino. Ha sido más tarde cuando me he dado cuenta de que el compañero de peregrinaje no ha apretado en el punto correcto y me he quedado sin foto de recuerdo.

Creo que entonces me he descubierto hablando solo y, tras la sorpresa inicial, me he preocupado. Luego, me he acordado de aquellos versos de Antonio Machado con los que él mismo se retrata:

Converso con el hombre que siempre va conmigo.
Quien habla solo espera hablar a Dios un día;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

El Camino sigue durante algunos kilómetros por alturas superiores a los mil cuatrocientos metros y luego baja abruptamente, por senderos que en algunos casos son el cauce de escorrentías, empinadísimos y pedregosos, e imposibles para personas con alguna dificultad, para quienes es totalmente aconsejable hacer el camino por la carretera poco transitada que discurre al lado.

En esas circunstancias, hay que prestar atención a donde se ponen los pies y dejarse de filosofías, pues lo primero es la integridad física. Yo así lo he hecho. Pero donde había menos dificultad me he dedicado a mirar el hermosísimo paisaje y a pensar, que esas dos actividades si son compatibles al mismo tiempo. Y, a vueltas con lo de hablar solo, me he preguntado si yo estaré preparado para la soledad, dado que siempre ha vivido rodeado de gente.

Lo digo porque durante un tiempo pensé que las personas que viven solas tienden a crecer sin freno por los lugares que más le apetece a la naturaleza, como lo hacen los árboles en los bosques, por lo que luego, en ese medio ambiente domesticado que es la civilización nuestra, tienden a tener problemas de adaptación. Ahora, además, pienso que a las personas que viven siempre acompañadas les pasa lo contrario, que son como esas plantas de arriate o de jardín acostumbradas a los mimos del jardinero a las que de golpe y porrazo no se las puede dejar al albur de la naturaleza.

Ponferrada, en fin, ha aparecido al fondo flanqueada por montañas cubiertas de nieve. En Ponferrada, que es una ciudad de categoría, he visitado el museo de Luis del Olmo y me han arreglado las gafas.


* Ruta.