lunes, 22 de octubre de 2012

La Democracia retórica (VIII)


 

7.2. Democracia y sindicatos (cont.)

Los trabajadores que trabajan  y los trabajadores desempleados


 El empleo es siempre un bien escaso por el que compiten los trabajadores. El ejemplo por antonomasia es el de unas oposiciones, en las que los contendientes se preparan con la pretensión de ser mejores que los otros a fin de conquistar una de las plazas convocadas. Un estudiante se forma, antes que nada, para trabajar y, sólo después, para mejorar sus expectativas. En las dos fases deberá competir con los demás. Y ello con independencia de que el modelo económico sea de mercado libre, de economía planificada o mixto, aunque la competencia es más feroz mientras más liberal sea el sistema y más en crisis se encuentre el país.

Siendo el empleo un bien escaso, por él compiten todos los trabajadores, ya sean empleados o desempleados. En situaciones de pleno empleo o con un desempleo muy bajo, casi todos los trabajadores tienen los mismos intereses, que se incrementen sus derechos. Cuando el desempleo es muy grande, en cambio, los intereses de los trabajadores que trabajan son distintos de los intereses de los trabajadores desempleados. Para los primeros, el interés preferente es mantener el puesto de trabajo, y el posterior mantener o acrecentar sus derechos. Para los segundos, el único interés es conseguir un empleo digno.

En situaciones de crisis laboral grande, la creación de empleo necesita de políticas económicas expansivas, que no pueden optar durante mucho tiempo por ampliar los derechos de los trabajadores que trabajan y facilitar el empleo a los que no trabajan, porque ambos fines son incompatibles sin caer en el déficit insuperable. Es más, para lograr aminorar el desempleo, las decisiones económicas deberán facilitar el crecimiento y las normas laborales deberán inclinarse por los derechos de los desempleados, lo que supone recortar los derechos de los trabajadores que trabajan.




Los parias de los trabajadores

 Los desempleados han sido siempre los parias de los trabajadores, especialmente para los trabajadores que trabajan. Los esquiroles aparecen en la épica de la conquista sindical como los traidores que ayudaban a los patronos cuando se convocaba una huelga, aunque en la mayoría de los casos eran miembros del lumpemproletariado, trabajadores desempleados y sin conciencia de clase que se hallaban en una situación peor que en la pésima en la que se encontraban los trabajadores que trabajaban.

Hoy en día, en países como España, donde el desempleo alcanza cotas difícilmente imaginables sin un estallido social, los desempleados siguen siendo los parias de los trabajadores y sus intereses sólo son defendidos por el Estado y por los sindicatos de una forma retórica, pues van en contradicción con los de los trabajadores que trabajan, que son lo que tienen el poder.

(El ejemplo de los interinos de la Administración es casi paradigmático: su situación es precaria, pero es mucho mejor que la de los que no tienen trabajo. Puestos a escoger entre los derechos de los interinos y los de los trabajadores desempleados, los sindicatos y la Administración se inclinan siempre por los primeros, aunque sea quebrantando los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad.)

No en vano, los representantes sindicales son trabajadores que trabajan, no desempleados, elegidos por trabajadores que trabajan, no por desempleados, y los Parlamentos, los Gobiernos y las Administraciones están ocupadas por trabajadores que trabajan, de manera que todos ellos hablan del drama del desempleo como una experiencia cercana, pero ajena, de justicia social que debe aplicarse a otros.

 

Los jóvenes: parias de los parias

 En los deportes de equipo el más perjudicado es el que no ha cogido la posición. El juego, y toda competencia es un juego de fuerzas, premia siempre a los que se hallan establecidos y castiga a los que se incorporan. Y es lógico que sea así, ya que todos los seres humanos necesitan contar con seguridad bastante como para asentar sobre ella un proyecto de vida: ni el sentido común ni la justicia admiten, pues, que un trabajador esté permanentemente pendiente de un recién llegado que le pueda quitar el trabajo o por cuya presión le puedan rebajar el sueldo. Pero, asimismo, ni el sentido común ni la justica admiten que los derechos establecidos a favor de los trabajadores que han cogido la posición hagan imposible la incorporación de los jóvenes al mundo del trabajo o que, cuando finalmente consiguen incorporarse a él, lo hagan en condiciones de todo punto precarias. Y esto último es lo que está ocurriendo en España a causa del modelo laboral implantado.

 

Los autores de la normativa laboral y económica      

En la negociación colectiva, los representantes de los trabajadores (normalmente a través de los sindicatos) y de los empresarios intentan llegar a un acuerdo que fije las condiciones laborales aplicables a los trabajadores incluidos en el ámbito sobre el que se negocia. Los representantes de los trabajadores, previamente, han sido elegidos por estos en un proceso electoral en el que el sufragio es universal, libre, igual, directo y secreto. Todos los trabajadores, por tanto, están representados en la mesa de negociación.

            Pero hay otras mesas de negociación que afectan a las normas laborales aplicables a todos los trabajadores en las que sólo están representados algunos de ellos. La Administración, por ejemplo, firma convenios con sindicatos (y, ocasionalmente, también con organizaciones empresariales) en las que se determinan condiciones laborales y de acceso al empleo, y los Parlamentos dan forma de leyes a los acuerdos más importantes entre algunos sindicatos y algunas organizaciones empresariales, muchas veces en contra del sentir de los líderes de los partidos políticos, que consideran insuficientes los acuerdos o, directamente, contrarios al interés general.

En las anteriores situaciones, no puede decirse que los ciudadanos estén representados por la Administración o por los parlamentarios. Si fuese de esa manera, se dejaría que la Administración y los parlamentarios actuaran exclusivamente de acuerdo con su criterio. Como la norma final es el resultado de las transacciones de un proceso negociador, cuando no directamente la aceptación de una propuesta que viene de fuera del ámbito de representación política, son los derechos de todos los ciudadanos los que ceden en favor de los derechos de los representados por los sindicatos. Así, cuando una Administración negocia con los sindicatos las condiciones de acceso a la función pública, lo hace con representantes de los trabajadores que trabajan, por lo que en el convenio primarán los derechos de los trabajadores interinos frente a los derechos de los trabajadores desempleados.

 

El lumpemproletariado moderno

Los desempleados creen estar representados por los sindicatos e incluso por los representantes políticos, porque tanto unos como otros los defienden retóricamente. Pero los sindicatos defienden los derechos de los trabajadores que trabajan, que son, en lo esencial, opuestos a los suyos, y los políticos ceden ante las presiones de los sindicatos para evitar la conflictividad social, primordialmente cuando las medidas de fuerza afectan a los servicios públicos.

Los desempleados no tienen representantes verdaderos ni pueden adoptar medidas de fuerza como la huelga, es decir, no tienen capacidad de presión, que es la base de la capacidad de negociación. Es más, no son conscientes de que quienes dicen representarlos tienen intereses distintos de los suyos. En realidad, no tienen conciencia de su clase: son el lumpemproletariado moderno.

 


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