La Democracia retórica (VIII)
7.2. Democracia y sindicatos (cont.)
Los trabajadores que
trabajan y los trabajadores desempleados
El
empleo es siempre un bien escaso por el que compiten los trabajadores. El
ejemplo por antonomasia es el de unas oposiciones, en las que los contendientes
se preparan con la pretensión de ser mejores que los otros a fin de conquistar
una de las plazas convocadas. Un estudiante se forma, antes que nada, para
trabajar y, sólo después, para mejorar sus expectativas. En las dos fases
deberá competir con los demás. Y ello con independencia de que el modelo
económico sea de mercado libre, de economía planificada o mixto, aunque la
competencia es más feroz mientras más liberal sea el sistema y más en crisis se
encuentre el país.
Siendo
el empleo un bien escaso, por él compiten todos los trabajadores, ya sean
empleados o desempleados. En situaciones de pleno empleo o con un desempleo muy
bajo, casi todos los trabajadores tienen los mismos intereses, que se
incrementen sus derechos. Cuando el desempleo es muy grande, en cambio, los
intereses de los trabajadores que trabajan son distintos de los intereses de
los trabajadores desempleados. Para los primeros, el interés preferente es
mantener el puesto de trabajo, y el posterior mantener o acrecentar sus
derechos. Para los segundos, el único interés es conseguir un empleo digno.
En
situaciones de crisis laboral grande, la creación de empleo necesita de
políticas económicas expansivas, que no pueden optar durante mucho tiempo por
ampliar los derechos de los trabajadores que trabajan y facilitar el empleo a
los que no trabajan, porque ambos fines son incompatibles sin caer en el
déficit insuperable. Es más, para lograr aminorar el desempleo, las decisiones
económicas deberán facilitar el crecimiento y las normas laborales deberán
inclinarse por los derechos de los desempleados, lo que supone recortar los
derechos de los trabajadores que trabajan.
Los parias de los trabajadores
Los
desempleados han sido siempre los parias de los trabajadores, especialmente
para los trabajadores que trabajan. Los esquiroles aparecen en la épica de la
conquista sindical como los traidores que ayudaban a los patronos cuando se
convocaba una huelga, aunque en la mayoría de los casos eran miembros del
lumpemproletariado, trabajadores desempleados y sin conciencia de clase que se
hallaban en una situación peor que en la pésima en la que se encontraban los
trabajadores que trabajaban.
Hoy en
día, en países como España, donde el desempleo alcanza cotas difícilmente
imaginables sin un estallido social, los desempleados siguen siendo los parias
de los trabajadores y sus intereses sólo son defendidos por el Estado y por los
sindicatos de una forma retórica, pues van en contradicción con los de los
trabajadores que trabajan, que son lo que tienen el poder.
(El
ejemplo de los interinos de la Administración es casi paradigmático: su
situación es precaria, pero es mucho mejor que la de los que no tienen trabajo.
Puestos a escoger entre los derechos de los interinos y los de los trabajadores
desempleados, los sindicatos y la Administración se inclinan siempre por los
primeros, aunque sea quebrantando los principios constitucionales de igualdad,
mérito y capacidad.)
No en
vano, los representantes sindicales son trabajadores que trabajan, no
desempleados, elegidos por trabajadores que trabajan, no por desempleados, y
los Parlamentos, los Gobiernos y las Administraciones están ocupadas por
trabajadores que trabajan, de manera que todos ellos hablan del drama del
desempleo como una experiencia cercana, pero ajena, de justicia social que debe
aplicarse a otros.
Los jóvenes: parias de los
parias
En los
deportes de equipo el más perjudicado es el que no ha cogido la posición. El
juego, y toda competencia es un juego de fuerzas, premia siempre a los que se
hallan establecidos y castiga a los que se incorporan. Y es lógico que sea así,
ya que todos los seres humanos necesitan contar con seguridad bastante como
para asentar sobre ella un proyecto de vida: ni el sentido común ni la justicia
admiten, pues, que un trabajador esté permanentemente pendiente de un recién
llegado que le pueda quitar el trabajo o por cuya presión le puedan rebajar el
sueldo. Pero, asimismo, ni el sentido común ni la justica admiten que los
derechos establecidos a favor de los trabajadores que han cogido la posición
hagan imposible la incorporación de los jóvenes al mundo del trabajo o que, cuando
finalmente consiguen incorporarse a él, lo hagan en condiciones de todo punto
precarias. Y esto último es lo que está ocurriendo en España a causa del modelo
laboral implantado.
Los autores de la normativa
laboral y económica
En la
negociación colectiva, los representantes de los trabajadores (normalmente a
través de los sindicatos) y de los empresarios intentan llegar a un acuerdo que
fije las condiciones laborales aplicables a los trabajadores incluidos en el
ámbito sobre el que se negocia. Los representantes de los trabajadores,
previamente, han sido elegidos por estos en un proceso electoral en el que el
sufragio es universal, libre, igual, directo y secreto. Todos los trabajadores,
por tanto, están representados en la mesa de negociación.
Pero hay otras mesas de negociación
que afectan a las normas laborales aplicables a todos los trabajadores en las
que sólo están representados algunos de ellos. La Administración, por ejemplo,
firma convenios con sindicatos (y, ocasionalmente, también con organizaciones
empresariales) en las que se determinan condiciones laborales y de acceso al
empleo, y los Parlamentos dan forma de leyes a los acuerdos más importantes
entre algunos sindicatos y algunas organizaciones empresariales, muchas veces
en contra del sentir de los líderes de los partidos políticos, que consideran
insuficientes los acuerdos o, directamente, contrarios al interés general.
En las
anteriores situaciones, no puede decirse que los ciudadanos estén representados
por la Administración o por los parlamentarios. Si fuese de esa manera, se
dejaría que la Administración y los parlamentarios actuaran exclusivamente de
acuerdo con su criterio. Como la norma final es el resultado de las
transacciones de un proceso negociador, cuando no directamente la aceptación de
una propuesta que viene de fuera del ámbito de representación política, son los
derechos de todos los ciudadanos los que ceden en favor de los derechos de los
representados por los sindicatos. Así, cuando una Administración negocia con los
sindicatos las condiciones de acceso a la función pública, lo hace con
representantes de los trabajadores que trabajan, por lo que en el convenio
primarán los derechos de los trabajadores interinos frente a los derechos de
los trabajadores desempleados.
El lumpemproletariado moderno
Los
desempleados creen estar representados por los sindicatos e incluso por los
representantes políticos, porque tanto unos como otros los defienden
retóricamente. Pero los sindicatos defienden los derechos de los trabajadores
que trabajan, que son, en lo esencial, opuestos a los suyos, y los políticos
ceden ante las presiones de los sindicatos para evitar la conflictividad
social, primordialmente cuando las medidas de fuerza afectan a los servicios
públicos.
Los
desempleados no tienen representantes verdaderos ni pueden adoptar medidas de
fuerza como la huelga, es decir, no tienen capacidad de presión, que es la base
de la capacidad de negociación. Es más, no son conscientes de que quienes dicen
representarlos tienen intereses distintos de los suyos. En realidad, no tienen
conciencia de su clase: son el lumpemproletariado moderno.
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