La Democracia retórica (VII)
7.2. Democracia y sindicatos
Institucionalización versus ideología
Los sindicatos de trabajadores son unos actores imprescindibles en la Historia de los movimientos sociales y políticos y, en particular, de los movimientos de las masas obreras de los siglos XIX y XX. Desde sus posiciones iniciales revolucionarias, los sindicatos han ido adaptándose a los modelos políticos democráticos conforme conquistaban para los trabajadores derechos de contenido sociolaboral, muchos de los cuales forman parte necesaria del llamando Estado del bienestar.
En la Democracia actual, se consideran elementos irreemplazables, y el derecho a la sindicación libre aparece en los textos constitucionales modernos junto con el derecho de huelga, principal medida de presión de que disponen. Los sindicatos son ahora instituciones que se integran en el sistema político, capaces de negociar a nivel estatal en condiciones de igualdad o incluso de superioridad con los representantes empresariales y de imponer condiciones a las decisiones de los Gobiernos y leyes completas a los Parlamentos.
La institucionalización de los sindicatos ha supuesto en países como España que gocen de un conjunto de atribuciones difícilmente imaginables en los tiempos de la conquista de derechos, como la dotación permanente de subvenciones (con la excepción de la CNT, que rechaza las ayudas estatales), el acceso a la cuantiosa partida de los presupuestos generales del Estado para la formación de los trabajadores (en este caso, junto con la patronal), las copiosas dietas que perciben por la asistencia de sus miembros a consejos de administración, mesas de trabajo y comisiones de organismos públicos o semipúblicos y la liberación de muchos de sus componentes. El proceso de institucionalización, sin embargo, no ha ido acompañado, particularmente en los sindicatos más grandes, de un proceso paralelo de adaptación ideológica a las condiciones de base socialdemócrata de la sociedad actual, en la que no se dan las clases sociales a la manera que existían cuando se fundaron y el Estado reconoce y garantiza los derechos de los ciudadanos, primordialmente los derechos sociolaborales.
En la actualidad, el discurso sindical se lanza por dirigentes que poseen privilegios sobre sus compañeros (que no son auténticos líderes, pues no asumen el destino de sus seguidores), desde algún edificio de su numeroso patrimonio, que sostienen con fondos públicos, contra unos patronos que o son instituciones públicas o son empresas creadoras de empleo y para una mayoría de ciudadanos de clase media.
Los
sindicatos, en suma, siguen queriendo liberar a la clase trabajadora de las
garras de los empresarios cuando la clase trabajadora la constituyen tanto los
trabajadores por cuenta ajena como los autónomos, y los empresarios, sean
grandes o pequeños, son un bien a proteger, pues son los únicos generadores de
verdadero empleo.
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