lunes, 15 de octubre de 2012

Por el borde de la penillanura



Con las primeras lluvias del otoño, salieron las hormigas voladoras, que por aquí se llaman alúas, para empeñarse en ese ritual de apareamiento cuyo objetivo último es fundar nuevas colonias. Con las lluvias, también, brotaron numerosas setas, y los buenos recogedores de estos hongos salieron al campo con cestas de mimbre, y no con bolsas de plástico, para permitir que las esporas se distribuyan por el campo y den lugar a nuevas setas. Y con las lluvias, por último, los venados se aprestaron a luchar entre ellos para determinar quién ha de ser el que transmita los genes a la futuras generaciones. 

Casi 12 km

                Ante el verdadero concierto de berridos con que nos obsequian los venados que pueblan el monte bajo que nos rodea, mis compañeros de caminata me han sugerido ese tema de inicio para la pequeña crónica de nuestra excursión de los domingos: “Habla de la lucha de la Naturaleza para perpetuarse”. Y, la verdad, se lo agradezco, porque no siempre uno está tan lúcido como se merece el lector ni hay tantos temas como para no caer con relativa frecuencia en la repetición.

                El camino de esta crónica sale frente al Ventorro del Huevos, entre los kilómetros 12 y 13 de la carretera que conduce de Pozoblanco a Villaharta, famosa por lo enrevesado de su trazado y lo peligroso de sus curvas, y discurre sobre una serie de lomas que vienen a ser, en realidad, el borde sur de la penillanura de Los Pedroches, más allá de las cuales el suelo pierde cota paulatinamente hasta llegar al río Cuzna, a partir del cual se eleva de nuevo y con más brusquedad buscando las cumbres más altas de la Sierra, que en ningún caso alcanzan los mil metros.

                 Por eso, desde este camino, el paisaje descubre las pequeñas lomas por las que serpentea el Cuzna, pobladas de matorral y de bosque mediterráneo en las más cercanas y de extensas plantaciones de olivos en las más alejadas, y la cadena montañosa que cierra la vertiente del Cuzna por el Sur y abre por el Norte la del Guadalbarbo, con nombres de montes que son míticos para la Historia de Los Pedroches, como La Chimorra, Peña Águila o Las Mesas de la Canaleja.

                 Tomar un bocado temprano, con la berrea de los ciervos como acompañamiento y con la mirada puesta en ese paisaje tan lleno de belleza y de Historia (a la que algún día me referiré), alimenta a algo más que al cuerpo, eso está claro.