Por el borde de la penillanura
Con las primeras
lluvias del otoño, salieron las hormigas voladoras, que por aquí se llaman alúas, para empeñarse en ese ritual de
apareamiento cuyo objetivo último es fundar nuevas colonias. Con las lluvias,
también, brotaron numerosas setas, y los buenos recogedores de estos hongos
salieron al campo con cestas de mimbre, y no con bolsas de plástico, para
permitir que las esporas se distribuyan por el campo y den lugar a nuevas
setas. Y con las lluvias, por último, los venados se aprestaron a luchar entre ellos
para determinar quién ha de ser el que transmita los genes a la futuras
generaciones.
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Casi 12 km |
Ante
el verdadero concierto de berridos con que nos obsequian los venados que
pueblan el monte bajo que nos rodea, mis compañeros de caminata me han sugerido
ese tema de inicio para la pequeña crónica de nuestra excursión de los domingos:
“Habla de la lucha de la Naturaleza para perpetuarse”. Y, la verdad, se lo agradezco,
porque no siempre uno está tan lúcido como se merece el lector ni hay tantos
temas como para no caer con relativa frecuencia en la repetición.
El
camino de esta crónica sale frente al Ventorro del Huevos, entre los kilómetros
12 y 13 de la carretera que conduce de Pozoblanco a Villaharta, famosa por lo
enrevesado de su trazado y lo peligroso de sus curvas, y discurre sobre una serie
de lomas que vienen a ser, en realidad, el borde sur de la penillanura de Los
Pedroches, más allá de las cuales el suelo pierde cota paulatinamente hasta llegar
al río Cuzna, a partir del cual se eleva de nuevo y con más brusquedad buscando
las cumbres más altas de la Sierra, que en ningún caso alcanzan los mil metros.
Por
eso, desde este camino, el paisaje descubre las pequeñas lomas por las que
serpentea el Cuzna, pobladas de matorral y de bosque mediterráneo en las más
cercanas y de extensas plantaciones de olivos en las más alejadas, y la cadena
montañosa que cierra la vertiente del Cuzna por el Sur y abre por el Norte la
del Guadalbarbo, con nombres de montes que son míticos para la Historia de Los
Pedroches, como La Chimorra, Peña Águila o Las Mesas de la Canaleja.
Tomar
un bocado temprano, con la berrea de los ciervos como acompañamiento y con la
mirada puesta en ese paisaje tan lleno de belleza y de Historia (a la que algún
día me referiré), alimenta a algo más que al cuerpo, eso está claro.