El principal recurso de que
dispone cualquier grupo humano es el carácter de sus miembros. Las sociedades
fuertes, como las personas fuertes, no son las que más músculo tienen, sino las
que poseen más disposición para enfrentarse a su destino y más capacidad de
sufrimiento. Aunque pocas, cada vez menos, en nuestros pueblos aún hay personas
de ese tipo, gente trabajadora y sufrida que estaría dispuesta a entregar su
tiempo y arriesgar su dinero para poner en marcha un proyecto vital que mejore
la vida de su familia y la suya.
Durante mucho tiempo, demasiado,
no se ha tenido en cuenta que esos proyectos personales eran un bien para la
comunidad y no se han apoyado suficientemente o, incluso, se han mirado con
recelo, muchas veces por envidia y, siempre, por ignorancia, pues todo éxito
personal es a la postre un éxito colectivo. En no pocas ocasiones, el
emprendedor local se ha encontrado con el lastre de la incomprensión de sus
vecinos y un exiguo apoyo institucional, y o se ha aburrido y se ha convertido
en uno más o se ha tenido que ir del pueblo.
Desde los Ayuntamientos se ha
dedicado mucho esfuerzo a intentar recuperar el pasado, casi siempre desde la
nostalgia, y a intentar mantener el presente, en no pocas ocasiones cuando el
presente ya no tenía futuro, y no se han dedicado esfuerzos suficientes a
intentar buscar el futuro, que está en la digitalización, los servicios y la
explotación racional de los recursos naturales.
Hay que identificar el talento y
la voluntad local y apoyarlo, tanto de los que quieren llevar a cabo proyectos
empresariales como de los que, simplemente, quieren formarse y trabajar en las
áreas de la actividad con futuro o llevar a cabo proyectos de bienestar. Hay
que convertir, en fin, esos mal llamados "planes de empleo" en planes
de empleo de verdad, que premien el trabajo, el coraje y la valentía.
Pero eso ya no es suficiente: hay
que procurar que vuelva el talento y la voluntad de los que se fueron. Todos
ellos conservan los recuerdos y muchos aún conservan la casa. Le tienen apego a
esta tierra, que siguen considerando la suya, vuelven siempre que pueden y
sueñan con enterrarse aquí. Ellos saben mejor que nadie lo que es empezar desde
cero y lo que vale el trabajo y la capacidad de sacrificio. Quieren a su
tierra, pero desconfían de ella porque no los trató bien, y pueden comparar las
posibilidades que les ofrece nuestro territorio con el lugar donde ahora viven
y con otros muchos.
Recuperarlo es difícil, pero no
imposible. Como tampoco es imposible atraer a personas que nada tienen que ver
con nuestra tierra. En otros sitios lo están haciendo. Ahora, se valoran bienes
inmateriales que antes no se tenían en cuenta, como el medioambiente físico y la
tranquilidad, que abundan en nuestra zona. Y, ahora, se tiene acceso inmediato
desde cualquier sitio a la mayor parte de los servicios que demandan los
ciudadanos (casi todos relacionados con Internet) o en unas pocas horas se
planta uno en una ciudad, en el aeropuerto más cercano o en la costa. Además,
aquí todo es mucho más barato, empezando por la vivienda, que en las ciudades
tiene precios casi prohibitivos.
Atraer a los que nada tienen que
ver con nosotros no es fácil, pero la progresiva implantación del teletrabajo,
nuestro medio físico, la conciencia ecológica y nuestros mejores precios nos
benefician, y hay que intentar aprovecharlo.