sábado, 15 de mayo de 2021

Sobre el despoblamiento 1. Con cuidados paliativos

En la España interior, y muy especialmente en Los Pedroches, se está produciendo desde hace años un proceso de profundo despoblamiento, que no ha sido percibido como un problema por los agentes sociales sino hasta fechas muy recientes, aunque sus efectos negativos se vienen sintiendo desde hace mucho tiempo en todos los ámbitos de la vida social. Incluso en los días que corren, no se tiene un diagnóstico claro del problema, más allá de una exposición más o menos amplia de las cifras, por lo que nadie ha redactado un programa global de actuación que ataque de raíz las causas del mismo. Del problema solo se han conocido los efectos, que son evidentes, y hacia lo efectos han sido planteadas las soluciones, lo que es tanto como intentar acabar con un conflicto social aplacando las cuestiones de orden público que genera o como tratar de curar una enfermedad con remedios para la fiebre y los dolores.

En Andalucía, esas soluciones contra los efectos del despoblamiento han consistido en convocar sucesivos planes de empleo que, en realidad, tenían como único fin la contratación de personas, que luego accedían a subsidios y, luego, a nuevos contratos que les servían para acceder a más subsidios. Incluso los programas activos de empleo, cuyo ejemplo más palpable han sido los talleres de empleo, se han orientado hacia el presente de un sueldo para un trabajador, no hacía el futuro de una persona con nuevas capacidades laborales o emprendedoras.

El balance de las actuaciones públicas realizadas en Andalucía contra los efectos del despoblamiento tiene su lado positivo y su lado negativo. Del lado positivo están que se ha ralentizado la bajada del censo y se ha garantizado un nivel de vida digno a buena parte de la población. Del negativo, el efecto más importante es que se ha fomentado una economía de subsistencia, complementaria de los sueldos y los subsidios públicos, en muchas ocasiones incluida en una economía sumergida contra la que no podían competir los emprendedores legalizados, que frecuentemente han cerrado sus negocios para incorporarse, también ellos, al sistema de subsidios y economía sumergida o se han ido de la localidad.

Dado que no se han atacado las causas, sino los efectos, el problema original sigue vigente (aunque mitigado en parte) y, ahora, además, con el componente de la apatía arraigado en buena parte de la población. Dicho de otra forma, la enfermedad ha seguido su curso mientras se combatían los síntomas y ahora la sociedad de nuestros pueblos es un enfermo terminal que demanda cada vez más sedantes.

Como casi todo el talento ha emigrado y se ha deteriorado la energía de la mayoría de los que se han quedado, los pueblos de Los Pedroches cuentan con una masa cada vez menor de vecinos que, en buena parte, han perdido la iniciativa empresarial y para la formación, trabajan ocasionalmente en una actividad sumergida, no cubren los puestos de trabajo más penosos y menos remunerados (como los relacionados con las campañas agrícolas de recogida), no se adiestran para cubrir el mercado laboral (escasean profesionales como fontaneros o carpinteros y pronto escasearán los albañiles) y esperan la llamada del Ayuntamiento.

El problema está inmerso en un cambio de paradigma productivo que parece similar al que sucedió en los años 60 del pasado siglo, cuando la mecanización del campo expulsó del mismo a casi toda la masa campesina y la llevó a los polos industriales de las ciudades o, incluso, al extranjero. Digo que el cambio parece similar, solo que “parece”, porque entonces los pueblos no tenían forma alguna de defenderse, en tanto que ahora sí disponen de algunos medios para ello, que, en realidad, son los mismos que utilizan los que los amenazan.

Me refiero, fundamentalmente, a las comunicaciones y la logística. El sistema productivo de nuestros núcleos rurales está siendo amenazado porque desde cualquiera de sus casas se puede pedir un producto fabricado en cualquier parte del mundo que llegará a esa casa casi sin coste y en cuestión de días. Contra esta amenaza, todas las Administraciones, y en particular los Ayuntamientos, están haciendo campañas de sensibilización de los consumidores para que se compren productos de proximidad en comercios de proximidad. En estos días de pandemia, además, se está ayudando a productores y prestadores de servicios de una forma directa, por el mero ejercicio de la actividad o para que puedan hacer frente a suministros relacionados con la seguridad sanitaria.

Eso está bien, y más ahora, pero resulta de todo punto insuficiente, porque limitarse a mantener lo que hay es la mejor forma de no mantener lo que hay, pues no se puede ir contra el rodillo de la modernidad, por mucho que esa modernidad nos pese. Máxime, cuando existe una posibilidad de engancharse el ritmo de los tiempos incluso aquí, en una zona rural apartada que no está tan apartada como nos creemos, pues si cualquier producto fabricado lejos puede ponerse en nuestros pueblos en cuestión de días, por la misma razón y en el mismo vehículo puede ponerse cualquier producto de nuestros pueblos en cualquier parte del mundo en el mismo tiempo. Y hay más, si desde cualquier parte del mundo se nos prestan servicios al instante, también nosotros podemos prestar esos mismos servicios al instante a cualquier parte del mundo.

La digitalización y la facilidad en las comunicaciones que nos amenazan nos ofrecen también la salvación, como está demostrando el teletrabajo y como ya está ocurriendo en otros lugares y ocurre con otras personas solo diferentes de nosotros en que han puesto su talento y su voluntad a trabajar.