Lo íntimo
Lo
de menos es lo que estaba haciendo la concejal, o el hecho de que se le ocurriera
grabarlo, o incluso que el vídeo se lo diera a su marido o a su amante, es más,
todo eso es de una irrelevancia absoluta y hubiera pasado inadvertido por
naturaleza, pues pertenece a la esfera íntima de las personas y en esa esfera
la gente se masturba si quiere, y se graba en pelotas si quiere, y tiene
amantes si quiere. Y no pasa nada más allá de lo que pueda afectarles a los
sujetos de ese ámbito íntimo.
Lo
íntimo, el ámbito íntimo, ahí está el quid del asunto, un espacio en el que nos
manejamos todos y en el que todos tenemos cosas que ocultar, nosotros y la
concejal de Los Yébenes Olvido Hormigos, que no sé muy bien lo que hizo ni me
importa mientras gestione con acierto los asuntos públicos y mientras represente
correctamente a los vecinos de su pueblo. Lo relevante de este caso es que se
ha roto impunemente su ámbito íntimo, y lo mismo que se ha roto el suyo se
podía haber roto el del resto de los habitantes de su pueblo, y el de
cualquiera de ustedes, y el mío.
Su
ámbito íntimo se ha roto, primero, por alguien cercano a ella, alguien que no
se ha limitado a traicionar su confianza (quizá ella traicionó antes otras
confianzas), sino que además la ha expuesto en ese escaparate universal que son
las redes sociales. Y se ha roto, luego, por esos que dicen llamarse
periodistas y en lugar de alimentarse con las noticias las crean, esos que lo
mismo les da que seas o no seas concejal y que gestiones o no gestiones asuntos
públicos mientras puedan sacar tajada de ti, esos que cogen al “protagonista”
en la puerta de su casa y lo persiguen poniéndole el micrófono en la boca, esos
que no dudarían en mostrar públicamente las vísceras de cualquiera de los
lectores de este escrito si con ello pudieran incrementar su audiencia y que
han encumbrado como princesa del pueblo a una de sus más zafias representantes.
Lo
relevante del caso es que durante varios días todos los focos han apuntado a
esta señora por lo que hizo en su ámbito privado (o dicen que hizo) y no han
apuntado a los concejales que con el dinero de todos construyen edificios que
no sirven para nada, que contratan a dedo a sus familiares y a sus amigos, que hacen
viajes a costa del erario para asuntos dudosamente públicos o directamente
privados, que tardan en pagar las facturas (o no las pagan nunca) porque se
gastan más de lo que ingresan, que derrochan en festejos el dinero que sin
embargo escatiman para gastos sociales y que hipotecan el futuro del
Ayuntamiento con préstamos cuyo fin último no es el bien de la comunidad sino
ganar las próximas elecciones.
Esos
malos concejales seguramente se masturban, quizá graven vídeos lúbricos y tal
vez tengan amantes, pero tienen poder y pagan anuncios en los periódicos (algo
que algunos periodistas agradecen mucho), y se sienten a salvo por nefastos que
sean porque a los vecinos no les interesa tanto una buena gestión como que les
den pan y circo. Y en los tiempos que corren, el pan se llama anuncio, subsidio
o subvención y el principal circo es el mediático.