lunes, 10 de septiembre de 2012

A Pedroche, con la feria cerrada




                Ayer, después de varios meses sin lluvia, una tormenta de granizo dejó de golpe más de veinte litros en Pozoblanco y esta mañana, con las primeras luces de la alborada, el suelo del pueblo mostraba la suciedad que guardaban los tejados hasta entonces. En el campo, la lluvia ha matado el polvo y poco más, por lo menos en el recorrido que hemos hecho hoy, que ha sido excepcionalmente corto.

10,242 km

                 Hemos tomado la carretera en dirección a El Guijo y hemos dejado el coche en el primer anchurón del camino de la Cañada de las Zorras, que se inicia casi a dos kilómetros del cruce con la carretera de Pedroche a Dos Torres. Según he podido comprobar en el mapa, desde allí hasta Pedroche hay 3.700 metros en línea recta, una minucia para el aparato que emitía música desde la feria de aquel pueblo, pues sus canciones nos llegaban con tanta nitidez que nos daban ganas de bailarlas. 

 Como a las ocho de la mañana, ya que habíamos visto el espectacular amanecer y los distintos planos que las líneas de claroscuros formaban en el horizonte, dejamos de oír la música. Poco después, la mole imposible de la torre de El Salvador cargaba el paisaje de Historia o, quizá mejor, de fantasía, pues a mí me recuerda a esos mundos que crean los escritores en las novelas de ficción extrema. 

 Al cruzar el arroyo Santamaría, que llevaba un hilo de agua, cogimos la dirección contraria al pueblo por la carretera que lleva a El Guijo, de la que nos apartamos en la desviación de la ermita de Piedrasantas, en la que anteayer y ayer se celebró la famosa romería de los Piostros. La ermita es hermosa, y el puente que le da acceso, también, pero nosotros no llegamos a cruzarlo, y, alegrados por el bien entonado canto de uno de los cuatro o cinco operarios que limpiaban el recinto, tomamos enseguida la carretera por la que los vecinos de Pedroche suelen ir a ver a su patrona.

Antes de coronar la cuesta, en el mismo borde del casco urbano, nos desviamos a la derecha para entrar en el pueblo por el recinto ferial. En el exterior de este también oímos música (si puede llamarse así a ese chunda-chunda), si bien provenía de un coche que tenía las puertas abiertas. A su lado, un grupo de unos veinte jóvenes, muchos de ellos con vasos o botellas en la mano, estaban de pie (alguno quizá bailase) en medio de un auténtico estercolero de plásticos. 

Atardecer en la feria de Pedroche de 2008

 Tras cruzar entre ellos, entramos en el recinto ferial. Desde el año 2008 no iba a la feria de Pedroche. En aquella ocasión, llegué tan temprano que los coches de choque aún no estaban funcionando. En esta, accedimos a las nueve menos cinco de la mañana y todo estaba cerrado. También lo estaban los bares de la calle San Gregorio, y el de los Tomasitos (en cuya terraza nos hemos sentado otras veces a tomar una café y una bizcochada), y los demás bares de la plaza de las Siete Villas.

Rehuimos las ganas de descansar en una de las muchas sillas de plástico que colmatan la plaza y, tras gatear el primer tramo de la calle de Hernán Ruiz y caminar admirando su pavimento por el segundo, llegamos a la iglesia de El Salvador, justo a los mismos pies de la torre, desde donde miramos arriba echando muy hacia atrás la cabeza, y arriba, en pleno cielo azul y a un palmo del campanario, aún sobrevivía la luna, en cuarto menguante.

Tomamos la dirección contraria a la torre, rodeamos el templo y, desde la puerta de este por la que salen los cortejos fúnebres camino del cementerio, nos paramos a admirar uno de los más bellos paisajes urbanos de Los Pedroches, un punto malogrado por los vehículos que había aparcados delante de la ermita de Santa María del Castillo.

La vuelta la hemos hecho por el camino de Dos Torres, primero, y, luego, por el de la Fuente del Rayo, que sale a la carretera de El Guijo a sólo unos cuantos metros del camino de la Cañada de las Zorras.