sábado, 15 de septiembre de 2012

El desprecio



 

                Si estuviéramos lejos unos de otros, no dolería tanto. Si tuviéramos vecinos distintos, proyectos distintos y fines distintos a los que llegar por caminos separados. Si tuviéramos culturas distintas o religiones distintas. Si pretendiéramos una moneda distinta o un sistema político distinto. Si no hubiera una Historia común, una Historia en la que hemos estado unidos mucho más tiempo que separados. Si no hubiera mestizaje, y unos no hubieran emigrado a la tierra de los otros. Si no hubiera multitud de parejas mixtas, o multitud de amigos en una y en otra parte. Si no hubiera multitud de empresas que están aquí pero venden allí y viceversa, empresas que son de los dos lados y que no pueden vivir sin los unos y sin los otros.

Lo que duele es que esgriman los mismos argumentos que si nosotros fuéramos la metrópoli y ellos la colonia y que hablen de opresión, como si nosotros fuéramos opresores.

         Lo que duele es que, probablemente, si fuéramos más ricos, nos tratarían de otra forma.

Lo que duele es que partimos del mismo sitio y vamos al mismo sitio por el mismo camino y al mismo tiempo y, sin embargo, no quieren venir con nosotros, sino un poco separados, formando un grupito aparte.

Lo que duele es que quieren ponerse en la otra punta de la barra cuando lleguemos al mismo bar y tener un fondo común propio para pagarse las cervezas, porque quizá así caigan a una más o puedan costearse un pincho de tortilla que nosotros no podremos costearnos.

Lo que duele es que no se conformen con hablar en su idioma cuando se junten entre ellos, sino que no quieran pararse con nosotros en el mismo descansadero porque eso les obligaría a hablar en nuestro idioma, que sin embargo entienden, y también es suyo.

Lo que duele de algunos de ellos es que quieran venir con nosotros y ponerse en nuestro lado de la barra pero caer a una cerveza más, porque en el fondo común pusieron una moneda más que nosotros.

Ellos dirán que no nos desprecian, nos hablarán del conflicto y del encaje en el Estado y utilizarán todos esos eufemismos que sirven para no llamar a las cosas por su nombre, pero lo cierto es que cuando nos tratan así nos desprecian. Y eso es lo que nos duele.

Lo que duele en el asunto de la independencia de Cataluña no es que vayamos a quedarnos huérfanos sin ellos, sino el desprecio que muestran algunos catalanes hacia los que no lo somos.