domingo, 29 de junio de 2025

11. Zalduendo o Quién costea a quién

 

San Juan de Ortega es el punto final más utilizado por los peregrinos para mi etapa de hoy, pero es un núcleo urbano muy pequeño (26 habitantes en 2023) y está a unos cuantos kilómetros de la parada que el autobús tiene en la N-120. Por eso había decidido alargar la etapa hasta Zalduendo (69 habitantes en 2023), el primer pueblo con parada más allá de San Juan de Ortega.

El día ha amanecido fresco en Tosantos (53 habitantes en 2023, donde terminé ayer) y, luego, hemos tenido que subir por los montes de Oca rodeados de bosque, de modo que el calor no se ha hecho sentir sino hasta que estábamos cerca de San Juan de Ortega, por donde he pasado sin detenerme para dirigirme enseguida a Santovenia de Oca (25 habitantes en 2023). No recuerdo haber visto a nadie ni en Tosantos ni en San Juan, y en Santovenia vi de lejos a una mujer regando las macetas que tenía en la calle, pero no pude decirle nada, porque se metió en su casa antes de que llegara hasta ella.

A partir de San Juan, tampoco he visto a caminante alguno, pues todos habían tomado la vía más común, que va por Agés y Atapuerca. No me he topado con nadie hasta que, pasada Santovenia, he visto a un señor sentado en el pretil de un puente que cruzaba un arroyo. Había salido a pasear al perro, según me dijo, porque yo enseguida me puse a hablar con él. Como le he dicho que no había visto a nadie, ni siquiera a caminantes, me ha dicho que sí, que caminantes había. La confirmación de sus palabras la he tenido un poco más adelante, porque he visto a otro señor sentado en otro pretil que cruzaba otro arroyo. Y, este, a juzgar por la mochila que había a su lado, era peregrino. También con él me he parado a hablar.

Era de Canadá. Cuando le he preguntado por qué había tomado aquel camino en lugar del de Agés, me ha dicho que estaba lesionado en una rodilla y, según le habían comentado, este camino era más fácil, porque tenía menos altibajos. No parecía un problema grave el suyo, sino limitativo de lo que quería hacer. Con todo, le he preguntado si tenía algún seguro médico de viaje, a lo que me ha contestado que quería ir a una ciudad grande, como Burgos, para ser atendido.



Debe haber muchos casos como el de este peregrino. De hecho, he leído que hasta el cincuenta por ciento de los que empiezan en Saint Jean abandonan antes de llegar a Santiago, cifra que a mí me parece prudente, incluso baja, a tenor de la edad y la condición física de los que me he encontrado.

En fin, que los pueblos eran pequeños y aquel hombre no tenía forma de ser atendido como él quería. Y eso me ha llevado a pensar en los pueblos de mi tierra, que son ciudades en comparación con los de aquí, aunque están afectados por un proceso de despoblación similar, que parece irreversible. El de aquí lo es, desde luego. ¿Lo es también el de Los Pedroches?

Cuando hablo con alguien de esto y oigo quejas de lo mal que nos tratan las instituciones públicas, causa última de la despoblación, según parece, siempre expongo que la balanza fiscal entre las instituciones públicas y los pueblos de Los Pedroches es favorable a nuestros pueblos. ¿Nos tratan las instituciones mal en inversiones? Desde luego en gasto corriente no. Nuestros pueblos tienen muchos pensionistas, que reciben su pensión de los fondos públicos. Tienen muchos funcionarios, que reciben del mismo sitio sus retribuciones. Tienen muchos desempleados, que perciben subsidios. Y tienen muchos agricultores y ganaderos subvencionados.

Y, además, los ayuntamientos de nuestra tierra reciben mucho dinero del Estado, de la Junta de Andalucía y de la Diputación Provincial de Córdoba. Y cuando digo mucho es mucho mucho, un montón. La gente se cree que con los tributos que ellos pagan al Ayuntamiento se costea el presupuesto municipal, pero no, eso costea solo una parte, porque, en general, la mayoría de sus ingresos son transferencias que vienen de otras instituciones públicas y pagan los ciudadanos de toda España. ¿Qué hacen los ayuntamientos con esos fondos? Ah, ahí está el quid de la cuestión. Cuando vean las reseñas que el propio Ayuntamiento pone en Facebook y en otras redes sociales, pregúntense cuántos empleados del Ayuntamiento están trabajando para elaborar esas noticias (que son propaganda de quien manda) y lo que hay detrás de ellas y cuántos planificando actuaciones a medio y largo plazo para el desarrollo de la localidad. Pregúntense cuánto pagaron por esa comida que aparentemente les salió gratis. Cuánto, por esa verbena, por ese folleto, por ese viaje, por ese día del Rosquillo Redondo, que según las cuentas oficiales tanta gente trajo de otros pueblos…, o cuánto cuesta el mantenimiento de ese edificio que solo se utiliza una vez al año.

O sea, que en Los Pedroches somos muy felices, cada vez más, pero cada vez menos conscientes de lo que somos y cada vez menos.

Llegué a Zalduendo con bien. En el pueblo, junto a la carretera, hay un bar que por fuera parece una casa consistorial, con una bandera de España en la fachada, donde por doce euros me tomé dos tercios de cerveza Magna, sin alcohol, dos huevos fritos que me comí mojando muchas sopas, cuatro filetes de lomo y un café solo con hielo. Mientras estuve esperando y, luego, mientras comía, no pasaron por el bar más de tres personas.

Según mi reloj, el recorrido de aquel día fueron 25,74 kilómetros.



Aquí la ruta en WIKILOC