sábado, 28 de junio de 2025

10. Tosantos o El problema de la autopista

 

Me lo decía mi amigo Leo, experto caminante y un maestro en esto del Camino de Santiago: conforme vas haciendo kilómetros, vas notando que el cuerpo responde mejor. Yo puedo dar fe de que es verdad. No he tenido accidentes ni enfermedades y mi cuerpo se ha adaptado a hacer los kilómetros que le echen. Es casi como el de esa señora búlgara que viene desde Canadá que me encontrado hoy. Casi. Porque ella iba como si tal cosa y yo llevaba la respiración un punto entrecortada.

Según me ha dicho, quiere hacer el Camino completo partiendo desde Saint Jean en 26 etapas, que son bastantes menos de lo que mandan los cánones. ¿Sin mochila?, le he preguntado, porque he observado que llevaba una del diario, como yo. A lo que me ha contestado que hoy estaba de descanso. Descanso un día de cada siete, me ha dicho. En esos días, ando lo que una etapa normal y no llevo la mochila grande. O sea, para que quede claro: esa señora (unos cincuenta años, tal vez más) descansaba haciendo lo que yo hacía de ordinario.

Hemos hablado, entre otras cosas, de las paellas, de los quesos de España y de las fresas. Al parecer, le encantan las fresas y quería probar unas de aquí, pero todas las que ha podido encontrar vienen del extranjero. No sé en qué tiendas habrá preguntado, ni cómo, y como me ha parecido raro que ocurra eso en un país productor de fresas, me ha dado pelos y señales de lo ocurrido y me ha preguntado qué puede hacer para conseguirlas. En esa conversación estábamos, cuando se ha acordado de que se había dejado atrás a su acompañante, que se había apartado para orinar detrás de unas matas, según pude observar antes de empezar a hablar con ella. «Perdona, pero tengo que esperar a mi amigo», me ha dicho, y ahí nos hemos despedido.

La etapa normal, la que iba a hacer ella excepcionalmente, llega hasta Belorado, que es un pueblo relativamente grande para lo que se ve por aquí y cuenta con muchos servicios para los peregrinos. Pero al llegar a Belorado me he encontrado bien y he decidido seguir hasta Tosantos, el siguiente pueblo. Así, acortó la etapa de mañana, que es muy larga. En Tosantos para el autobús de Jiménez que ha de devolverme a Santo Domingo de la Calzada, así que no hay problema.

Tosantos es un pueblo pequeño, de 53 habitantes, según la Wikipedia, pero ha llegado a tener casi 300, una despoblación similar a la de otros pueblos de por aquí. Cuando llegó, lo primero que hago es buscar un bar donde tomar una Coca-cola, y lo encuentro junto a la carretera N-120, Logroño-Burgos, que en esta parte del camino está omnipresente. En el bar (en el que solo hay un parroquiano), cuando le pido la bebida, cuando le pago y, luego, cuando le pregunto por la parada del autobús, observo que el camarero es extranjero y tiene alguna dificultad para entenderme.



Por hablar de algo, de eso hablo con una señora que me acompaña luego en la parada.

«Pues era el único extranjero de los que se presentaron», me contesta con algo de irritación. Según me dice, el bar es municipal y es el único del pueblo. ¿Municipal? ¿Este pueblo tiene Ayuntamiento?, le pregunto, en vista de que el pueblo es muy pequeño. Sí, lo tiene. Ella asegura estar muy enterada de todo el proceso. Al parecer, se habían presentado seis vecinos a la licitación (lo de seis me lo dice varias veces), pero el alcalde se lo había dado a un extranjero al que nadie conocía. Habría unas bases y el alcalde se regiría por ellas, le digo yo. Nada, nada, el alcalde se lo había dado al que él había querido, ha resuelto ella.

Luego hablamos del Camino y de los servicios que había en el pueblo. Me ha dicho que hay muchos, y me hablado de dos albergues, el parroquial, donde hasta treinta peregrinos pueden dormir en el suelo, y el otro, que estaba justo enfrente de donde nos encontrábamos, donde los peregrinos dormían en literas, aunque ahora está cerrado.

Después, por seguir hablando de algo, ya que estábamos solos y el silencio era un poco embarazoso, le he dicho que los coches pasaban delante de nosotros a mucha velocidad, a pesar de que había una señal de limitación a 50 kilómetros por hora. Y entonces la señora me ha hablado de la necesidad de que hagan pronto la autopista. En esto se ha extendido bastante, quizá porque yo le he metido los dedos en la boca con la proximidad de las obras. De hecho, aquel mismo día, mientras caminaba, había visto que las obras de la autopista se iban acercando.

Ella quiere la autopista para tardar menos en ir a Burgos, porque ahora, con aquel tráfico, se tarda una barbaridad. «Coges un camión y tienes que ir detrás de él todo el camino», me ha dicho. Yo he pensado en lo que ocurriría cuando el pueblo tuviera una autopista que pasara a varios kilómetros del casco urbano. El bar, que ahora servía a los usuarios de la carretera, probablemente se vería obligado a cerrar, porque no iba a poder subsistir con los 53 vecinos censados y los escasos caminantes que se quedaran en el pueblo, especialmente cuando no es temporada alta. Y ella, que ahora estaba esperando el autobús, probablemente vería que los servicios de la línea mermaban o desaparecían, pues el tráfico fundamental de viajeros era entre las localidades de Logroño y Burgos, y esos viajeros demandarían que el tráfico fuera por la autopista en lugar de por la antigua carretera. Es algo parecido a lo que está pasando con el AVE a Galicia y las paradas en Sanabria y Zamora.

En fin, que me acordé de mis paisanos y sus demandas de más servicios y una autopista. Ella quería la autopista para ir más rápidamente a Burgos y nosotros la queremos para ir más rápidamente a Córdoba, a Sevilla, a Málaga, a Madrid y a todas partes, lo cual está muy bien, estupendo. Pero vamos, que, cuando la tengamos (si eso ocurre algún día), eso va a hacer que en Los Pedroches tengamos menos habitantes todavía. Por lo que menos si seguimos con la mentalidad de ahora, que es la que tiene esta mujer.

Dándole vueltas al asunto mientras iba en el autobús se me han ocurrido más cosas al respecto, pero, como se me está alargando esta entrada, las dejaré para mejor ocasión.

Al final de la jornada en el Camino, mi reloj marcaba 27,06 kilómetros.



Aquí la ruta en Wikiloc