7-5-2020
Dentro de una ideología vamos entre una multitud como
nosotros, con mucha gente que nos reconoce y a la que reconocemos. Vamos por el
mismo camino, en la misma dirección, en grupo. Cuando alguien pone una emisora
de radio, pueden oírla los demás sin problemas, porque es la misma emisora que
oye todo el mundo. Cuando alguien compra un periódico, puede pasarlo luego para
que lo lean los demás, porque es el periódico que lee todo el mundo. Cuando
alguien saca un tema de conversación, puede seguirlo cualquiera y opinar lo que
más le plazca, porque su criterio no va a ser muy discordante con el criterio de
los demás. Dentro de una ideología, uno se siente amparado por los otros, comprendido,
acompañado, y el camino se hace mucho más agradable, placentero incluso.
Caminando dentro de una ideología no nos preguntamos a dónde
vamos, porque nos han dicho que nuestro destino es el mejor de los posibles y nosotros
nos fiamos de lo que nos dicen. Nos hicimos esa pregunta antes de entrar, pero eso
fue hace mucho tiempo y ya a nadie se le ocurre cuestionar decisiones tan
esenciales como esa. En realidad, no tenemos por qué hacernos pregunta alguna,
pues casi todas las respuestas posibles las tiene el catecismo de la organización
y, si no hay respuestas preparadas, responde sobre la marcha la mayor lucidez
del líder, al que nunca se tiene por pastor, aunque lo que haga sea pastorear al
colectivo.
Dentro de la ideología podemos pensar lo que queramos,
claro, pero no nos podemos apartar demasiado del sentir oficial si no queremos
que se nos vea como a tipos extraños, que es como se define a los disidentes de
primer nivel. Si uno empieza a tener ideas propias, si uno empieza a formar
grupitos rezagados o hacer repreguntas inconvenientes, es muy posible que se le
amoneste y, de persistir, se le señale el camino por el que transitan los
enemigos, que es también ancho, cómodo y muy concurrido, y donde rigen reglas
muy parecidas, aunque se oyen otras emisoras y se leen otros periódicos, aunque
se tiene otro catecismo, en fin.
O, aún peor, de persistir en la falta, es posible que señalen
al disidente los múltiples caminos por los que transitan expuestos al frío de las
ideas propias los que van por libre, todos ellos estrechos y empinados, todos llenos
de abrojos, charcos y alimañas.