miércoles, 6 de mayo de 2020

Viviendo en la distopía 53. El efecto sumidero


6-5-2020


Nada mejor que adentrarte en el estudio de una materia para que el tiempo se te pase volando. El estudio abre campo, y ese campo abre más campo, que a su vez abre más campo todavía, de manera que a cada paso que das te encuentras con más dudas y con más necesidad de aprender. Como ya he apuntado aquí, nadie hay tan necio como el que cree tener todas las respuestas ni tan sabio como el que tiene un montón de preguntas que se afana en responder.

Viene al caso lo dicho porque yo he llenado mis numerosas (e inquietantes) horas de aislamiento dedicándome al estudio del inglés, una materia a la que a lo largo de los años le he ofrecido mucho tiempo con pésima fortuna, pues siempre me he dejado arrastrar por el efecto sumidero.

Verán: el olvido es el sumidero del lavabo y tiene una función esencial de limpieza. En el lavabo aún está dónde hemos dejado el coche hace un rato, pero por el sumidero del olvido ya se ha ido dónde lo dejamos hace una semana, por ejemplo. En lavabo están los traumas, flotando como si fueran corchos, todas aquellas cosas que agarramos con recuerdos especiales para tenerlas siempre presentes y las que el cerebro considera necesarias, porque le prestamos atención continuada. Casi todo lo demás se va, con una velocidad que depende del grado de su densidad o consistencia y de lo frágil que sea la memoria, es decir, del diámetro del desagüe, que en mi caso es muy grande.

Cuando queremos aprender algo, por ejemplo inglés, sale información por el grifo, que luego tiende a irse por el sumidero. Yo he estado mucho tiempo aprendiendo inglés, pero lo he hecho de una forma poco sistemática, a salto mata como quien dice, y mi información era escasa y muy fluida, de manera que se iba muy pronto hacia la nada de la alcantarilla. Ahora, en cambio, la información que entra es mayor que la que se va, y además el material es más consistente, de forma que estoy empezando a vislumbrar el sistema que hay en la arquitectura del idioma.

El inglés no se aprende con mil palabras, sino con esfuerzo, como dice Richard Vaughan, que ahora es mi maestro en la distancia. Y es así: el esfuerzo, la constancia y una base compacta es la mejor forma de luchar contra el efecto sumidero.