martes, 5 de mayo de 2020

Viviendo en la distopía 52. Un ramo de flores


5-5-2020

Ayer le regalaron a Carmen un ramo de lirios de agua o calas, que aquí llamamos jarros. Ella los ordenó, cortó sus tallos a medidas distintas y los puso, junto a unas cuantas hojas de la misma planta, en un florero de cristal con agua, que colocó luego sobre la mesa que hay en el patio interior.

Yo la estuve observando y vi que daba unos pasos hacia atrás, que examinaba el ramo con el ceño un poco fruncido y se acercaba, que retocaba la distribución y volvía a alejarse y a mirar. En algún momento, sin abandonar esa labor sutil, Carmen se acordó del patio de su casa y de su madre, como si se le escapara un pensamiento, y yo me acordé del patio de mi casa y de la mía. Ella lo dijo y yo me limité a no interrumpirla y a preguntarme qué andaría rondando por su cabeza.

Cuando terminó, me miró sonriendo, me preguntó si me gustaba y le hizo una foto, que mandó por WhatsApp a sus hijos, para compartir con ellos su felicidad.

Veo el ramo desde donde estoy escribiendo ahora y me acuerdo de todo eso. ¡La vida parece tan sencilla, aquí, ahora! No lo es, ya lo sé. Hay quien no tiene patio, ni casa, ni trabajo, ni nadie que le regale flores. Hay quien no tiene nada, en fin, pero hasta quien no tiene nada puede tener mayor inclinación por lo positivo que por lo negativo.

Lo positivo y lo negativo: esta noche, como no me podía dormir, he terminado de leer «La misericordia», de Benito Pérez Galdós, una obra maestra que asocia la infelicidad a la miseria moral más que a la miseria económica.   

Lo positivo y lo negativo: hace un rato he leído unos cuantos periódicos y he oído la radio. Políticos, comentaristas, una olla de grillos cantando a la luna desde sus madrigueras, todos con sus grandilocuentes cricrís, con sus intereses ocultos, con sus aspiraciones de máximos, con su diminuto sentido de lo común. La gente esperando a ver qué dicen y lo que dicen es que la culpa es del otro. Que la culpa es del otro.

Que la culpa es del otro.

Hay que dedicarse a ordenar las flores y a mirar los ramos. Hay que leer obras como "La misericordia" y hay que dejar de leer periódicos y de oír la radio. Esa es la conclusión.