El santuario de la
Virgen de Luna se encuentra en La Jara, a una distancia parecida de
Pozoblanco, Pedroche y Villanueva de Córdoba. Según cuenta la
tradición, la imagen fue venerada por los tres pueblos hasta que los
vecinos de Pedroche incumplieron la obligación que tenían de
llevarla a su pueblo debido a una fuerte tormenta. Sin embargo, como
ha puesto de manifiesto Juan
Bautista Carpio en dos artículos de su blog (aquí y aquí),
no hay rastros de que tal hecho se produjera, y ni siquiera hay
documentos que prueben que alguna vez la imagen de la Virgen de Luna
perteneció también a la villa de Pedroche.
Los
pedrocheños, por otra parte, son gente recia y lo han sido
siempre, y son las gentes más amantes de sus tradiciones que hay en
todo el valle que lleva el nombre de su pueblo, como lo prueban sus
antiguas, originales y variadas fiestas populares. No creo que los
pedrocheños dejaran de cumplir con una obligación tradicional por
grande que fuese la tormenta y mucha agua que llevaran los arroyos.
Si la imagen fue compartida alguna vez por los tres pueblos, bien
pudo dejar de serlo por las rencillas que se daban entre ellos, como
ocurrió con la pérdida del culto compartido entre Torrecampo, Santa
Eufemia y El Guijo por la Virgen de las Cruces hace alrededor de un
siglo, después de numerosos altercados ocurridos entre los vecinos
de los tres pueblos a cuenta de la imagen y las celebraciones que la
rodeaban, algunos de los cuales nos detalla Esteban Márquez en su
libro “Historia de la villa de Torrecampo”.
Los vecinos de Pedroche
tenían muy cerquita de ellos a la Virgen de Piedrasantas desde
tiempo inmemorial (para más información, los detallados estudios de Pérez Peinado). No
les hacía falta compartir imagen, santuario y ritos con Pozoblanco y
Villanueva de Córdoba, cuyas cofradías siguen discutiendo con poca
ocasión que les den. Si alguna vez estuvieron en comunidad con esos
dos pueblos vecinos, creyeron más oportuno abandonarla. Luego,
alguien se sintió afrentado e inventó esa leyenda infamante, que ya
va siendo hora de que desterremos.
19.km ida y vuelta |
El pasado domingo
tuvimos la oportunidad nosotros de transitar por el que, de haber resultado
cierta la leyenda, bien pudo haber sido el camino por el que los
pedrocheños traían y llevaban a la Virgen de Luna. Para ello,
dejamos nuestro vehículo antes del amanecer en el centro de
Pedroche, cerca de la nueva Biblioteca Municipal, y enfilamos hacia
el Sur la calle Castillo y, luego, la calle Torrecampo, cruzamos la
carretera de circunvalación frente al cementerio, que aún conserva
restos de su pasado conventual,
y tomamos el camino asfaltado de los depósitos municipales de
agua, que abandonamos unos trescientos metros más adelante por otro
de tierra, al que los planos llaman de la Majada de los Hoyos.
El invierno está
viniendo húmedo y templado y ese día no era una excepción. Aunque
no llovía, estaba nublado y no pudimos disfrutar en toda su grandeza
ni del amanecer ni de la visión de Pedroche, cuyos colores blancos,
marrones y rojos presentaban un tono mate como en un fondo de
paspartú sucio. En todo caso, el pueblo se deja de ver pronto. La
ruta toma la derecha en la primera bifurcación y sigue por el
denominado camino de Pedroche a la Virgen de Luna por lugares
bastante altos, de forma que, cuando clarea la dehesa, se puede ver a
la derecha, hacia el Oeste, al pueblo de Pozoblanco y a la izquierda,
mucho más lejos, al de Villanueva de Córdoba.
El hecho de que los
sitios por los que pasa el camino sean elevados hace que la mayoría
de los arroyos nazcan a un lado y a otro del mismo y que sea de muy
escaso caudal el único que se cruza antes del punto Panadera, que
tiene 685 metros, junto al que nacen hasta seis regatos, todo lo cual
hace más inverosímil la leyenda a que nos hemos referido antes.
Los arroyos más caudalosos se encuentran más allá del cruce del
camino de los Terrajos, en lugares de menos altura. Primero, el
arroyo Zarcejo, que atraviesa el cercado de una finca por una valla
hecha con unos mayúsculos marranos de granito, similares a los que
por esta zona servían para entibar los pozos antiguos. Y más
adelante, el arroyo Guadamora, el más caudaloso de los que se hallan
en la ruta, aunque corre al otro lado de la carretera de Pozoblanco a
Villanueva de Córdoba y nosotros no llegamos a pasarlo.
Antes de llegar a esta
carretera, el caminante se ve obligado a seguir por la plataforma de
la antigua vía del ferrocarril que unía Puertollano-San Quintín
con Fuente del Arco, transformada ahora en un camino muy ancho que no
aparece señalado en los planos del visor del Ministerio de Fomento
(Iberpix). Al principio del camino se encuentra una caseta de tren
con trazas de apeadero que, por desgracia para el patrimonio
monumental de Los Pedroches, vive sus últimos días a la sombra de
un eucalipto, como los vivió hasta no hace mucho la caseta que había
al principio del camino de Pozoblanco a Dos Torres, que ya sólo es
un cuadro de Antonio Pulido en
la casa de algún comprador con fortuna.
Como los alrededores de
la estación es el lugar más bonito que hemos encontrado en nuestra
andadura, nos hemos parado junto a ella a comer y a darle unos
cuantos apretones a la bota de vino, que andaba necesitada de
recarga. Luego, seguimos adelante hasta la villa madre de Los
Pedroches, a la que llegamos como una hora y media más tarde.