Uno
escribe para definir lo que tenía dentro de una forma embarullada o por el
placer de urdir una historia que antes no existía. El ejercicio de la escritura
se hace en la más absoluta soledad (en mi caso, es casi un vicio solitario) y
tiene el premio del ejercicio, como el que estudia no para que le den un
título, sino por el gusto de aprender. Cuando la obra se termina, sin embargo,
al escritor le gusta que su obra vea la luz y sea leída por otros. Hay en ello
múltiples causas: fundamentalmente, que la literatura es una forma de expresión
y, en consecuencia, que la obra sólo se completa cuando es leída por otro (en
el teatro se ve muy claramente). Que el escritor le puede sacar un rendimiento
económico a su trabajo. Y que el escritor, como artista que es, recibe una recompensa
emocional con el aplauso del público o con cualquier otro reconocimiento.
Como
decía Juan Bautista Humet en aquella canción gloriosa, “a mí también me mueve
el dinero y la vanidad”, pero me mantengo alerta para que no se me note mucho,
porque lo considero indecoroso. Lo decoroso, creo yo, es escribir por el gusto
de expresarse y dejar luego que sea el mundo el que decida qué es lo que hace con
lo que has hecho. Al fin y al cabo, algún día esta civilización que hemos
creado se irá al carajo y con ella se irán también todas sus obras, hasta las
supuestamente más inmortales.
La
gratificación económica y la emocional nacen, generalmente, en el ámbito más
cercano y crecen a partir de él. No en vano, a las presentaciones de libros
suelen ir la familia, los amigos, los afectados por algún compromiso con el
autor y unas cuantas personas más, de los que el escritor suele recibir
mensajes de afecto personal que casi nunca tienen mucho que ver con su obra.
Para
completar la obra, en cambio, se necesita un lector atento, y es mejor que dicho
lector sólo asuma el papel de tal (que no sea ni tu mujer, ni tu hijo, ni tu
hermano, ni tu amigo…), para que realice su tarea con la mayor naturalidad
posible.
Internet
ha puesto a disposición de los creadores una multitud de gente anónima dispuesta
a completar su obra. El mundo de internet es efímero (sólo más efímero que el
mundo físico, en realidad) pero inabarcable, de tan inmenso, y en él hay un
hervidero de personas con la misma sensibilidad que cualquier artista y sus
mismos gustos. La ambición de los autores de encontrarse con seres afines que
sintonicen con su alma y completen su obra es casi siempre posible en internet.
Como
el espíritu del ser humano es esencialmente el mismo, los lectores atentos
pueden estar en cualquier parte. Que alguien extraño a mí y de un país lejano
complete con su lectura lo que yo he escrito en la soledad de mi casa me
provoca tanto asombro como placer y es, además, el mejor reconocimiento que yo
pueda recibir por mi obra.
Durante
los cinco meses de 2012 que ha estado operativa la página
juanboscocastilla.com, ha recibido 55.267 solicitudes de las más diversas
partes del mundo. A todos los que las han formulado, muchas gracias. A modo de ejemplo, recojo a continuación el origen de las solicitudes durante el mes de diciembre.
www.juanboscocastilla.com en DICIEMBRE de 2012
"Solicitudes": La cantidad de
solicitudes de elementos de la web (imágenes y texto) realizadas por el
navegador de internet de la persona que llegó a la website. Suponiendo que la
página principal de la web posea dos bloques de texto y tres imágenes (en
juanboscocastilla.com, fundamentalmente, texto) y una persona visita esta
página, el navegador de esta persona hará un total de cinco solicitudes (cinco
hits) en la web.