Las noticias son tremendas. La casa está
en ruinas. Me refiero a los partidos políticos españoles, en conjunto, y no a
este o aquel. No han hecho el mantenimiento necesario y ahora el edificio donde
viven no es que esté lleno de desconchaduras o de goteras, es que afecta a lo
más profundo de su estructura.
Durante años han estado señalando
las grietas que aparecían en los muros de carga de la casa de al lado mientras tapaban
las suyas con los pósteres de sus líderes sonrientes o detrás de los muebles
donde estaba la propaganda electoral y los argumentarios
con los que se defendían en bloque y alimentaban a su masa de forofos.
Se han creído su propia mentira y
han hecho creer esa mentira a la sociedad, formada fundamentalmente por
seguidores sectarios, que siempre encuentran justificación para el vicio propio
en el vicio que tienen los otros. Si el ciclista Armstrong gano siete tours
dopándose, los partidos han mantenido un sistema de dopaje generalizado con el
único fin de ganar las elecciones, y lo peor de todo, como ha confesado el
ciclista, es que el grado de corrupción es tal que ya no se creen que estén haciendo
trampas.
Al PP, por ejemplo, le duele ahora lo
de Bárcenas, pero hace unos días amparaba a Baltar, el cacique orensano que
hacía y deshacía sin el más mínimo escrúpulo legal en la Diputación de Orense,
y sigue amparando a Carlos Fabra, un
individuo que a las acusaciones de corrupción responde con el chusco argumento
de que le ha tocado la lotería varias veces. Y no son los únicos ejemplos que para
este partido podrían ponerse, porque nos llegan continuas noticias de otros.
Ni los del PP son los
únicos ejemplos, pues todos los partidos están afectados en mayor o menor
medida por los letales efectos de la corrupción. Por eso, harían mal los demás
en ensañarse ahora con el PP en lugar de aprovechar esta especie de catarsis
colectiva para sacar sus propios trapos sucios a la calle y lavar sus propias
miserias.
Se han “arreglado”
tantas goteras colocando cubos debajo del chorro, que ya no es que la clase
política española tenga un problema, es que la clase política española es un
problema enorme. La clase política, ¡ojo!, no los políticos del partido
adversario, que vayan teniéndolo en cuenta todos y se miren al espejo antes de
apuntar con el dedo.
Son todos los que tienen
que pedir perdón, limpiar su casa y empezar de nuevo. Los ciudadanos, por mal
que empleemos nuestro voto y sectarios que seamos, no nos merecemos a los dirigentes
políticos que tenemos.