Cuando todo en la vida pública de los ciudadanos
está regulado con el máximo detalle, cuando nadie puede abrir un local, por
pequeño que sea, sin el beneplácito de la Administración, cuando la educación
es mayoritariamente pública o concertada, cuando no se puede contratar a un
trabajador al margen de la Ley y los bancos están sometidos a controles de los
organismos públicos, cuando tan importante, en fin, es la política para una
sociedad y para su desarrollo y tanto recaudan y tanto gastan las
instituciones, debe asegurarse que quienes ostentan el Gobierno y la
representación de los ciudadanos son responsables de lo que le suceda a la
sociedad, de manera que si esta va mal y sufre, son causantes de su
sufrimiento.
Cuando las Administraciones se saltan las leyes
presupuestarias y gastan más de lo que ingresan e incluso más de lo que se
comprometieron a gastar, cuando hay tantos festejos camuflados tras las
palabras cultura y deporte, cuando se ha acostumbrado a la sociedad a moverse a
golpe de subvención, cuando se construyen tantas infraestructuras redundantes o
inútiles o que no se pueden sustentar, cuando se valora de distinta forma la
corrupción del otro a la del nuestro en lugar de atacar directamente al
corrupto, cuando no se dice la verdad sino lo que interesa para ganar las
elecciones, cuando se hace lo que conviene para llegar al poder o para
mantenerse en él y no lo que interesa al pueblo, no se puede decir sino que los
políticos son, primero, los principales generadores de la crisis y, luego, los
principales culpables de que no se salga de ella.
Cuando los sindicatos son claves para la
legislación laboral y la concertación social y hay más de cinco millones de
parados, los sindicatos también son responsables del desempleo.
Cuando el crédito de los bancos y las cajas ha
dejado de llegar a los emprendedores porque los préstamos relacionados con la
construcción corrompen sus activos, debe afirmarse que los rectores de unos y
de otras son corresponsables de la crisis.
Cuando la sociedad no protesta contra los
sueldos disparatados que las instituciones financieras en ruina pagan a sus
directivos, cuando permite que la guíen unos dirigentes sindicales que no
combaten por los derechos de los más débiles, que son los desempleados, cuando
tolera la corrupción de los dirigentes políticos que son de su ideología,
cuando calla por temor a perder una subvención, cuando aplaude los fastos y
come y bebe a costa del erario sin percatarse de que le están robando la
cartera, cuando cree que el empleo lo crean las instituciones y no la propia
sociedad, cuando se deja embaucar por los cabecillas que se envuelven en la
banderas para ocultar su ineptitud o su inmoralidad, cuando vota sin más
criterio que el forofismo y el corto
plazo, entonces, los ciudadanos también son responsables de su destino aciago.
En el fondo, detrás de la Democracia española
posterior a la Transición había una de red de intereses mezquinos que
sobrevaloraba la fachada e impedía el desarrollo de lo fundamental, a la que no
era ajena la insensatez de las masas y la falta de experiencia democrática de
los ciudadanos.
(Puede leer el libro completo de La Democracia retórica en pdf pinchando sobre la imagen que hay en la columna de la derecha)