sábado, 20 de abril de 2013

Una imagen amable



Los candidatos compiten entre sí para lograr el apoyo de los electores. Como el voto es de titularidad personal y en la decisión personal influyen emociones, sentimientos e intereses diversos, en el ejercicio de esa competencia los candidatos planean la forma de conquistar el ánimo y la razón de los electores atacándolos por todos los puntos posibles con las mismas estrategias que si vendieran un perfume o una moto. Esto es, se buscan eslóganes, se hacen fotografías, se adoptan poses y ademanes y se ponen en práctica múltiples técnicas de imagen asesorados por profesionales de la publicidad, de manera que el resultado final de los comicios es, más que el triunfo de un candidato, el de una campaña publicitaria y, por ende, el de la empresa privada que la diseñó.

Pero en los tiempos modernos la presencia permanente de los políticos en la sala de estar de los hogares ha hecho que su imagen sea determinante en cada momento y, en consecuencia, que la campaña electoral no dure el periodo establecido para ello, sino toda la legislatura, de modo que el Gobierno y la oposición son más que lo uno y lo otro candidatos a seguir ocupando el Gobierno o a alcanzarlo, particularmente en España, donde a causa del complejo régimen territorial las elecciones se suceden en un lado o en otro sin descanso. 
 Para dar siempre una buena imagen, nada mejor que contar con una televisión propia y unos directivos que te deban el puesto. Los políticos lo saben y no vacilan en crear medios de comunicación públicos a pesar de su elevadísimo coste y su más que dudosa consideración como servicio público y ponen a su frente a personal de su confianza, aunque los estatutos del medio y el Parlamento procuren, de forma retórica, la independencia de los órganos ejecutivos.

Los partidos políticos cumplen a rajatabla en las radios y las televisiones públicas los papeles que le adjudican los modelos de conducta, principalmente en las Comunidades Autónomas, donde a veces se cae en las prácticas más cutres.




España gasta muchos cientos de millones de euros al año en sostener televisiones estatales y autonómicas, dinero que sale total o parcialmente de los presupuestos generales de esas entidades públicas, es decir, que se costea por la vía de los impuestos, pues no existe una tasa específica con la que los consumidores ayuden a su mantenimiento.

Según sus defensores, la presencia de esos medios de comunicación se justifica por el servicio público que prestan. No obstante, la mayor parte de su programación se compone de series, películas, retransmisiones deportivas, documentales y concursos que en nada se diferencian de los que se ponen en las televisiones privadas, con las que compiten estrechamente por la audiencia, sin que esta sea consciente cuando visiona un programa de que se halla ante un medio público o uno privado. 

 En verdad, un observador imparcial sólo podría ver alguna discrepancia entre los medios de un tipo y de otro por la atención específica que muy de vez en cuando las televisiones autonómicas dedican a los temas de su Comunidad y por la lengua utilizada. Suponiendo la existencia de una necesidad en las dos cuestiones expuestas, únicamente desde ese punto vista tendría fundamento la creación de una emisora pública. Cuando esta dedica su tiempo a actuar exactamente igual que una emisora privada instituida, no opera como un servicio público, sino como otra cosa, por lo que dado el alto coste de oportunidad que representa su sustentación, el mejor servicio público que prestaría sería desaparecer, al menos durante ese tiempo.

Asimismo, un observador imparcial distinguiría con toda probabilidad un sesgo en favor del partido político gobernante, especialmente en los programas informativos, y más si son de las televisiones autonómicas. Realmente, esa es la clave para el establecimiento de tantos y tantos canales autonómicos. Esa y el esnobismo acomplejado y cateto de no querer ser menos que los otros, por pequeño que se sea.

* Puede leer el libro completo de La Democracia retórica en pdf pinchando aquí o sobre la imagen que hay en la columna de la derecha.
** Sobre la flora de Los Pedroches, recomiendo encarecidamente el libro "Flora vascular de Los Pedroches", de  Pedro López Nieves, Emilio Laguna Lumbreras, Antonio María Cabrera Calero, Pedro López Bravo, Claudio Rodríguez Rodríguez y Juan García Sánchez