martes, 16 de abril de 2013

Por el camino de Los Madereros




            Cuando éramos chicos y llegaba este tiempo, los maestros de entonces nos mandaban que hiciéramos redacciones sobre la primavera, y nosotros combinábamos como podíamos las pocas palabras que formaban nuestro vocabulario para armar oraciones completas pero simples, del tipo “la primavera es muy bonita” o “en la primavera salen las flores”. Casi todas las redacciones eran iguales, de candidatos a poetas de ripios más que de aprendices a cronistas de una sociedad que aspiraba a modernizarse. La enjundia de las crónicas, incluso las de los mayores, no se estilaba mucho como no fuera para la retórica oficial, es decir, que no se practicaba más que para la adulación del todopoderoso gobernante, que era único, grande (no de estatura, sino de presencia) y libre de hacer lo que quisiera, pues para eso gobernaba al dictado.



            El todopoderoso gobernante acabó en su momento con un régimen salido de las urnas y se mantuvo casi cuarenta años en el poder haciendo creer a sus seguidores que si se iba él llegaría el infierno a la tierra, pero se fue al cielo (se murió, vamos) y no pasó nada, porque la sociedad se mantuvo serena y porque los que mandaban se unieron a los que se oponían aquí o fuera y todos ellos cedieron en algo para lograr algo de lo que querían, pues todos tenían claro que el medio era la Democracia (con mayúsculas) y que el objetivo era el bienestar de la sociedad. Nadie, en fin, consiguió todo lo que quería y todos consiguieron algo de lo que querían, y el país entró en una dinámica de progreso social y económico como no había conocido en su Historia.

            Pero pasó el tiempo, se fueron los que se habían puesto de acuerdo (los que habían cedido) y llegaron otros que consideraron que lo mejor para el país era todo lo que proponían ellos y nada de lo que proponían los otros, por lo que había que recuperar lo que habían cedido los que pensaban como ellos sin ceder a cambio lo que habían conservado. En lugar de un proyecto de sociedad de elementos comunes (consensuados, se dijo entonces), cada uno tiró para su buche y propuso uno mucho mejor, que, casualmente, era siempre el suyo.

De manera que ahora, en lugar de un solo proyecto de regular bondad, hay uno mucho mejor mío y otro mucho peor tuyo, y en medio una franja que amenaza con convertirse en abismo. 
             Entre las divisiones que tradicionalmente han separado a los ciudadanos de este país, una de las más enconadas era la que los agrupaba en republicanos y monárquicos, simplemente porque la república encarnaba la democracia en tanto que la monarquía no. Pero una ojeada al mundo nos da idea de que las cosas ya no son así, de que países democráticos, desarrollados y con un bienestar superior al nuestro, como Suiza o Alemania, son repúblicas en tanto que otros, como Holanda o Suecia, son monarquías y de que países con un bienestar inferior, como Marruecos o Suazilandia, son monarquías en tanto que otros, como Korea del Norte o Somalia, son repúblicas.

            En los tiempos que corren, lo procedente es dividir a los países en función del grado de bienestar y libertad de los ciudadanos. Lo oportuno es preguntarnos si queremos ser como Holanda, Suecia, Suiza y Alemania y qué tenemos que hacer para conseguirlo o como Marruecos, Suazilandia, Korea del Norte y Somalia y si no estamos haciendo lo posible para acabar como ellos. Que la monarquía es una institución obsoleta ya lo sabemos, que la mayoría de los españoles somos republicanos también lo sabemos, y sabemos que el rey y buena parte de su familia están últimamente ejerciendo su función de forma manifiestamente mejorable, pero no parece este el mejor momento para abrir una brecha en la sociedad (otra más), cuando cada comunidad autónoma y cada grupo político están tirando por su lado y ponernos de acuerdo en lo esencial resulta poco menos que imposible.



            A no ser, claro está, que lo que se pretenda es aprovechar el mal momento de la familia real y el desconcierto de la sociedad para inculcarnos no la idea de la república, sino la de una determinada república, una república con poco acompañamiento de ideas comunes y mucho de ideas partidistas, a no ser, en fin, que lo principal no sea la república, sino las ideas partidistas que la acompañarían, que sin duda son las mejores para quienes las proponen, aunque tal vez sólo para ellos.  
Para conseguir el enlace, pincha sobre la imagen

            El día 14 de abril (aniversario de la proclamación de la II República) salí con unos amigos a andar por unos caminos de Los Pedroches. La mañana era radiante, el agua corría por los regueros y las flores cubrían los campos, dicho sea en términos un poco cursis. De hecho, yo iba a limitarme a hacer una breve introducción sobre la inocencia de las redacciones de la escuela y, en general, de la ingenuidad de la época en la que las realizábamos, pero me he encontrado con ese otro campo abierto que es la página en blanco (aunque en este caso sea la página web) y se me ha ido la mano, por lo que ahora el paciente lector de estas letras tendrá que quitarle tiempo a otras ocupaciones más placenteras si quiere matar la curiosidad de saber por dónde fuimos y lo que vimos.

            Como la ruta está perfectamente indicada en wikiloc, a ella remito el mapa indicativo del trazado, que resulta imprescindible para no perderse por el camino, pues el caminante se encontrará la senda borrada en un tramo y dos portones que lo harán dudar del carácter público del trazado, si bien en ambos casos pudimos abrirlos sin dificultad. Nosotros hicimos el camino en el sentido contrario al propuesto, lo cual nos resultó más gravoso, pues nos encontramos con una cuesta considerable a lo largo de cuatro kilómetros seguidos. La recomendación es, pues, hacerla en el sentido de las agujas del reloj, y abstenerse de intentarlo en verano, so pena de derretirse en el intento como un cubito de hielo.
             El camino inicial es el llamado de Los Madereros, que sale de Cardeña en dirección al Este, justo por encima en el plano del que lleva a la Venta del Cerezo. El itinerario propuesto se inicia en el cruce de este camino con otro que viene del Norte, después de haber recorrido en coche 5,9 kms llenos de baches profundos que resulta imposible sortear. La ruta propuesta toma el Norte casi enfrente del cortijo de Victoriano, después de haber transitado unos 700 metros. Como ya he dicho, nosotros seguimos el camino de Los Madereros adelante, que baja poco a poco entre una de las dehesas más densas y mejor conservadas de la comarca y se hunde luego hacia el río Yeguas, cuando toma la orientación Norte. En este último tramo, la vista el cañón del río es impresionante. 
             Dado lo espeso del bosque mediterráneo y lo agreste del terreno, nada extraña que fuera este uno de los dos últimos refugios del lince ibérico, y que desde aquí haya comenzado a conquistar paulatinamente los contornos. En realidad, todo lo que rodea al caminante está lleno de vida salvaje, que con el calorcillo de la primavera se ha vuelto mucho más explícita. Así, mientras hacíamos el recorrido, los conejos cruzaban el camino a unos pocos metros de nosotros, una serpiente huyó prácticamente de nuestros pies, sobre nuestras cabezas voló un águila con una serpiente en sus garras y una cierva corrió un buen tramo delante de nosotros entre las alambradas que flanqueaban ambos lados de la senda hasta que encontró un portillo.

            El camino de Los Madereros llega al río Yeguas donde a este se le une el arroyo de Valdelagrana. En ese punto, el citado arroyo tiene un puente y tiene otro puente el río Yeguas. El del arroyo Valdelagrana se ve desde lejos y tiene tres arcos. El del río Yeguas no se ve hasta que lo tienes encima y es una suerte de engendro de hormigón y ladrillo, la mitad arcos y la otra mitad vigas, sólo apto para el paso de los bichos y los caminantes más osados. 
       

          Este es un buen lugar para tomarse el bocadillo. Luego, el paseante debe desandar sus pasos unas cuantas decenas de metros y tomar el primer camino que sale a la derecha para gatear cerro Bermejo por el lado norte, una labor que debe tomarse con paciencia, pues la cuesta parece inacabable. Por último, después de caminar varios kilómetros entre alambradas que limitan la senda por ambos lados y haber visto los montes de Sierra Madrona y la localidad de Fuencaliente, deberá tomar una salida hacia el Sur, abrir los portones que hay justo delante del cortijo que los planos llaman de la Alamedilla Alta, que está en ruinas, pasar por delante de su fachada y tras girar levemente hacia el Oeste seguir de nuevo hacia el Sur hasta dar con el camino de Los Madereros, al que accederá después de haber abierto otros portones. 
             Después de recorrer los 700 metros que quedan hasta el coche y los casi seis kilómetros que deben hacerse entre los restos del bombardeo a que ha sido sometido el camino, lo razonable es pararse en Cardeña a tomar unas cañas y una ración de lechón, que allí lo ponen muy bueno.