La gente no se va de nuestros
pueblos porque se estén quedando sin oficinas bancarias, sino al revés: los
bancos se van de los pueblos porque estos se están quedando sin gente. Y,
luego, solo después de que los bancos se hayan ido, tal vez se vaya alguna
gente de los pueblos porque no hay oficinas bancarias. Torrecampo, por ejemplo,
ha tenido hasta tres oficinas bancarias abiertas a la vez en tiempos
relativamente recientes (de CajaSur, Caja Rural y BBVA y, antes, de la Caja
Provincial de Ahorros de Córdoba), además de varias corresponsalías, y,
mientras estuvieron, el proceso de despoblación siguió su curso.
La gente no se va de nuestros pueblos
porque se cierren unidades escolares, sino al revés: se cierran unidades
escolares porque hay pocos niños, tan pocos que no son suficientes como para que
puedan ser mantenidas, y algunos de los pocos que hay son mandados por sus
padres a colegios de fuera pensando que eso es lo mejor para ellos. Si nace un
niño al año (como a veces ha ocurrido en pueblos de más de mil habitantes), o
dos, o tres, o cinco, no se puede exigir con razón que se mantenga una clase
abierta para la generación de los niños nacidos ese año a lo largo de toda su vida
escolar.
La gente no se va de nuestros pueblos
porque no haya puestos de trabajo: cuando alguien quiere hacer
una obra en una casa de alguno de nuestros pueblos, se
encuentra con problemas, porque no hay albañiles suficientes, ni
carpinteros, ni herreros, ni personas que desempeñen trabajos parecidos. Y lo
mismo pasa si alguien necesita trabajadores para el campo o la ganadería, o
camioneros, o camareros, o si los necesita para cuidar de nuestros mayores.
La gente no se va de nuestros
pueblos porque no haya autopistas o carreteras suficientes. Antes, cuando la
carretera de Córdoba era poco más que un camino asfaltado, había un furgón que
iba a diario a por pescado a las lonjas de la costa y lo traía a Pozoblanco y a
otros pueblos más lejanos, y ahora, con mejores carreteras, no lo hay. Cuando las carreteras de
nuestra comarca eran horrorosas, en nuestros pueblos había multitud de comercios
de todo tipo, y profesionales, y en ellos vivían el médico y los maestros,
cosa que ahora no suele pasar. Con las carreteras que hay, la COVAP ha sido
capaz de desarrollarse, de moverse a diario por Los Pedroches y de poner sus
productos en cualquier parte de España y varios países del mundo.
La baja natalidad de nuestros
pueblos no está causada por la falta de ayudas para los padres o en que la
vivienda tenga unos precios muy altos: nunca ha habido tantas ayudas para la
paternidad y la maternidad de los trabajadores, nuestros ayuntamientos disponen
de numerosas actividades e instalaciones para los niños, los padres suelen
contar con la ayuda de los abuelos (que en nuestros pueblos están muy cerca) y
los precios de las viviendas están por los suelos.
Se puede atajar el problema por
las consecuencias, pero eso sería como hacer frente al fuego sin apuntar a su
causa: el fuego se mitigaría, pero no se apagaría y, en cualquier caso,
volvería a nacer una vez y otra.
Hay una tendencia universal a moverse a las grandes ciudades y a las poblaciones de la costa con buen clima, porque en ellas se supone más calidad del empleo o una mejor calidad de
vida. Porque persiguen calidad de vida, las sociedades del primer mundo tienen
problemas para ocupar oficios o profesiones penosas o mal pagadas, y nuestra sociedad
(incluso la de nuestros pueblos) ya es del primer mundo. Y porque quieren
calidad de vida, muchos jóvenes de nuestros pueblos no quieren tener hijos, o
quieren tener muy pocos.
Ahí están las causas.
Ahí y en que las sociedades necesitan para desarrollarse formación y capacidad de sacrificio, como ocurre con las personas.
En Los Pedroches, la formación a
través de las políticas activas de empleo suele tenerse como un subsidio, más
que como un medio para conseguir un trabajo. Y la capacidad de sacrificio, especialmente
de quienes tienen más talento y más propensión al riesgo, se castiga desde el
momento en que la sociedad (las familias, los colegios y todas las
instituciones) trata prácticamente igual al inactivo que al que se esfuerza.
Está bien que se demanden más
inversiones, más infraestructuras, más servicios públicos y más apoyos. Y está
bien que se mejoren, por supuesto. Pero sería errar en el diagnóstico del
problema que achacáramos a su ausencia la causa de nuestros males relacionados
con el despoblamiento. Y si erramos en el diagnóstico, malamente vamos a dar
con la solución.
Para ver el informe de 2018 de la FAMP sobre despoblamiento, pincha sobre la imagen.
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