La Ley
Generalmente,
en un Estado de Derecho, lo mejor que puede ocurrir es que se cumpla la Ley,
particularmente si es la Ley penal, por muy especiales que sean las circunstancias
que rodean al caso.
Si
la Ley previó el régimen de semilibertad
para los presos con una enfermedad terminal, que se cumpla la Ley, aunque se
trate del preso de ETA Iosu Uribetxeberria Bolinaga,
uno de los secuestradores de Ortega Lara, aunque el preso no se haya
arrepentido y aunque la concesión de ese régimen sea enarbolado por los terroristas
y por su ambiente como un triunfo de la presión que han ejercido sobre el
Estado. Lo que da seguridad a los ciudadanos es que la Ley será igual para
todos, se llamen Uribetxeberria Bolinaga o Periquillo de los Palotes.
Si
la Ley sueca previó que ciertas conductas de índole sexual fueran juzgadas ante los tribunales, Julian
Assage, el fundador de Wikileaks, debería abandonar la protección que le ha
otorgado la embajada de Ecuador en Londres y someterse a las leyes suecas. Quizá
todo sea, en efecto, un montaje de los servicios secretos de varios países
occidentales y el fin último sea extraditarlo a EE.UU., pero Julian Assage
dispone de medios más que suficientes para demostrarlo y, en todo caso, su
prestigio ganaría mucho si renunciara a los beneficios que le da el hecho de ser
un fenómeno mediático.
Si el Derecho Penal español no excluye la
culpabilidad del pobre que roba en la casa de Sánchez Gordillo o en la mía para
alimentar a su familia y no me excluye a mí si mañana voy al Mercadona y me
llevo un carro de comida para dárselo a los pobres, tampoco debería excluir a
Sánchez Gordillo si asalta un supermercado para dárselo a los pobres, por muy
simbólico que sea su comportamiento, pues más simbólico aún es el estado de
necesidad del pobre que asalta la casa de Sánchez Gordillo o la mía y sobre él recaerá todo el peso de la Ley.