domingo, 5 de junio de 2022

Los caminos de Adroches IV: Cardeña o La leña del árbol caído

 

Venta el Charco, Azuel y Cardeña son los tres núcleos urbanos del municipio de Cardeña, ubicado en el extremo oriental de Los Pedroches, que es, con mucho, el más lluvioso de la comarca, especialmente el entorno de Venta el Charco, lo que hace que se encuentre en él una vegetación especialmente demandante de agua, como el roble melojo.

El camino que ha propuesto Adroches para el término municipal de Cardeña no permite ver roble melojo, pues sale de las proximidades de Cardeña y busca la carretera que une Conquista con Azuel yendo primero hacia el oeste y, luego, hacia el norte, pero sí disfrutar de una dehesa de encinas jóvenes y quejigos perfectamente conservada. Por aquí, las encinas no tienen muchos años, a pesar de lo cual ya se ven algunas en el suelo, no sé a causa de qué circunstancias de la vida.

A no tardar mucho, el propietario de esas encinas caídas buscará su aprovechamiento y las hará leña. Es la primera y más importante ley de la Naturaleza: nada se tira, todo sirve para la supervivencia. Así, las hojas caídas de los árboles se descompondrán y enriquecerán el suelo, los animales carroñeros se alimentarán de los cadáveres y las bacterias de lo poco que los carroñeros dejen.

Es un principio de economía circular que en la naturaleza se ceba con el débil: los depredadores acaban con los que tienen más a mano (con los pequeños, con los viejos, con los tullidos, con los recién nacidos…) y no pueden con los más ágiles o lo más fuertes. La naturaleza persigue su beneficio sin tener en cuenta a sus individuos, es cruel y despiadada, pero necesaria, pues tanto derecho tiene a vivir la hierba como la gacela que se la come, la gacela como la leona que la caza y la devora en familia.


Los seres humanos hemos enmendado a la naturaleza de muchas formas para hacer la vida más vivible, menos cruel, para convertirla en eso que, tal vez pecando un poco de inmodestia, hemos llamado más «humana». Hicimos las leyes, por ejemplo, que hasta en el más grosero e injusto de los casos protegen al débil, pues eliminan la Ley de la Selva que impera en la naturaleza y solo protege a los fuertes. Creamos instituciones que gobiernan buena parte de nuestros intereses, como la comunidad de vecinos, el ayuntamiento y el Estado. Y hemos ido inculcando en la sociedad unas normas de comportamiento que nos eran del todo ajenas no hace tanto tiempo: hay que proteger a los más vulnerables, hay que defender la libertad sexual, hay que ir contra el racismo, hay que ser respetar todas las confesiones religiosas...

Hacer leña del árbol caído es una obligación natural que, puesta en el ámbito de la sociedad humana, tiene mucho de inhumano. Los árboles son grandes, se ven desde lejos y pueden ser una referencia en el paisaje, dan frutos y sombra. Un árbol es admirable de muchas formas, y cuanto más alto y más fuerte es, más dependencia y más admiración provoca, y también más envidia, que es una condición que crece escondida en los corazones ruines y explota cuando el envidiado se confía o ya no puede defenderse.

Tal vez los que más se arrimaron al buen árbol para proveerse de buena sombra sean los primeros que hagan leña de él cuando se encuentre desvalido. Bajo la humanidad de la civilización, sigue latiendo una selva en la que se encuentran cómodos los carroñeros, casi siempre disfrazados con abrazos y sonrisas.

Para ver la ruta, pincha sobre la imagen