En los últimos tiempos son numerosos los
premios, reconocimientos y galardones que las asociaciones otorgan a los
políticos en agradecimiento a los desvelos que muestran por los propósitos que
ellas representan, desvelos que casi siempre cuajan en ayudas económicas hacia
la propia asociación, como si el dinero hubiera salido del bolsillo del
político y no del de la institución pública (del pueblo, obviamente). Con todo,
que ningún regalo es gratis lo sabe menos el que recibe que el que da, que
esperará la devolución del favor cuando le sea necesario.
Precisamente en la devolución de favores se
halla una de las causas fundamentales de la hipertrofia asociativa que puede
achacarse a las instituciones. Si los ciudadanos utilizan las asociaciones para
llevar sus inquietudes al poder, los políticos han encontrado el sentido
inverso para trasladar su afán a los electores. Para ello, manejan dos tipos de
instrumentos: uno es directo y muy efectivo, y consiste en la concesión de
ayudas, con las que se establece un vínculo cuasi clientelar entre el que las
da y el que las recibe, que al extenderse por las ramas de la sociedad
vertebrada tiende a corromper la Democracia.
En todo vínculo clientelar hay un trasvase de
intereses y de miedo a perder esos intereses. El político esgrime tanto la
subvención como el miedo que los dirigentes de la asociación (y una cantidad
relevante de sus miembros) le tienen a quedarse sin ella si cambian quienes
ocupan el poder. Los dirigentes de la asociación, por el contrario, explotan el
miedo que el político le tiene a perder el favor de los electores,
especialmente cuando la concesión de la ayuda se ha convertido en una
costumbre.
Por eso, cuando una asociación se habitúa a
incluir una subvención entre los ingresos de su presupuesto, se cree con
derecho a ella, en tanto que el político se siente en la obligación de
mantenerla, aunque su institución no disponga de recursos suficientes para
ello.
El otro instrumento de los políticos para llevar
su afán al electorado es indirecto y radica en la presencia física de los
políticos de uno y otro signo en todos los actos que se organizan,
fundamentalmente en aquellos referidos a asociaciones que tienen que ver con
colectivos numerosos, como los mayores o las mujeres. Hoy es raro el
acontecimiento cultural, deportivo o incluso religioso que no tiene a un
político en la mesa presidencial. Hasta tal punto está repleta la agenda social
de los políticos, que dedican a su cumplimiento buena parte de sus energías.
Los dirigentes de las asociaciones han transformado la presentación de sus
actividades y su colofón en una actividad más, muchas veces más trascendente
que la tarea de fondo, y para ello, con el argumento de que representan al
pueblo, siempre quieren contar con el brillo que le dan al hecho las autoridades,
quienes, aunque computan como tiempo de trabajo el gastado en esta labor, se
aprovechan de ella para vender su mensaje y su imagen, que, como sabemos, es lo
que más importa en las elecciones.
Por más que se le agradezca con loores y
premios, la paradoja está en que el dinero con que paga el político las
subvenciones es del que lo recibe. De esa forma, mientras más dinero público
consigan los dirigentes de las asociaciones más dinero tendrán que pagar de su
bolsillo y del de los miembros de su asociación. O dicho de otro modo, mientras
más dinero destine el político a la asociación de los dirigentes menos aplicará
a otros fines públicos, como, entre otros, la educación, la innovación o la
salud. Por supuesto, el coste de oportunidad es irrelevante si sólo se computa
una asociación, pero no es en absoluto despreciable cuando se suman todas las
subvenciones, que es como un ciudadano consciente debe hacer las cuentas.
Además, el tiempo que el político emplea en
crearse una imagen amable deambulando por las actividades de las asociaciones
tampoco es suyo: es o de quienes lo necesitan en su vida privada (su familia,
sus amigos, etc.) o de quienes lo precisan como representante o dirigente
público. También ahí dispara con pólvora ajena.
* Puede leer el libro completo de La Democracia retórica en pdf pinchando aquí o sobre la imagen que hay en la columna de la derecha.
** Las fotografías de esta entrada son de la playa de La Antilla (Lepe-Huelva).