La dehesa es un
bosque humanizado, en el que se ha limpiado de matorral el bosque mediterráneo
original y se ha controlado el crecimiento de los árboles, que en Los Pedroches
son mayoritariamente encinas, aunque también hay alcornoques y quejigos. En la dehesa
hay pastos, donde se alimenta al ganado en régimen extensivo, y árboles, que
producen leña para el consumo humano y bellotas para el ganado. Y hay una gran
cantidad de fauna silvestre.
Así que, como
«bosque», es bueno para el medioambiente y, como «humanizado», es bueno para la
economía de las personas, especialmente en territorios como Los Pedroches, que están muy
afectados por la despoblación.
La ruta que propone
Adroches para Villanueva de Córdoba discurre por una zona de dehesa muy bien
conservada, y sigue caminos delimitados con paredes de piedra que llevarán al
caminante hasta el río Gato (los ríos aquí, por importantes que sean, solo
corren unos cuantos meses al año) y lo devolverán al inicio después de haber
tenido a la vista las sierras del sur y, en un punto lejano de las mismas, a la
villa de Obejo, que siempre ha estado hermanada con las Siete Villas de Los
Pedroches.
Precisamente ahí, mientras
me reponía de una cuesta arriba importante, parado no lejos de un cortijo que
ahora sirve de lugar de celebraciones y teniendo a la vista la villa de
Obejo, sintiendo el freso de la mañana en la cara y sin nadie a mi alrededor, sin
nadie, me he acordado de las veces que se acude al número para medir el éxito.
Me he acordado, seguramente, por las veces que he pensado en lo contraproducente que resulta publicitar un acontecimiento que ya tiene demasiado público, como las romerías, por ejemplo. O en lo gregario del ser humano, que busca los lugares llenos, aunque sean incómodos, tal vez pensando –yo creo que equivocadamente– que allí va a estar más acompañado. O en la vanidad pueril de los artistas, que contamos los éxitos por el número de seguidores o por las ventas, en lugar de por lo que nuestra obra ha influido en quien la ha observado.
O en lo fácil que es
incrementar las audiencias dando al público lo que quiere, en lugar de
haciéndolo pensar.
Una vez estuve en el
meollo organizativo de una importante manifestación de protesta y a la hora de
redactar el comunicado de prensa se exageró hasta límites desproporcionados el
número de asistentes. Ni allí importó la verdad ni importa en la mayoría de los
casos. Lo que importa es el número, que es lo que se queda grabado en la
memoria, en los periódicos y en los anales que correspondan, y que ese número
sea muy alto, aunque sea insustancial o totalmente falso, aunque sea
contraproducente o no haya quien se lo crea.
Estoy en el campo. He
visto vacas de carne y cerdos ibéricos, ganado en régimen extensivo que debe
respetar una determinada proporción de cabeza por hectárea para ser económicamente
rentable y medioambientalmente sostenible. Hay aquí mucha lógica, mucha
sensibilidad hacia la tierra, mucha riqueza y mucha sabiduría ancestral. Aquí,
los números se manejan con inteligencia. Aquí, todos los números son racionales
y ninguno es imaginario. Aquí, en resumen, los números son otra cosa.
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