¿Te acuerdas cuando me decías que no me
peleara con mis hermanos, que obedeciera a los profesores, que fuera educado
con los vecinos, que le hablara de usted a las personas mayores?
¿Te acuerdas cuando me contabas un
cuento, cuando me dabas un beso de buenas noches, cuando rezabas conmigo esas
oraciones sencillas que hablaban de los ángeles y la belleza?
¿Te acuerdas cuando me lavabas en un
barreño con el agua tibia que traías en un cazo, porque no teníamos cuarto de
baño, y me ponías la ropa limpia, y me hablabas con dulzura y me sonreías?
¿Te acuerdas cuando me empujabas a que
fuera generoso con los necesitados, a que le diera valor a lo importante, a que
fuera bueno, así, a que fuera sencillo y bueno?
¿Te acuerdas cuando tantas veces estuve
enfermo y me mimaste, cuando traje malas notas y no pusiste el grito en el
cielo, cuando te mentí y lo descubriste y esperaste, y luego no me dijiste
nada, como si no hubiera pasado nada?
¿Te acuerdas que nunca me has hablado
mal de nadie, ni me has transmitido rencor, ni me has obligado a ser de esto o
de lo otro?
Hoy que ya no te acuerdas de todo eso,
que ya no te acuerdas de mí y has olvidado mi nombre y me miras con esa
interrogación infinita con que miras el rostro de cualquiera, hoy, madre, me he
acordado de todo eso, y no sabes lo feliz que me he sentido, y no sabes cómo te
lo agradezco.