Como no tienes que escribir para
vivir, no debes pensar en lo que le gusta a los otros, sino en lo que te gusta
a ti. Los que viven de escribir tienen que publicar y vender, y cobrar
derechos. Tú, no, así que no pienses nunca en lo que le gustaría a los otros,
porque te estarás traicionando y no sacarás lo mejor de ti.
Ningún buen padre quiere que su
hijo juegue al fútbol para que le salga un Messi que lo quite de trabajar. Los
buenos padres se limitan a querer que sus hijos practiquen un deporte, como el
fútbol, para que ganen en sicomotricidad y adquieran los valores que se asocian
a esa actividad física, especialmente cuando es de grupo, como el trabajo en
equipo, el respeto a las normas y el espíritu de sacrificio. Que salga un buen
jugador, o incluso un jugador profesional, puede o no ser una consecuencia del
fin primero, que debe ser jugar por jugar.
Tu fin primero es escribir por
escribir, porque te gusta, porque quieres expresar algo que llevas dentro. Los
otros deben limitarse a ser una referencia para la comprensión de lo que
escribes. Quiero decir que cuando escribas no debes pensar en lo que entiendes tú,
sino en lo que entenderías si fueras un lector ajeno. Uno se encuentra a menudo
con textos incomprensibles, especialmente de poesía, que no dicen nada porque
sus autores se olvidan de que la escritura no es un arte como la pintura, donde
lo abstracto está permitido.
No pienses nunca en lo que le
gustará a los otros, sino en lo que los otros entenderían si lo leyeran. Lo que
escribas será lo que quede finalmente, no lo que pienses que has escrito. Es
una diferencia sutil pero muy importante. Piensa en ella. Relee al día
siguiente y observa si lo que dijiste es lo que quisiste decir.
Muy probablemente, notarás entonces
una diferencia mayor entre lo que querías expresar y lo que expresaste. No te
preocupes: nadie hace lo que quiere, sino lo que puede. Nadie escribe lo que
quiere, sino lo que puede. Y tú, que estás empezando, menos.