martes, 21 de junio de 2016

Fernández, por mi madre

            Mi madre nunca ha tenido un temperamento alegre, pero ahora, que ya es mayor, está siempre contenta y se ríe por cualquier cosa.

            A mi madre le gusta que escriba en el periódico, no por lo que ponga o deje de poner, sino para ver mi fotografía impresa. “Cuándo vas a escribir, Juan Bosco?”, me dice. Mi madre abre el periódico y me busca. Y lo vuelve a abrir al poco tiempo para verme otra vez, si es que me ha encontrado antes. Y lo deja cerca de sí para tenerlo a mano y verme de vez en cuando.

            Mi madre me pregunta si he oído a mi hermano Miguel en la radio. Y suele preguntármelo de nuevo al cabo de poco tiempo, porque ya no se acuerda que me lo había preguntado antes. Mi madre oye a mi hermano Miguel en la radio y se siente satisfecha.

            Mi madre nos sorprendió hace poco cantando de memoria el himno del cuerpo de ingenieros, en el que hizo la mili su hermano Sebastián. Mi madre tiene mucho oído para la música y entona bien. Mi hermano Eusebio ha debido salir a ella.

            Mi madre se sabe de memoria la canción que mi hermano Eusebio le compuso y quiere que se la cante siempre que nos juntamos la familia. Y quiere que le cante otras canciones, que le cante muchas, porque no se cansa de oírlo.

            Mi madre se siente orgullosa de su marido, de sus hijos, de sus nueras y de sus nietos. Se siente orgullosa de sus hermanos y de sus sobrinos. Y se siente orgullosa de su pueblo.

            Hace unos días, la vi andando por la calle. Ella camina despacio y no va sola más allá de la esquina. Al verme, se le iluminaron los ojos. Me agarró del brazo y me dijo:

            – Mi hijo Juan Bosco está aquí. Y hace un rato he estado con mi hijo Eusebio. Y ahí al lado está en su oficina mi hijo Miguel. Y son todos estupendos. ¡Qué suerte he tenido en la vida! ¡Qué feliz soy!