Los Pedroches
constituyen una comarca singular, con unos límites claros y una población que
comparte usos y costumbres, además de fiestas y tradiciones. No obstante, nunca
ha existido entre los habitantes de Los Pedroches la idea de pertenencia a una
comunidad, al menos nunca en los tiempos recientes. Cada uno de los pueblos ha
tirado por su lado, e incluso ha visto en el otro la sombra de un competidor, como
lo demuestra el detalle de que normalmente se haya entendido mal que un ayuntamiento
contratara a un habitante de otro pueblo.
Tampoco los líderes políticos, a quienes se les debería exigir
una idea más elevada del destino de sus pueblos, han sentido la pertenencia a
una comunidad superior. Para empezar, no crearon una mancomunidad, sino varias:
que yo recuerde ahora, la mancomunidad general (que empezó como turística), la
de caminos de la zona oriental (de la que se han separado tres municipios), la
de caminos de la zona occidental y la de deportes (que se disolvió y se integró
en la general). Luego, cuando se crearon las UTEDLTs (ya desaparecidas), no se instauró
una para Los Pedroches, sino dos, a pesar a la pretensión inicial de la Junta
de Andalucía, que quería hacer coincidir los territorios de esos consorcios con
los de las mancomunidades (generales) existentes.
Esta dispersión supuso desde un principio un incremento
de los costes, pues obligaba a tener abiertas varias oficinas con personal
distinto, una multiplicación de los protagonistas y de los debates y una disipación
de los objetivos.
Una vez creadas las mancomunidades, tampoco los líderes
políticos han sentido la pertenencia a una comunidad, más allá de las meras
declaraciones retóricas. Cuando en la mancomunidad general había que diseñar un
programa, normalmente lo unitario (la comarca) cedía siempre hacia lo agregado
(la suma de los pueblos), de manera que, por ejemplo, se repartían dos señales
indicativas de monumento por pueblo, aunque un pueblo tuviera cinco monumentos
y otro solo uno, o se presentaban a las convocatorias públicas pequeñas obras
para cada uno de los pueblos en lugar de una gran obra que vertebrara a varios
de ellos.
La distribución de competencias fijadas en los recién
aprobados estatutos de la mancomunidad general da una idea clara de lo borroso
de sus fines, casi tan extensos como los fines de los ayuntamientos
consorciados y muchos de ellos de contenido irrealizable, por haber sido
delegados, como la recogida de basura, de la que se encarga EPREMASA, el ciclo
integral del agua, del que se encarga EMPROACSA, o la conservación de caminos y
vías rurales, de la que se encargan las mancomunidades de caminos.
En estas últimas
dicha falta de sentido comunitario se ve en el propio diseño de su actuación,
dado que no se arreglan los caminos que decide la mancomunidad, sino los que
deciden para su territorio los ayuntamientos, lo que supone que generalmente cada
uno de ellos priorice el arreglo de los caminos que dan servicio a titulares
que son vecinos del pueblo, en detrimento de aquellos que dan servicio a
titulares de otros pueblos, que puedan tardar en arreglarse o no arreglarse
nunca.
En todo caso, la idea de pertenencia a una comunidad casi
siempre ha sido en los líderes políticos menos fuerte que la idea de
pertenencia a un partido político, como lo prueba el hecho de que en el
disentimiento no se hayan agrupado por áreas de acción o por territorios, sino
por partidos, o que solo en muy pocas ocasiones el sentir mayoritario haya sido
respaldado por el resto para entenderse afuera con una voz única.
Precisamente ese debía haber sido el afán principal de la
mancomunidad general, llevar la voz de la comarca a otras instituciones, y con
ese sencillo fin se justifica su existencia. Con ese fin se justifica, también,
la pertenencia de Pozoblanco a esa mancomunidad, independientemente de lo que
le cueste, que no es tanto como podría parecer.
La afirmación de que Pozoblanco paga más que nadie a la
mancomunidad conviene aclararla un poco. Paga más que nadie a la mancomunidad
general en términos absolutos, porque tiene más habitantes que nadie. Respecto
a la mancomunidad de caminos, paga mucho menos por habitante que la mayoría de
los pueblos. Como ya dije en estas mismas páginas, un vecino de Pozoblanco pagó
10,53 euros en 2015 por mantener la mancomunidad de caminos, en tanto que un
vecino de Torrecampo, por ejemplo, pagó 38,65 euros por ese mismo concepto. Y
hay más: como Pozoblanco paga más, puede arreglar más caminos.
En todo caso, Pozoblanco paga más que nadie a la mancomunidad
general y probablemente reciba menos que nadie de la mancomunidad, pero recibe
más que ningún otro pueblo de la sociedad de Los Pedroches.
Pozoblanco, que es más grande y más rico, tiene la
obligación moral de dar más, y ya que dispone de los servicios que han sido
concentrados (agencia tributaria, hospital, etc.), que son de todos los pueblos,
tiene el deber de repartir los beneficios de la centralización. Por ambos
motivos tiene, además, la responsabilidad del liderazgo comarcal.
El liderazgo no necesita cargos. El liderazgo es una
potencia que va más allá de lo que se paga y de lo que se cobra y se ejerce
cuando los demás te la reconocen. Malamente, sin embargo, te va a reconocer
nadie la cualidad de líder si no estás dispuesto a asumir unos sacrificios
superiores. Sacrificios que, para el caso de Pozoblanco, solo son a corto
plazo, pues en el largo recorrido es el principal beneficiario. No en vano, Pozoblanco
tiene una economía basada en buena parte en el comercio y es al primero que le
interesa tener vecinos ricos.
La amplitud de miras, en fin, debería hacernos pensar a
todos en lo que ganamos sintiéndonos parte de una comunidad más amplia. Especialmente
debería hacer pensar a nuestros representantes políticos, al menos cuando
tienen entre las manos la ejecución de proyectos que afectan al conjunto de la
comarca. Y más especialmente aún debería hacer pensar a los representantes de
Pozoblanco, que tiene una obligación legal con los habitantes de ese pueblo y
una responsabilidad moral con todos los habitantes de Los Pedroches.