Por lo que veo, satisfecha la
necesidad de comer, los perros son felices si se cumplen sus dos objetivos
fundamentales: el cariño de quienes tienen cerca y que los saquen a diario a la
calle. Y, bien visto, a los dueños de los perros les pasa lo mismo. Y le pasa
lo mismo al resto de los ciudadanos: para los que quieren ser felices, son más
importantes los afectos que los bienes materiales, y es más importante una
habitación sencilla con una puerta abierta a un parque que un palacio cerrado a
cal y canto. En ese sentido, a las personas les pasa lo que a los ciclistas,
que tienen la bicicleta aparcada en su casa y lo que quieren es caminos y
carreteras públicas en los que poder pedalear.
Mientras los más pudientes tienen
fincas con jardines privados o casas grandes en las que se pueden expansionar,
la mayoría de los ciudadanos deben recrearse en los espacios públicos abiertos,
y en tanto los primeros tienen grandes coches que pueden aparcar en un garaje,
los segundos deben conformarse con ninguno o con un utilitario que no pueden
aparcar sin un montón de dificultades. Por eso, un parque grande y bien cuidado
iguala al rico y al pobre. Y lo iguala la obligación de ir andando o de tomar un transporte público.
Por lo que he visto, en muchos países
de Europa se tiene claro que, dado que la vida se vive en casa y fuera de casa,
una vida digna necesita de una ciudad digna tanto como de una vivienda digna. Se
tiene claro que un banco en la calle es tan necesario como el sofá de una casa,
por ejemplo, o que un parque infantil lo es tanto o más que un juguete.
* Todas las fotos están tomadas en Braunschweig.