El
turista mayoritario va detrás del paraguas del guía dispuesto a hacerle fotos a
cualquier rincón una multitud de veces, apenas tiene contacto con la sociedad
local y casi nunca sale de la esfera de confort de su grupo. Con todo, siempre
es mejor el turismo de masas que el no-turismo. Viajando, aunque sea a
mogollón, uno conoce la complejidad de un aeropuerto, cómo son las calles de
otras ciudades y si la gente sonríe o no cuando circula a su lado.
Lo digo porque Carmen y yo hemos pasado unos
días fuera de España de la mano de Juan y, de esa forma, hemos tenido la
oportunidad de ver cómo son otras ciudades, aunque sea someramente.
Centroeuropa (el lugar a que me refiero) no es muy distinta de España y sus
habitantes son esencialmente iguales a nosotros. Cualquier diferencia, sin
embargo, por pequeña que sea, es en el observador imparcial una fuente de
aprendizaje. Lo de fuera no es por sistema mejor que lo nuestro, que quede
claro, pero lo mejor de los otros puede iluminarnos y ayudarnos a mejorar.
Uno
va por ahí con la cámara en ristre, casi sin contacto con la población, como un
turista mayoritario, pero tiene la costumbre de escribir luego y eso le ayuda a
pensar (escribir siempre ayuda a pensar). Algunos de esos pensamientos tengo el
propósito de recogerlos aquí en los días que siguen, por si le son de interés a alguien.