jueves, 17 de octubre de 2024

Más sobre el despoblamiento de Los Pedroches

 

La gente no se va de nuestros pueblos porque se estén quedando sin oficinas bancarias, sino al revés: los bancos se van de los pueblos porque estos se están quedando sin gente. Y, luego, solo después de que los bancos se hayan ido, tal vez se vaya alguna gente de los pueblos porque no hay oficinas bancarias. Torrecampo, por ejemplo, ha tenido hasta tres oficinas bancarias abiertas a la vez en tiempos relativamente recientes (de CajaSur, Caja Rural y BBVA y, antes, de la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba), además de varias corresponsalías, y, mientras estuvieron, el proceso de despoblación siguió su curso.

La gente no se va de nuestros pueblos porque se cierren unidades escolares, sino al revés: se cierran unidades escolares porque hay pocos niños, tan pocos que no son suficientes como para que puedan ser mantenidas, y algunos de los pocos que hay son mandados por sus padres a colegios de fuera pensando que eso es lo mejor para ellos. Si nace un niño al año (como a veces ha ocurrido en pueblos de más de mil habitantes), o dos, o tres, o cinco, no se puede exigir con razón que se mantenga una clase abierta para la generación de los niños nacidos ese año a lo largo de toda su vida escolar.

La gente no se va de nuestros pueblos porque no haya puestos de trabajo: cuando alguien quiere hacer una obra en una casa de alguno de nuestros pueblos, se encuentra con problemas, porque no hay albañiles suficientes, ni carpinteros, ni herreros, ni personas que desempeñen trabajos parecidos. Y lo mismo pasa si alguien necesita trabajadores para el campo o la ganadería, o camioneros, o camareros, o si los necesita para cuidar de nuestros mayores.

La gente no se va de nuestros pueblos porque no haya autopistas o carreteras suficientes. Antes, cuando la carretera de Córdoba era poco más que un camino asfaltado, había un furgón que iba a diario a por pescado a las lonjas de la costa y lo traía a Pozoblanco y a otros pueblos más lejanos, y ahora, con mejores carreteras, no lo hay. Cuando las carreteras de nuestra comarca eran horrorosas, en nuestros pueblos había multitud de comercios de todo tipo, y profesionales, y en ellos vivían el médico y los maestros, cosa que ahora no suele pasar. Con las carreteras que hay, la COVAP ha sido capaz de desarrollarse, de moverse a diario por Los Pedroches y de poner sus productos en cualquier parte de España y varios países del mundo.

La baja natalidad de nuestros pueblos no está causada por la falta de ayudas para los padres o en que la vivienda tenga unos precios muy altos: nunca ha habido tantas ayudas para la paternidad y la maternidad de los trabajadores, nuestros ayuntamientos disponen de numerosas actividades e instalaciones para los niños, los padres suelen contar con la ayuda de los abuelos (que en nuestros pueblos están muy cerca) y los precios de las viviendas están por los suelos.

Se puede atajar el problema por las consecuencias, pero eso sería como hacer frente al fuego sin apuntar a su causa: el fuego se mitigaría, pero no se apagaría y, en cualquier caso, volvería a nacer una vez y otra.

Hay una tendencia universal a moverse a las grandes ciudades y a las poblaciones de la costa con buen clima, porque en ellas se supone más calidad del empleo o una mejor calidad de vida. Porque persiguen calidad de vida, las sociedades del primer mundo tienen problemas para ocupar oficios o profesiones penosas o mal pagadas, y nuestra sociedad (incluso la de nuestros pueblos) ya es del primer mundo. Y porque quieren calidad de vida, muchos jóvenes de nuestros pueblos no quieren tener hijos, o quieren tener muy pocos.

Ahí están las causas.

Ahí y en que las sociedades necesitan para desarrollarse formación y capacidad de sacrificio, como ocurre con las personas.

En Los Pedroches, la formación a través de las políticas activas de empleo suele tenerse como un subsidio, más que como un medio para conseguir un trabajo. Y la capacidad de sacrificio, especialmente de quienes tienen más talento y más propensión al riesgo, se castiga desde el momento en que la sociedad (las familias, los colegios y todas las instituciones) trata prácticamente igual al inactivo que al que se esfuerza.

Está bien que se demanden más inversiones, más infraestructuras, más servicios públicos y más apoyos. Y está bien que se mejoren, por supuesto. Pero sería errar en el diagnóstico del problema que achacáramos a su ausencia la causa de nuestros males relacionados con el despoblamiento. Y si erramos en el diagnóstico, malamente vamos a dar con la solución.

Para ver el informe de 2018 de la FAMP sobre despoblamiento, pincha sobre la imagen.

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