Me hubiera gustado ser
ingeniero, saber idiomas, trabajar en ONGs, viajar por el mundo y tocar varios
instrumentos musicales. Dicen que los padres transmitimos las frustraciones a
los hijos y que queremos realizar en ellos lo que nos hubiera gustado ser. Si
ese fuera mi caso, me sentiría realizado con Luis. Pero lo cierto es que no
creo haber llevado la iniciativa casi nunca en su vida.
Cuando él tenía ocho años, por
ejemplo, se interpuso entre la televisión y nosotros y dijo que quería ir al
conservatorio. Fue él el que lo decidió, nosotros nos limitamos a facilitarle
el camino, y aprendió música y a tocar la guitarra y el piano, en Pozoblanco,
primero, y, luego, en Córdoba, a donde acudía con otros compañeros en un taxi
que fue perdiendo clientes curso a curso, en el que se montaba inmediatamente
después de las clases del instituto y en el que almorzaba un bocadillo.
Lo he recordado mientras lo veía
tocar en el piano las canciones que le he pedido. Y he recordado que fue él el que dispuso
estudiar lo que estudió, el que se buscó los trabajos de verano en actividades sociales
y el que consiguió la beca de un Gobierno extranjero. Nosotros, mientras tanto,
veíamos con perplejidad aquella inaudita gestión del tiempo y nos limitábamos a
facilitarle los medios.
Ahora, Luis ha terminado sus estudios y se
va a trabajar fuera de España, como antes se fue su hermano. Luis se va y su madre y yo sentimos que el
sonido del piano, que siempre fue esporádico, será sustituido por el más melancólico
de los silencios.
La foto es de Carmen |