Antes, el horizonte era un territorio sin explorar en el que
cabía todo lo imaginado, porque era desconocido, y la gente inquieta lo oteaba con
la misma ilusión que escrutaba el futuro. El horizonte ya no es para el ser
humano un territorio ignoto, pero el infructuoso intento de alcanzarlo sigue
siendo una buena metáfora de la vida.
Caminando hacia el horizonte, se bifurca continuamente el
sendero y hemos de optar por uno. Y renunciar al otro. Aunque solemos optar por
el creemos mejor, muy frecuentemente se defraudan nuestras expectativas y,
entonces, pensamos que nos hemos equivocado.
Porque las expectativas que se defraudan son siempre las
del camino elegido, nunca las del que abandonamos. Hay un camino en el que gobierna
la realidad, el que tomamos, y otro en el que sigue imperando la imaginación,
el que dejamos a un lado.
Como la vida es una sucesión de caminos que se bifurcan,
los sabios –creo yo– no son los que aciertan más cuando eligen, sino los que no
pierden el tiempo ocupándose de lo que pudo ser y no fue, apechugan sin rencor con
la decisión adoptada y caminan decididos hacia su nuevo horizonte, por oscuro que parezca a primera vista.
Las fotos están hechas el 20 de marzo pasado, entre Pozoblanco y Villaharta |